Monday, April 7, 2014

Apr | 07 | Nos encontramos aquí con una declaración simple y un misterio significativo

SACRIFÍCATE

Faros que atraen

Juan 1:6-10
Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. NVI

Nos encontramos aquí con una declaración simple y un misterio significativon

El misterio significativo es que, a pesar de que el cirio titilante del testigo de Dios que hay en nosotros da testimonio de la comprensión de la eternidad, y aunque el Alguacil de Dios, nuestra conciencia, confirma la pertinencia de quién es Dios y lo que Él requiere, y si bien nosotros mismos decimos un profundo ‘amén’ a los escritos del Altísimo sobre los muros de la creación que declaran Su santidad, Su poder, Su dominio y Sus requisitos, el significativo misterio del pecado es que, a pesar de todas las cosas que hemos enumerado, el hombre elije no conocer a Dios. Esto es tanto así que, aun cuando el Padre envió al Hijo, quien luego de estar en este mundo fue la luz que iluminaba a toda la humanidad, el mundo no Lo conoció; en otras palabras, no se relacionaron con el Hijo de Dios ni inmediatamente, ni íntimamente. Sí, aunque el universo físico creado y mantenido por Jesús existe para Su placer personal y como una manifestación de Sí Mismo hacia la creación, cuando Él vino hacia ellos vestido en la misma carne, ellos no se relacionaron con Él en agradecimiento, en admiración y en adoración, no lo conocieron, ni lo reconocieron, aprobaron o amaron. El misterio del pecado rechaza la luz de la llama abrasadora del fogón de nuestro único y verdadero hogar y elige permanecer en la fría oscuridad de la desesperanza bajo este sol de la perdición cada vez más frío y cada vez más apagado.

La declaración dice que Juan era ‘testigo de la luz’ y es un ejemplo para todos nosotros que hemos regresado al Padre de los espíritus. Jesucristo, en cuerpo, no se encuentra ya en el mundo sino está sentado a la derecha del Padre desde donde ha de regresar para juzgar a los vivos y a los muertos. No obstante esto, Dios el Espíritu Santo está en nosotros, Su pueblo redimido, y gracias a ese gran misterio Trinitario también Jesucristo, la esperanza de la gloria venidera, lo está y, siguiendo este razonamiento, nuestros propios cuerpos se han convertido en el templo del Señor en la tierra. Por ende, también nosotros nos hemos vuelto testigos de la Única Luz Verdadera, así es, nos encontramos frente a una declaración con doble propósito, el terrenal de Juan y el nuestro, ¡y éste es el de ser ‘testigos’ de la Luz!

Amigo, la única forma de ser testigos de la luz, el único y verdadero testimonio de la luz recibida es ofrecer nuestras vidas. Sí, no hay otro testimonio de valor para la recepción de la Luz de Vida que poner nuestras vidas a disposición de esa Única Luz Verdadera. Este es el testimonio constante y el ejemplo que nos dejaron los profetas y los apóstoles al haber estado entre los hombres de este oscuro mundo: Una vida entregada en ocasiones hasta la muerte es la única señal de ese testimonio que hará que otros volteen hacia el Salvador.


Dime querido Cristiano, ¿qué tanta luz produce tu testimonio el día de hoy?

Reflexiona:- Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre –no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia- lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad. Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano. Filipenses 2:12-16 NKJV

Ora: -  Padre, te doy mi vida. Ahora Señor, ayúdame a alumbrar con fuerza para Ti para que las personas vean a Tu Hijo y puedan ser salvas. Amén y amén.

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