Sunday, June 9, 2013

Jun | 09 | Vergissmeinnicht (no me olvides)

JUZGAR

Romanos 5:7
Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena.

Vergissmeinnicht (no me olvides
)

Crecí leyendo a los poetas de la Primera Guerra Mundial: Brooke, Sassoon, Graves etc. Los escalofriantes escenarios de la guerra mecanizada durante este conflicto (1914-1918) hicieron que se perdiera el sentido del honor, especialmente en la pluma de Wilfred Owen. El poema que expresa lo que Owen llama la vieja mentira de “dulce et decorum est pro-patria mori” (es grandioso y glorioso morir por la patria), se escribió luego de un ataque con gas. No soy un pacifista, pero pienso que todo soldado y todo hombre mayor que toman parte en la decisión de enviar jóvenes a la guerra, necesitan leer el poema de Owen.

Un día como hoy en 1944, en Normandía, otro poeta murió en acción: Keith Douglas. En 1940 escribió el poema que da título a la reflexión de hoy. En él nos habla del regreso a un área del campo de batalla donde un enemigo había tratado de matarlo anteriormente. El cadáver había permanecido sin ser sepultado, a la intemperie, durante tres semanas. Las estrofas finales dicen así:

Mira, aquí en la pila de tierra de la trinchera
la deshonrada foto de la novia
que con perfecta letra gótica había escrito
Steffi. Vergissmeinnicht
en una escritura tipo gótica.

Lo vemos casi con satisfacción,
humillado, pareciendo haber pagado
y ridiculizado por su propio equipo
que es fuerte y bueno mientras él se descompone.

Pero ella lloraría al ver hoy
como las oscuras moscas se mueven en su piel;
el polvo sobre los ojos de papel
y el estómago reventado como una cueva

Pues aquí la amante y el asesino se mezclan
quien tuvo un cuerpo y un corazón.
Y la muerte que seleccionó al soldado
ha causado a la amante una herida mortal.

En vista de que los hombres en este siglo XXI andan en busca de su hombría castrada, de su estatus perdido de guerrero y aventurero, es necesario recordar las experiencias del pasado, no vaya a ser que también nosotros nos engañemos en pensar que la muerte en batalla es algo muy glorioso.

En la obra Enrique V de Shakespeare, en la víspera de la batalla de Agincourt, el personaje de Williams habla sin saberlo con el rey que se ha disfrazado y recorre en secreto su atemorizado ejercito. Williams le expresa lo siguiente:

“si la causa no es buena, el propio rey tiene un difícil cálculo que hacer cuando todas esas piernas, brazos y cabezas cortadas en la batalla se reúnan en el día final y griten ‘Nosotros morimos en ese lugar’ – algunos maldiciendo, otros pidiendo a gritos un cirujano, otros por sus esposas abandonadas en la pobreza, otros por las deudas que dejaron detrás, otros por sus hijos desamparados. Me temo que pocos mueren bien esa muerte en batalla; ¿pues como pueden disponer de algo
cuando la sangre es su argumento?”

Amigos, la muerte es terrible y, en la batalla, la vida de las personas nunca es tomada con amor. Permítanme hacerles una pregunta, amigos guerreros, “¿es la causa por la que sacrificarían sus vidas una buena causa, una gran causa, una causa justa? Asegúrense de ello, pues en la batalla habrá sangre”.

Reflexiona: “Mas Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8-9

Ora: Jesús: Nosotros somos la buena causa por la que entregaste Tu vida. Ayúdanos entonces a encontrar y a luchar por todas Tus buenas causas, y si es necesario . . .





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