Monday, March 11, 2013

Mar | 11 | ¡También Waffles!

FELIZ
Apocalipsis 3:20

He aquí Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. (Reina-Valera 1960)

¡También Waffles!

¡Los alumnos de preescolar estaban emocionados y hambrientos! El Pastor de la escuelita dominical acababa de guiarlos por la historia de El pequeño Zaqueo que subió al árbol y el gran Jesús invitándose a cenar con él. Entonces, la maestra formula la pregunta: “Ahora, niños, ¿qué le darían a Jesús si Él viniera a su casa a cenar?” En un instante, la manita rosada de la niña pelirroja y hambrienta estaba en el aire “Oooooh, Señorita Bridget, ¡yo le prepararía waffles a Dios!” ¡Invaluable!

Ahora, yo no sé si ‘la pequeña señorita pelirroja’ estaba pensando en cuánto le gustaría a ella misma dar unas mordiditas a algunos waffles o si realmente su amor por ellos los hacía la elección obvia para ofrecer a Jesús cuando Él viniera a su casa. Sí, dije ‘cuando’ porque los niños de esa edad piensan en el ‘cuándo’ y no en el ‘Si...’. Recuerdo a mis propios querubines a esa edad, si yo hubiera dicho, “Hey, vengan a ver a papi saltar sobre la luna”, allí estarían afuera, con sus cabezas hacia el cielo, mirando expectantes el disco brillante en el firmamento nocturno y esperando a que yo saltara, arriba y a lo lejos. Después de todo, ¡papi podía hacer casi todo! Sí, la pequeña señorita pelirroja estaba viviendo el sueño y no fue algo planeado en absoluto. “¡Dios viene a cenar! Oooooh Señorita Bridget, cuando venga, le voy a preparar waffles!”

A menudo yo voy a Su casa a cenar. Lo llamamos Comunión o la Cena del Señor y, debo decirles amigos, que por lo general no lo disfruto, no me gusta el modo almidonado y la sobriedad forzada de nuestras iglesias. En líneas generales es muy incómodo y, en realidad, no es la comida feliz y reconfortante que Jesús planeó que fuera. Lo cierto es que preferiría comer waffles y crema batida con cerezas, sentado incómodamente pero agradecido, sobre las pequeñas sillitas pintadas de rosa, en compañía de la ‘pequeña señorita pelirroja’ que tiene a Jesús como su amable invitado, en vez de en cualquier banco de iglesia, junto al resto de los estoicos elegidos.

Los borrachos parranderos de Corinto tienen mucho por lo qué responder, y cuando los vea, ¡les voy a decir lo que pienso! Porque desde esos tiempos, sus travesuras han sometido a millones de nosotros a tantas cenas sombrías y arrogantes, que me sale una úlcera de sólo pensar en ellos. Francamente, ya he asistido a demasiadas cenas terribles dirigidas por algún diácono de rostro severo y amargado, o presididas por algún Pastor pomposo y con una mirada de desaprobación. ¡Oh Dios...líbranos!

Ahora, no me malinterpreten, las borracheras de los Corintios junto con la separación de los estratos sociales en la mesa del Señor estaba mal. ¡Algunos de ellos pagaron por tales pecados con sus propias vidas! No te metas con la santidad de Dios, eso es seguro. Los Corintios habían traspasado el límite y algunos pagaron por eso con sus vidas, no obstante, no puedo evitar pensar que, de algún modo, estaban más cerca de la verdad en esas cenas triunfantes, de lo que lo estamos la mayoría de nosotros en nuestras horribles cenas, simplemente, porque ellos establecían una atmósfera de celebración en el momento de la cena. Ah, y no me vengan con esa vieja historia de tener un profundo gozo interior y de estar sombríos pero felices. ¡Las celebraciones significan fiesta! ¡La Cena del Señor debería ser un recordatorio alegre, una observación opulenta, una fiesta con un Príncipe presente y regalos del Príncipe para recordarlo! Sí, tú, viejo amargado, ¡el pan y el vino significan un momento de celebración!

Si esta cena con Jesús es parecida a una experiencia miserable para la mayoría de nosotros, entonces, comprometámonos a hacerlo sólo una vez al año, para así poder preparar exhaustivamente nuestro sistema digestivo y nuestro bagaje psicológico para un buen alboroto. ¡Una vez al año... cualquiera puede lograrlo! Sin embargo, si es “tan a menudo como bebemos el fruto de la vid y partimos el pan de vida” entonces nuestro recuerdo de celebración de la gloriosa venida de nuestro Salvador, Cristo Jesús, el Señor, debe convertirse en una gran gala de refinamiento feliz para bendecir a los santos y hacer estallar al rugiente y acusador diablo, ¡justo al centro del infierno que él se merece!

Sin embargo, como dije antes, si estás borracho, ya sea por la bebida o por el orgullo (¡que es lo mismo!), ¡entonces deja que esa copa pase de largo! De no hacerlo así, podrías terminar muerto. Sí, si sientes aires de grandeza y piensas que eres mejor que los demás, entonces también, déjalo pasar; porque, con una ‘enfermedad’ como esa, Jesús puede volverte débil e insignificante. Ten cuidado, ten mucho cuidado.

Entonces, si haz dejado atrás esa ebria falta de respeto por el orgullo pomposo, luego, en ésta, la más magnífica y misericordiosa de las celebraciones de evocación, ¡come, bebe y sé feliz! Porque el Príncipe de la vida murió por ti para que tuvieras vida abundante. Esta es la verdadera razón para estar felices, ¿no es cierto?

Me pregunto si las más de las veces el mismo Jesús no preferiría comer waffles con una pequeña pelirroja, que partir el pan con algunos de nosotros, siempre tan quejumbrosos por nuestras miserias. ¿Qué piensas? Vamos, ¡examínate a ti mismo en esto!

Reflexiona: “Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles: Tomen y coman; esto es mi cuerpo. Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles: Beban de ella todos ustedes. Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.” Mateo 26:26-29

Ora: Señor Jesús, nos regocijamos ante la expectativa contenida en Tu voto de abstinencia de alcohol, hasta el día en que nos sentemos nuevamente juntos alrededor de Tu mesa gloriosa y abundante. Amén. ¡Aleluya y Alabado sea Dios! Señor, no podemos esperar para beber contigo, en el cielo, el fruto de la vid. Y Señor... ¿habrá también waffles? Amén.

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