Saturday, March 23, 2013

Mar | 23 | Algunas palabras del arsenal del hombre que marcha

GALARDÓN

Lucas 18:29-30
“Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por causa del reino de Dios haya dejado casa, esposa, hermanos, padres o hijos, recibirá mucho más en este tiempo; y en la edad venidera, la vida eterna.”


Algunas palabras del arsenal del hombre que marcha

Muchos años después de haber perdido el contacto recibí una carta de un par de viejos ‘Calebs’. En las fotografías que enviaron todavía podía ver la luz de Jesús brillando en sus ojos. Durante décadas, ellos habían vivido una vida de fe y confianza en Dios, y habían influenciado a miles. El precio que tuvieron que pagar no fue poco, pero ellos lo habían soportado bien y consideraban que el servir al Señor era un privilegio. Habían abandonado el sueño ‘americano’ hacía ya mucho, y en su lugar, habían ido por un sueño mejor, en otras palabras, una visión celestial, una ciudad cuyo constructor y hacedor era Dios. Pagaron un precio muy alto, pero su recompensa fue grande. Amar, abandonar, costo y recompensa, todas estas deberían ser palabras familiares en el arsenal del hombre que marcha.

Kipling, en su poema ‘Canción de Arpa para la Mujer Danesa’ habla del sentimiento de las mujeres que ven a sus Vikingos haciéndose a la mar una y otra vez, para cortejar al viejo y gris “hacedor de viudas”, (puesto que eso era el mar para ellas), y al hacer esto, preparándose para la posibilidad de no volverlos a ver regresar a sus amantes brazos.

En Louisville, Kentucky, en el centro del río Ohio, hay muchas islas; y es la Isla de Sand la que presenta evidencia de colonizadores marítimos anteriores a los peregrinos; esto también coincide con una antigua leyenda indígena sobre una tribu de feroces guerreros blancos, de cabellos dorados quienes habían vivido allí muchos años atrás. Nadie puede asegurarlo, pero tal vez los Galeses o los Vikingos llegaron a Louisville mucho antes que los padres peregrinos llegaran a estas costas de Norteamérica. Si esto fue así, ése debe haber sido un viaje largo y costoso en el cual muchos seres queridos quedaron atrás. Un viaje del que nunca regresaron:

Navegas hacia donde abundan las nubes de tormenta
Y el sonido de los remos contra el agua
Es todo lo que hemos dejado atrás, tras estos meses.

¡Ah! ¿Qué hace una mujer si la abandonas,
y el fuego del hogar y la tierra de la familia,
para seguir al viejo y gris Hacedor de Viudas?


Fueron dos valientes misioneros Menonitas quienes se vendieron a una vida de esclavitud para poder así atender a tres mil esclavos británicos mantenidos en cautiverio y aislamiento del resto del mundo. Fueron dos valientes misioneros Menonitas quienes, luego de haberse vendido, utilizaron el dinero para comprar el pasaje a esa isla donde, como esclavos, ministrarían de Cristo a otros esclavos. Fueron estos dos mismos misioneros Menonitas quienes abrazaron y dijeron adiós a sus familiares quienes sollozaban en el muelle. Fueron estos dos mismos misioneros Menonitas, quienes se despidieron gritando de sus familiares, a quienes no volverían a ver jamás, y dejaron con ellos un grito profético que vigorizaría a las misiones Menonitas por innumerables años por venir y que decía: “¡Que el Cordero que fue inmolado reciba el galardón por Su sufrimiento!”

Ellos navegaron hacia el horizonte y nunca más fueron vistos o se supo de ellos.
Me pregunto, ¿habrá todavía soldados Cristianos a nuestro alrededor deseosos de abandonarlo todo por el bien del Evangelio y del Señor mismo? ¡Me pregunto si esta generación tiene algún ejército de “Amys Carmichaels” o “Jim Elliots” y otras valientes almas que se sacrifican y de quienes el mundo no es digno! Me pregunto también si ¿habrá algunos guerreros expectantes, (me refiero a los que lo dejan todo), valientes y familiarizados con las palabras y el arsenal del hombre que marcha? Si los hay, entonces ¡deben subirse a los barcos, dirigirse al ‘mar’ y ver las maravillas del Señor!

Medita: “Tres veces me golpearon con varas, una vez me apedrearon, tres veces naufragué, y pasé un día y una noche como náufrago en alta mar. Mi vida ha sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros de ríos, peligros de bandidos, peligros de parte de mis compatriotas, peligros a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos. He pasado muchos trabajos y fatigas, y muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en ayunas; he sufrido frío y desnudez. Y como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias.” 2ª Corintios 11:25-28

Ora: Toma mi vida y conságrala a Ti, Señor. Cuida de aquellos a quienes amamos, que aunque no los hemos abandonado, se han quedado atrás. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén y amén.



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