Jueces 4:18
Jael salió al encuentro de Sísara, y le dijo: ¡Adelante, mi señor! Entre usted por aquí. No tenga miedo. Sísara entró en la carpa, y ella lo cubrió con una manta.
La dama de rojo

Me encanta la manera en la que las Escrituras presentan la vida en toda su realidad hermosa pero en ocasiones monstruosa. Por ejemplo, Rahab, la ramera, sabiamente traicionó a su propia ciudad y país para encontrar perdón y misericordia, y un lugar dentro del árbol genealógico del Cristo. Betsabé, la hermosa, durante siglos no pudo ser ni mencionada por haber traicionado a su esposo, y no obstante, Salomón nacería de su vientre adúltero. Dalila seduciría a Sansón (¡y no le costó mucho, amigos!) y haría caer a un juez y enceguecería a un líder poderoso. Con todo, Sansón también haría caer a un reino en medio de su ceguera redimida. Podría seguir, pero tal vez es bueno que vaya al punto. ¿Estoy diciendo: ‘hombres, tengan cuidado con las damas de rojo’? ¡Justo eso estoy diciendo! No obstante, ese no es el punto principal. Realmente creo que el mensaje que necesitamos acoger es que, al final, Dios va a atrapar a los chicos malos. Él es un Dios de juicio, y todas las cosas están al descubierto y son manifiestas delante de Aquel a quien tenemos que dar cuentas. Al final, Dios va a atrapar a los chicos malos.
Los investigadores aseguran que los hallazgos de la autopsia efectuada en el cuerpo que fue recogido afuera del Biograph Theater, contradicen los registros médicos conocidos de Dillinger, y que la verdad es que, en otro giro arriesgado, Dillinger burló una vez más a la justicia. Aun así, yo les digo que, haya sido o no el cuerpo de Dillinger, al final no pudo haber escapado a la justicia. Nadie lo hace jamás.
El tiempo y los propósitos de Dios son inescrutables, y con todo debe reconocerse que hay una multitud enorme de serias injusticias que pasan por la vida sin ser enfrentadas. Las personas creen que pueden esconderse tras un nuevo nombre o un nuevo rostro; incluso detrás del poder y el orgullo de la autojustificación, o de cualquier ‘hoja de parra’ conveniente y astuta que les llegue a sus manos. Aunque muchos van sigilosos y tranquilos, y aparentemente engreídos y victoriosos en ocultar su pecado tan plenamente, esquivando así de manera escurridiza lo que con toda seguridad es su justa recompensa, aun así les digo que no tienen el menor éxito en su aislamiento, porque Dios los atrapará al final, porque conocemos a Aquel que dijo: “Mía es la venganza. Yo pagaré, dice el Señor”, y una vez más, “El Señor juzgará a su pueblo”. Es terrible caer en las manos del Dios vivo (Hebreos 10: 30-31). Tal vez no les guste pero así es. Nuestro Dios es un Dios de venganza acosadora.
Les diré una cosa: mejor asegúrense de que todas sus fechorías fatales y delitos burlescos estén clavados a la cruz del Calvario, junto con y en Su Hijo, el que se sacrificó. Porque Él viene, y cuando llegue, ya no será, para nadie, un Sr. Simpatía.
Reflexiona: “Jael salió al encuentro de Sísara, y le dijo: ¡Adelante, mi señor! Entre usted por aquí. No tenga miedo. Sísara entró en la carpa, y ella lo cubrió con una manta. —Tengo sed —dijo él—. ¿Podrías darme un poco de agua? Ella destapó un odre de leche, le dio de beber, y volvió a cubrirlo. —Párate a la entrada de la carpa —le dijo él—. Si alguien viene y te pregunta: "¿Hay alguien aquí?" , contéstale que no. Pero Jael, esposa de Héber, tomó una estaca de la carpa y un martillo, y con todo sigilo se acercó a Sísara, quien agotado por el cansancio dormía profundamente. Entonces ella le clavó la estaca en la sien y se la atravesó, hasta clavarla en la tierra. Así murió Sísara. Barac pasó por allí persiguiendo a Sísara, y Jael salió a su encuentro. Ven —le dijo ella—, y te mostraré al hombre que buscas.» Barac entró con ella, y allí estaba tendido Sísara, muerto y con la estaca atravesándole la sien.” Jueces 4:18-22
Ora: Señor, ayúdanos a entregarte todas nuestras injusticias. Señor, ayúdanos a tener todo el poder para amar a nuestros enemigos, sabiendo que Tú, el Gran Juez, harás lo justo. Porque sabemos que aquellos que no encuentren refugio bajo los clavos de Jesús, serán al final, sin lugar a dudas, capturados por Él. Amén.

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