Nehemías 5:1-7
“Los hombres y las mujeres del pueblo protestaron enérgicamente contra sus hermanos judíos, pues había quienes decían, ‘Si contamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, ya somos muchos. Necesitamos conseguir trigo para subsistir.’ Otros se quejaban, ‘Por conseguir trigo para no morirnos de hambre, hemos hipotecado nuestros campos, viñedos y casas.’ Había también quienes se quejaban, ‘Tuvimos que empeñar nuestros campos y viñedos para conseguir dinero prestado y así pagar el tributo al rey. Y aunque nosotros y nuestros hermanos somos de la misma sangre, y nuestros hijos y los suyos son iguales, a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e hijas como esclavos. De hecho, hay hijas nuestras sirviendo como esclavas, y no podemos rescatarlas, puesto que nuestros campos y viñedos están en poder de otros.’ Cuando oí sus palabras de protesta, me enojé muchísimo.Y después de reflexionar, reprendí a los nobles y gobernantes, ‘¡Es inconcebible que sus propios hermanos les exijan el pago de intereses!’ Convoqué además una gran asamblea contra ellos.”
Los profetas y los especuladores
Después de soportar varios huracanes en el sur de la Florida y de sobrevivir sus consecuencias, fue allí que como británico, escuché por primera vez el término “graduación de precios” y lo vi puesto en práctica de manera inescrupulosa.

No era diferente en los tiempos de Nehemías. Los exiliados habían regresado de Babilonia para realizar la reconstrucción física de la ciudad capital y de toda su infraestructura económica de apoyo. Esta redención de la tierra, de la sociedad y del pueblo, fue un trabajo masivo, costoso y de mucho sacrificio. ¿Y adivinen qué? Los ricos israelitas estaban graduando precios con los pobres trabajadores. ¿Y adivinen qué? Los ricos gobernantes estaban ganando con la grave situación de los pobres trabajadores. Con sus prácticas auto-indulgentes, los ricos y las clases dominantes se mantenían económicamente seguros y poderosos, garantizando así, para el futuro, su constantantemente egoísta buena economía, y todo esto a expensas terribles de sus hermanos más pobres, que estaban hambrientos, endeudados hasta el límite y que vendían a sus hijos a la esclavitud. Si pensamos en ello, la mayoría de nosotros en este mundo, incluso hoy en día estamos en esa misma posición pobre.
La respuesta a esto en el tiempo de Nehemías no fue tanto una política de comercio justo sino más bien una política misericordiosa. La repuesta no fue el comunismo, ni tampoco el consumismo. No. El comienzo de la respuesta a esta usura insoportable, a esta especulación arrebatadora, a esta graduación de precios perniciosa, fue vergonzosa, ofensiva e hizo temblar a todos los que estaban involucrados. Se llevó a cabo en términos de una condena, comparación, mandato y maldición profética muy poderosa. Hoy en día necesitamos lo mismo. Nosotros, la iglesia, deberíamos sentir vergüenza, porque pareciera que la famosa calle Fleet tuviera más personas valientes y con el espíritu de profecía en ellos, que nosotros. Tenemos un largo camino por recorrer para probar y recuperar nuestra voz profética. No es de extrañar que el mundo no nos escucha, porque en nuestro silencio, somos terriblemente cómplices de los pecados de nuestra nación.
Medita: “Lo que están haciendo ustedes es incorrecto. ¿No deberían mostrar la debida reverencia a nuestro Dios y evitar así el reproche de los paganos, nuestros enemigos? Mis hermanos y mis criados, y hasta yo mismo, les hemos prestado dinero y trigo. Pero ahora, ¡quitémosles esa carga de encima! Yo les ruego que les devuelvan campos, viñedos, olivares y casas, y también el uno por ciento de la plata, del trigo, del vino y del aceite que ustedes les exigen. ‘Está bien,’ respondieron ellos, ‘haremos todo lo que nos has pedido. Se lo devolveremos todo, sin exigirles nada.’ Entonces llamé a los sacerdotes, y ante éstos les hice jurar que cumplirían su promesa. Luego me sacudí el manto y afirmé, ‘¡Así sacuda Dios y arroje de su casa y de sus propiedades a todo el que no cumpla esta promesa! ¡Así lo sacuda Dios y lo deje sin nada!’ Toda la asamblea respondió, ‘¡Amén!’ Y alabaron al Señor, y el pueblo cumplió lo prometido.” Nehemías 5:9-13
Ora: Señor, envíanos políticos ungidos con una voz profética poderosa y luego Señor, envíalos a los salones de juntas y a juntas del Gabinete, envíalos a los bodegas y a las cenas; envíalos a las comunidades armadas, envíalos a ordenar en contra de las maldiciones, para que la gente pueda ser plenamente liberada de la esclavitud económica. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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