Thursday, February 27, 2014

Feb | 27 | El Reino de Dios y la agradable costumbre de los bocaditos de chocolate y bourbon

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El Reino de Dios y la agradable costumbre de los bocaditos de chocolate y bourbon

Lucas 17:20-21
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo iba a venir el reino de Dios, y él les respondió: -La venida del reino de Dios no se puede someter a cálculos. No van a decir: “¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá! Dense cuenta de que el reino de Dios está entre ustedes. NVI

Aborrezco ciertas doctrinas y prácticas de la iglesia de Roma, sin embargo, me encanta su gente. No soy católico romano, aunque alguna vez lo fui. Hoy en día, por supuesto, me veo en la necesidad de explicar por qué soy protestante y sobre qué protesto, en especial a los analfabetos bíblicos, que parecieran ser la mayoría en los que hay un profundo desconocimiento sobre lo que sucedió en la historia de la iglesia el año pasado, ¡y no se diga sobre lo que sucedió hace 2000 años! Dicho esto, esta noche desearía protestar ante mis hermanos protestantes. En especial, desearía decir en voz bien alta que, en realidad, no vivimos el Reino de Dios. El club, ¡sí! El Reino de Dios, ¡no! Y sobre esto estoy protestando.

Bardstown, Kentucky, es un lugar preponderante en el mapa religioso ya que pareciera ser una isla verde rodeada de un mar color naranja. La razón para esto, yo creo, es la presencia e influencia continua de la fama del monasterio de Getsemaní de Thomas Merton. En lo que a mí respecta, este lugar es famoso únicamente por la cosecha que realizan los monjes que elaboran el bocadito de chocolate impregnado en bourbon. A diferencia de no pocos bautistas sureños que creyeron que era ‘buena onda’ escabullirse hasta allí para asistir a una semana de meditación guiada, yo permanecí totalmente ajeno a ese hábito cuestionable y lo visité por una simple y única razón: para comprar los bocaditos de chocolate y bourbon, y solamente para regalárselos a los católicos romanos y a los protestantes reincidentes.

En aquel momento mi esposa era directora de un centro de consejería de Pro-Vida y, aunque no soy imparcial, igualmente debo mencionar que ella realizó un gran trabajo dirigiendo el centro y asesorando a las muchas personas que traspasaron su umbral, logrando asimismo recaudar algunos miles de dólares para mantener al centro funcionando.

Con referencia a estos miles de dólares, recuerdo los cheques que estos mismos monjes (y algunas monjas del convento local) enviaban trimestralmente a la casilla de correo, sin los cuales el Centro probablemente habría dejado de existir. Aun cuando con alegría y agradecimiento nosotros aceptábamos este dinero adornado con cintas y con olor a alcohol, definitivamente no pertenecíamos a su club. No compartíamos su visión o estilo de vida. No compartíamos su doctrina ni la estructura de su iglesia. Lo único que nos unía era que ambos estábamos en desacuerdo con al asesinato de bebés y queríamos salvar a los que pudiéramos. Con este fin en mente, con fe y alegría, ellos cortaban sus cheques y nos enviaban la ‘pasta’. Que quede claro que cuando ellos hacían esto, no esperaban nada a cambio. No esperaban ni deseaban un lugar en nuestra mesa directiva, ni un reconocimiento público de su existencia. Ellos vieron una necesidad, se sintieron felices de colaborar y nos dejaron seguir con lo nuestro, ¡sin condicionamientos! Debo decir que en lo que a mí respecta, esto se ha vuelto un vivo ejemplo del Reino de Dios en acción.

Nosotros, las iglesias protestantes, hablamos mucho del Reino de Dios; sin embargo, cuando lo hacemos en realidad estamos hablando del funcionamiento de nuestro propio club y de su propia denominación, o de los contactos que piensan igual que nosotros; ah, y a propósito, si no estás en mi club, entonces estás por tu cuenta y… ¡que Dios te bendiga!

Esta mentalidad de club se evidencia especialmente en la forma en que damos y compartimos nuestros tres recursos terrenales principales: el dinero, los bienes materiales y la mano de obra. No me malinterpreten: las iglesias pueden reunirse y simular un ecumenismo para tratar de mostrar un frente unido ante el mundo (¡como si al mundo le importara!). Oh sí, podemos simular alguna oración para otra iglesia, o una responsabilidad ministerial combinada e incluso compartir algo! Así es, incluso podemos simular una noche de viernes evangelística, todos reunidos, y luego adorar a Dios en una falsa y simulada demostración de unidad turnándonos en una parodia de palmadas mutuas y corriendo hacia los verdaderos agentes del poder, es decir, hacia los que tienen los monederos; ya sabes, los administradores, la diócesis y los superintendentes de área.

Haciendo a un lado los tan inusuales legados de clubes en el lecho de muerte, me pregunto si cuando uno de nuestros clubes protestantes pueda dar algunos cientos de miles de dólares a otro sin hacer que el receptor baile como Pinocho bajo la influencia del alcohol, es que podremos decir que hemos experimentado ‘El Reino de Dios’. Sí, a menos que uno de nuestros clubes entregue algo de todo su dinero, bienes materiales y mano de obra a otro sin condicionamientos, y luego sencillamente se marche, no nos podremos atrever a atestiguar que el Reino de Dios ha bajado a la tierra y está entre nosotros. Claro que no. Lo que tenemos aquí, queridos amigos, no es el reino sino únicamente un club, y nuestras reuniones de clubes no son otra cosa que amables reuniones de clubes unidos por su denominación más básica y general para simular una demostración de ‘iglesias unidas’ ante gente a la que, realmente, no le importa.

No concuerdo con la práctica del diezmo entre los cristianos del Nuevo Testamento, sin embargo, una vez que hemos dado con alegría y de manera regular para el mantenimiento de aquellos que trabajan entre nosotros, quizá debamos preguntar al Señor si desea que demos a ‘otro club’ y en caso de que respondiera afirmativamente recuerden ese viejo y sabio dicho (carita sonriente por favor) “La caridad es buena… ¡suscríbete a la mía!” ¡Cristiano, deja de simular el Reino de Dios! ¡Vive en él! Y recuerda, el Reino de Dios puede estar dentro de nosotros, pero su manifestación es externa y siempre es práctica.

Llevando esta noche las cosas a un plano personal, permíteme que te diga que estoy cansado de la unión pretendida, del ecumenismo forzado, de esa demostración de aparente unidad que es una mentira viva en todos los puntos que realmente importan. Solamente hay dos cosas que unirán al pueblo de Dios: la persecución y el regreso del Señor Jesucristo. Ambos están cerca. Mientras tanto, todos somos parte de un mismo cuerpo y juntos estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales. Por lo tanto, seamos lo suficientemente maduros y lo suficientemente guiados por el Espíritu para actuar más allá de los límites del club.

Reflexiona:- Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. Juan 17:22-23 NVI

Ora: -  Padre, danos la vista que precisamos para ver Tu reino y el valor para bendecir a nuestros hermanos. Amén y que así sea.

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