Job 4:4
Tú, que con tus palabras sostenías a los que tropezaban y fortalecías las rodillas que flaqueaban.
Enmarcando mariposas
Nuestro versículo del día de hoy es dicho a Job por su “amigo” Elifaz el Temanita. Las palabras pronunciadas parecen ciertas y deberían haber alentado a Job, tan profundamente atormentado y asolado en su espíritu. Desafortunadamente, no fueron más que el preámbulo para otras palabras duras y críticas que llegaron después. El amigo de Job pasaría ‘de Termita a Elefante’ y caminaría sobre el alma ya triste y enferma de Job, se alimentaría de su corazón y haría colapsar su casa sobre su cabecita debilitada. Las palabras son algo poderoso, amigos; o bien son sólidas y proporcionan las bases para construir lentamente pero con seguridad, o son rápidas y se mecen como una bola demoledora, llenando las vidas de devastación y polvo. Sí señores, las palabras son tan dulces como la miel, o tan amargas y repugnantes como mantequilla rancia.
A pesar de las canciones infantiles que hablan de palabras que “nunca nos hieren”, todos conocemos por experiencia el poder que tienen las palabras, o incluso ¡una sola palabra! En un sentido más amplio, también tenemos que reconocer el hecho sorprendente y espantoso de que las palabras también se reproducen. Verán, cuando salen de nuestra boca, despliegan sus alas, ingresan al cuerpo a través de los oídos y depositan sus huevos en el corazón. La manera en la que estas palabras se pronuncian, o incluso se reciben, implica que años después, cuando finalmente las larvas salen de su madriguera, o bien emergen como langostas devoradoras que nos carcomen desde nuestro interior, o bien como hermosas mariposas, que visitan cada recuerdo de nuestra mente y sanan las heridas sollozantes de muchas cosas que ahora nos angustian. ¿Sabían también amigos, que las palabras, especialmente las finales, las últimas, son las palabras que obsesionan a la gente?

Por eso, quiero animarte hoy a que empieces a coleccionar tus palabras en cuadros enmarcados. Palabras que capturen imágenes de lo que podría ser. Dedica tiempo, amor, compasión y cariño sincero a las palabras que les dices a los demás. Que sean como manzanas doradas en marcos de plata, y entrégalas empacadas; estáte preparado para cualquier posibilidad; dáselas también a aquellos que ya quieren recibirlas. La vida me ha enseñado que con el tiempo, todas las palabras se convierten en imágenes, y bien en salones de remordimientos, o bien en pasillos de felicidad, eventualmente son desempacadas para ser examinadas y colocadas en el corazón, y colgadas en nuestras paredes interiores como recuerdos perpetuos del bien o el mal que nos han deseado o que hemos obedecido en nuestro interior. Hoy, amigo, enmarca con cariño la mariposa revoltosa.
Reflexiona: “Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón.” Jeremías 15:16
Ora: Oh Dios, en mi boca yace un mal revoltoso y un mundo de llamas, incluso hasta un frasco de veneno que gotea… Señor, somete mi lengua, quita de ella todas sus maneras de atacar y haz que siempre destile amor. Te lo ruego en el nombre de Jesús. Amén.

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