Salmos 27:4
Una cosa he pedido al Señor, y ésta buscaré: Que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar Su Hermosura...
Desnudos y no avergonzados
Era una boda muy sureña por su estilo. El pastor, incluso sin su sombrero de vaquero, lucía como un extra del antiguo filme Bonanza. Con amabilidad advirtió al novio, y lo amenazó públicamente con hacerle una visita no muy pastoral en el futuro, si no atendía adecuadamente a su nueva y hermosa esposa. El pastor se mostró amablemente amenazante. ¡Pero no había duda de que su actitud era amenazante! Había intención en su voz. Los había visto crecer y los amaba a ambos profundamente. Sabía de la virginidad de ambos y alardeó de ello públicamente. Fue una boda muy sureña, y me encantó.

En la boda típicamente sureña la novia virgen y el novio se veían hermosos. No resulta grosero sugerir que el novio ansiaba contemplar la desnudez de su esposa en su noche de bodas. Ciertamente, John Eldridge en su libro Corazón Salvaje cita a William Blake diciendo: “El cuerpo desnudo de una mujer es una porción de la eternidad demasiado grande para la vista del hombre”. Eldridge sugiere que la belleza desnuda de una mujer es el toque final de Dios en la creación, encarnando la belleza, el misterio, y la tierna vulnerabilidad de Dios.
¿Quizás, el mirar con ansia la desnudez es una forma gloriosa y práctica de deleitarnos en nuestra esposa y al mismo tiempo protegernos de la lujuria? Amigos, cuando miremos unas curvas sensuales, meditemos en los profundos deseos que nos conectan a Dios y permitamos que enciendan nuestra pasión por Él. En su libro titulado Following Hard after God (Siguiendo a Dios de cerca), AW Tozer nos dice lo siguiente para el día de hoy: “El carácter rígido y acartonado de nuestras vidas religiosas es el resultado de nuestra falta de deseo santo. La autocomplacencia es un enemigo mortal de todo crecimiento espiritual. El deseo intenso debe estar presente para que Cristo se manifieste a Su pueblo. Él espera ser deseado. ¡Qué mal que con muchos de nosotros Él tenga que esperar tanto tiempo en vano!”. Piensen en eso.
Me pregunto si todo esto no les indica que también hay un gran deseo de Dios hacia nosotros. Un deseo incluso infinito. ¡Sí, un deseo santo, total, desmesurado, y extravagante por ti! Un deseo que anhela poder contemplar tu bella desnudez y verte tal como eres. Dios te desea, y en toda Su espléndida belleza te invita a mostrarte tal cual eres y buscarle. Entonces, la próxima vez que contemples la maravillosa desnudez de tu amada, piensa en esto. Dios no está ausente de tu vida sexual, al contrario, está completamente ligado a ella. Esta es una manera mediante la cual el lecho matrimonial es a la vez santo y sin mancha. Piensa sobre esto hoy, aunque no demasiado, ¡pues estoy seguro que tienes trabajo por hacer!
Reflexiona: “¿A quién tengo yo en los cielos, sino a Ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra” Salmos 73:25
Ora: Señor, siento no anhelar mirarte para estar contigo. Señor, perdóname. Atráeme hoy, oh Señor, y muéstrame toda tu hermosura. Amén.

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