Thursday, March 27, 2014

Mar | 27 | La Señora Comercio: La Dama de la Muerte

BONDAD

La Señora Comercio: La Dama de la Muerte

Salmos 24:1
Del SEÑOR es la tierra y todo cuanto hay en ella; NVI

La tercer Casa de Bolsa Real de Londres dejó de funcionar como tal en 1939 y ahora es simplemente la morada de cafeterías elegantes y tiendas costosas. Aun así, las huellas bíblicas victorianas del Príncipe Alberto se destacan especialmente en el gran tímpano que mira al oeste, y en el frontispicio sobre los ocho pilares se pueden ver las esculturas realizadas por R. A. Westmacott donde en el centro de once figuras alegóricas se eleva una estatua del ‘Comercio’ de tres metros de altura, recostada contra la proa de un barco. A su izquierda, un cuerno de la abundancia y un panal de abejas simbolizan la abundancia y la industria, en tanto que en ambos lados los mercaderes ingleses conversan y regatean con comerciantes extranjeros. El ‘Comercio’ descansa sobre un gran bloque para que todo el mundo lo vea, y sobre el bloque las palabras de nuestro versículo de hoy están inscritas con toda claridad: “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella”.

Hay un dato interesante: Las dos Bolsas anteriores fueron destruidas por el fuego. Sumado a esto, todos esos ricos mercaderes que una vez realizaron negocios en este triple testimonio de los siglos sobre el fracaso del comercio, sí, aquellos que en ocasiones financiaron la construcción del imperio de adquisición por medio de guerras, embustes y por todos y cada uno de los medios financieros, están todos, al igual que el buque que navegan, hundidos bajo tierra, y con la piel estirada de sus cuerpos obesos ahora siendo comida de gusanos y de pececitos gordos.

El terrible testimonio del fracaso del comercio es que aunque puede traer riqueza para el ahora, no puede traer vida eterna para el cuerpo ni para el alma.

Comida, moda y techos elegantes siguen siendo las tres principales commodities, con poder para esclavizar al cristiano en esta vida, y la ‘Señora Comercio’, vestida de negro y con un látigo de cuero, sigue siendo la Dama que maneja este circo de tres arenas. Los sueños, las visiones, los deseos, las oportunidades de grandeza espiritual, riquezas eternas e invaluables tesoros celestiales, todos han sido consignados alegremente al montón de ‘remordimientos’ del final de la vida y canjeados por una vida de abuso en la, así llamada, casa del placer de la ganancia comercial. Sí, mis amigos, tomen nota de esto: He observado que para el cristiano del presente esa ‘darse cuenta’ que se da al final de la vida, lo cual acompaña a los que tienen edad avanzada y los que están prontos a partir, en la mayoría de los casos lleva a un terrible lamento, ya para entonces irremediable. No puede ser de otra manera, pues cuando ves que tu techo será dado a otro y tu gran guardarropa irá a parar a las ventas de caridad, entonces la Señora Comercio junto con su circo de tres arenas es, finalmente, vista no solo como el dolor por nuestras ahora pérdidas, sino también como la bruja mala de todas nuestras pesadillas.

Para que el corcel de la revolución corra nuevamente desde nuestros establos llevando al jinete del avivamiento en su lomo, la Señora Comercio deberá convertirse en la mucama del Reino de los Cielos, más aun, en la sierva del Rey de toda la tierra, cumpliendo Su gran mandamiento. A menos que esa Dama se convierta en la modesta sierva de la iglesia, el fuego y la plaga, la pérdida y el horror, la desilusión y el remordimiento serán nuestra porción. Tomen nota: Su porción al final de todos sus días será el testimonio de la bondad de su Dios o una lamentable historia de remordimientos. Entonces, díganme hoy, ¿a qué Trinidad están sirviendo verdaderamente? ¿La de la Comida, Moda y Techo Refinado? ¿O la de Padre, Hijo y Espíritu Santo?

Reflexiona:- “Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida? ¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan…” Mateo 6:25-28 NVI

Ora: -  Padre, que la comida y la bebida sean mi contentamiento diario, pues la tierra es Tuya, oh Señor, y todo cuanto hay en ella. Dame salud y fortaleza y enséñame a obedecer Tus mandamientos, pues la tierra es Tuya, oh Señor, y todo cuanto hay en ella. Comida, moda y techos refinados, todo esto lo arrastro con mi bota de vaquero, y no presto atención ni a su llanto ni a su sollozo, pues soy tuyo Señor y la tierra es tuya, con sus tesoros y todo cuanto en ella hay. Amén y amén

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