Sunday, June 16, 2013

Jun | 16 | Diseñados para la dignidad

DIGNIDAD

Hechos 19:15
El espíritu maligno les replicó: Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo, pero ustedes ¿quiénes son?

Diseñados para la dignidad


La banda Deacon Blue de Glasgow, sacó una canción sorprendente hace algunos años que se llamaba “Dignidad”. Ojalá tuviera espacio aquí para escribir toda la letra pero no lo tengo, ¡por lo que los animo a que la busquen en Internet! Sin embargo, el final de la canción “Dignidad” dice lo siguiente:

Y estoy meditando en el hogar
Y estoy meditando en la fe
Y estoy meditando en el trabajo
Y estoy meditando en cuán bueno sería
Estar aquí algún día
En un barco llamado Dignidad.

Dignidad. Muchos hombres necesitan aferrarse a este tema. Muchos del pueblo de Dios necesitan hacerse a la mar en sus propios barcos de Dignidad personal.

Arthur Miller en su maravillosa obra teatral “El Crisol” (basada en los juicios por brujería de Salem, Massachusetts en 1692) nos presenta de forma magistral el dilema de John Proctor, un puritano pecador pero honesto. Después de haber confesado erróneamente sobre su participación en la brujería él, al igual que el legendario Latimer, se retracta y hace trizas la falsa confesión que le hubiese salvado la vida, y exclama “¿Cómo puedo vivir sin mi buen nombre? Ya les he entregado mi alma, déjenme mi buen nombre”. Desesperado, el personaje Hale le dice a Proctor que lo van a colgar por no confesar el pecado de brujería y aunque todos saben que era una confesión falsa, ¡él debía confesar de todas formas! Hale le dice en efecto “¿Cómo puedes obedecer a tu orgullo pecaminoso? ¿Cómo puedes cambiar tu vida por tu buen nombre?”. En este momento el escritor Miller hace que el personaje Proctor en el crisol de su interrogatorio, descubra el ya-hace-mucho-tiempo perdido tesoro de su dignidad personal, al responderle a Hale con las siguientes palabras “Yo puedo. Y esa es la primer maravilla que verás: que sí puedo. Has hecho valer tu magia, porque ahora sí creo que veo algunas hebras de bondad en John Proctor. Estas no son suficientes como para tejer una bandera, pero son lo suficientemente blancas como para mantener mi dignidad alejada de estos perros”. Entonces Proctor sube a bordo de su propio barco de Dignidad, teniendo en mayor estima su propia integridad personal que su reputación pública. Esta posición le permite a Proctor obtener la redención de su propio personaje así como la confesión verdadera y luego le permite a Dios redimir su alma perdida.

Verdad y honor, ese traje de dignidad que Proctor redescubrió, se hizo más importante para él que su propia vida. Mientras John Proctor se dirige a la muerte, su esposa Elizabeth llora al reconocer que su esposo ha redescubierto su propio tesoro, el que hace mucho tiempo había perdido y expresa: “Ahora, él ha recibido una bendición. Dios me libre de quitársela”. Sí, hay algo brillante, algo bueno, ¡algo de muchísimo valor en la dignidad personal!

Muchos de nosotros necesitamos cavar hondo en busca de nuestro tesoro de dignidad personal. Sin dignidad personal, un hombre jamás será un verdadero hombre al igual que una mujer nunca será hermosa, si no se adorna con lo mismo.

Amigo cristiano, ¿cómo está tu nombre hoy? ¿A qué le otorga valor tu nombre: Al cielo por tu regocijo o al infierno por tu caída? Piensa en esto: ¿Quién eres tú? ¿Qué aroma se percibe cuando tu nombre es pronunciado? ¿Qué valor tiene para ti y para los demás? Dime, ¿de qué tamaño es la vela de tu dignidad cuando ésta es izada, en los labios de las personas que pronuncian tu hermoso nombre?

Medita: “Grata es también, de tus perfumes, la fragancia; tú mismo eres bálsamo fragante. ¡Con razón te aman las doncellas!.” Cantar de los Cantares 1:3 (NVI)

“Los sonidos de tu nombre son como el murmullo de un arroyito en la pradera. ¡Con razón todos aman el pronunciar tu nombre! Cantar de los Cantares 1:3 (tomado de EL MENSAJE de Eugene H. Peterson)

“Mejor es la buena fama que el buen ungüento” Eclesiastés 7:1 (VRV)

Ora: ¡Señor! Permite que el valor, la fortaleza, el honor y la dignidad distingan a Tu pueblo oh, Dios. Señor muéstrame más cómo debo ser yo, muéstrame cómo Tú me ves desde el fondo de tu corazón. Por favor, Jesús, ayúdame a vestirme con dignidad y verdad, y con una comprensión de quién soy verdaderamente en Ti. Amén y amén.




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