Filipenses 3:19-21
“...nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, al Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a Sí mismo todas las cosas.
La bandera de la gloria futura

Al amar a nuestros países, el verdadero amor demanda la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Cualquier otra cosa es la actitud ingenua de esconder la cabeza en la arena, y queridos amigos, nosotros como Cristianos debemos ser lo suficientemente maduros como para negarnos a jugar la carta de ¡hurra, hurra! del patriotismo juvenil y a cantar los tontos cantos de “¡cuán grande somos!” los cuales les enseñan a los jóvenes ignorantes, apasionados por un poco de gloria desesperada, la vieja mentira de: Dulce et decorum est pro patria mori (Es grandioso y glorioso morir por tu país). Amar a nuestro país hasta la muerte, seguramente, implica hacer a un lado el más poderoso de los legados Cristianos.
Para no ser malentendido hoy, permítanme decirles que está bien amar a nuestro país, donde sea que éste esté y como sea que éste sea, y si es necesario, luchar y morir por lo que es correcto a los ojos de Dios. Sin embargo, es todavía mejor que nosotros, como Cristianos, amemos aún más a nuestra verdadera y sólida patria. Pues nosotros no servimos a un monarca, a un primer ministro o a un presidente ¡no! ¡Servimos al Rey de Reyes y Señor de los Señores!
Amigos, estoy convencido de que nuestras naciones serían mejores lugares si nosotros fuésemos los verdaderos patriotas y embajadores activos, como deberíamos, de nuestra patria celestial. Oh mis amigos, ¡qué legado tan poderoso dejaríamos para las generaciones futuras, si hiciéramos eso! El tesoro de la pregunta es, ¿cómo saber cuándo no somos patriotas verdaderos y embajadores activos del cielo? Bueno, aquí está la prueba: déjame preguntarte, ¿realmente esperas con ansias a un Salvador, que todo lo trasnforma y todo lo puede, quien te llevará a casa? ¿Tienes tus anhelos y tus metas puestas pensando en el cielo o en la tierra? Después de todo, ¿dónde están tus tesoros y para qué estás viviendo, amigo? ¿Para tus bienes verdaderos o para tus bienes terrenales? Porque, en verdad, allí donde tengas tu tesoro, allí estará tu corazón. Amigos, creo que sé la respuesta a estas preguntas, y creo que ustedes también las saben, porque en verdad, ¿cuál es el legado que han dejado muchos Cristianos, ¿realmente añoraron y buscaron el cielo, su verdadera patria?
Bueno, al observar la falta de poderosos legados Cristianos, vemos que solamente en Estados Unidos, ¡se abortan 1.5 millones de bebés al año! Ya tantos han sido asesinados que la suma de todos ellos superaría la población actual de una nación pequeña, más aún, ¡de la población de Inglaterra! La pornografía es el no-tan-secreto y favorito pasatiempo en los Estados Unidos con ciudadanos derrochando miles de millones de dólares en esa industria cada año; y qué más puedo decir sobre el creciente aumento del racismo, las drogas, el crimen, los asesinatos, los depredadores y delincuentes sexuales, la defensa de los homosexuales, los matrimonios entre personas del mismo sexo, y muchas otras cosas más. Los continentes de Europa y ahora Asia, no están mejor, y francamente, el mundo entero simplemente está aumentando su hedor como el viejo cubo de agua sucia que espera a ser vaciado.

No, no soy un liberal de izquierda, ni tampoco un pacifista. No señor, soy un miembro de la muy lejana y extremadamente distante derecha. Soy un soldado. Visto uniforme y llevo un arma. Soy un luchador por la libertad y hoy, estoy anhelando y buscando que una nueva revolución se levante entre mis hermanos. Una revolución real, que tenga sus raíces en el cielo. Porque me pregunto, ¿cómo se verían nuestros hogares actuales y pasajeros, si la bandera de la gloria futura ondeara, totalmente desplegada, delante de ellos? Tengo que pedirles hoy que examinen dos cosas: Primero, cuál es su patria y en qué bandera han envuelto su fe y, segundo, dónde han puesto sus corazones y su verdadera fidelidad. Seguramente, ¡esto determinará el poder de cualquier legado que finalmente dejemos tras nosotros!
Reflexiona: A los ojos de Dios, las naciones son como una gota de agua en un balde, como una brizna de polvo en una balanza. El SEÑOR pesa las islas como si fueran polvo fino. El Líbano no alcanza para el fuego de su altar, ni todos sus animales para los holocaustos. Todas las naciones no son nada en su presencia; no tienen para él valor alguno. Isaías 40:15-17
Ora: Señor, muéstrame mi verdadera bandera y los estandartes de sangre y gloriosos bajo los cuales marcho hoy. Fortalece mi corazón, y luego permite que el sello de mi ciudadanía se muestre claramente sobre mis ojos ciegos y mis oídos sordos. Oh Dios, muéstrame el cielo, permíteme ver mi verdadero hogar y ayúdame para que, al momento de mi partida junto a ti, pueda tener la seguridad de que he dejado algunos legados Cristianos poderosos. En el nombre de Jesús te lo pido. Amén.

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