Saturday, November 9, 2013

Nov | 09 | De amor verdadero y un aborrecible mal aliento

CONFÍA

Lucas 6:27-28  
“Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan.”


De amor verdadero y un aborrecible mal aliento

Si hubiese un versículo que se me permitiese quitar de la Biblia, sería este. Como hombre, este versículo me incomoda. Miro las cuatro “palabras candentes” tan providencial, provocadora e intencionalemente puestas aquí, que avanzan sobre mi corazón como una lenta y afilada daga, empujada dolorosamente: “Enemigos”, “odio”, “maldición”, y “maltrato”. ¿Amar a mis enemigos? ¡Debe ser una broma! Porque en mi vida, cuando soy atravesado por estas cuatro flechas candentes y filosas, ¡quiero responder! Por supuesto, como hombre debo responder en protección y represalia por esas acciones tan agresivas contra mi persona. Sí, este es un versículo desagradable para mí, y les digo más, hermanos, de todas estas cuatro palabras, es la última, y de eso estoy convencido, la que es más difícil de enfrentar para mí y tal vez también para ustedes, porque esta palabra describe un contacto cercano y malicioso del peor tipo, el cual trae consigo el mal aliento del propio diablo. ¡Maltrato! ¡No puedes ni siquiera decirlo sin sonar como alguien maquinando algo espeluznante! ¡mmmmmMALTRATO! ¿Lo escuchas?

Investigando varios libros de comentarios sobre el Nuevo Testamento, me doy cuenta que la palabra maltrato y todas sus implicaciones y aplicaciones pueden ser resumidas como sigue: insultar y calumniar; acusar falsamente con implicaciones de amenazas y abuso, combinado con el desdén insultante de aquellos que se consideran superiores... Desagradable, muy desagradable.

Para mí, el desenvolver esa sola palabra, causa que cada fibra de mi ser se levante como mecanismo de auto protección, deseos de venganza y destrucción; y amigos, no creo estar hablando sobre la parte pecadora de mi ser, ¡sino de la parte sensata! No obstante, ¿cuál dice Jesús que debería ser nuestra ecuación de respuesta a este cuádruple ataque de feroces palabras? ¡Enemigo igual a dar amor! ¡Odio igual a hacer el bien! ¡Maldición igual a bendecir! ¡Maltrato igual a orar por el que te maltrató! Y todo el pueblo de Dios, andando en transparente autenticidad dice: ¡Señor, debes estar bromeando!!! Sin embargo (y desafortunadamente), Él no lo está haciendo.

¡Quizá la comprensión de todo el mandato de la Escritura hará un poco más gustoso este versículo! Así que, si yo tuviese que resumir la enseñanza de la Biblia a este respecto, me doy cuenta que las Escrituras en su totalidad nos dicen que: “Si una nación o un individuo te lastiman con intención, entonces es la responsabilidad civil y judicial de ese gobierno, el protegerte y el castigarlos, pues no esgrimieron la espada en vano. Si fallan en hacer esto, entonces ese gobierno está mal delante de Dios. Si, por el contrario, eres atacado individualmente de este modo, debes ser como tu Padre en el cielo, quien busca hacer el bien a aquellos que Lo odian”. Ahí está, eso ayuda, ¿no es cierto? ¡NO! No realmente, no me ha ayudado en lo más mínimo, porque no puedes confiar en que el gobierno vaya a ayudarte hoy en día y, ciertamente, no van a disponer de un guardaespaldas armado, sólo para mí, veinticuatro horas al día. No señor, hoy en día un hombre precisa un poco de músculos, precisa unos reflejos rápidos, precisa verse malo, precisa usar un semblante estoico, precisa no aceptar tonterías de nadie, sí señor, ¡el hombre de hoy precisa un arma! Señor, ¿en qué estás pensando cuando intervienes en las ecuaciones de tales palabras?, ¡pues no son fáciles, no me resultan dulces Señor, sino que saben tan increíblemente amargas, que casi no pueden saborearse, y esa es la verdad, Señor! Simplemente, ¿en que estabas pensando cuando dijiste eso?

Amigos, creo que hasta aquí es hasta donde puedo llegar con este versículo, excepto el agregar que es un mandato y no una instrucción. Esto es lo más lejos que, personalmente, puedo llegar con este versículo; excepto el agregar que Jesús dice que esas buenas respuestas, a las espadas candentes, glorifican al Padre. Esto es lo más lejos que, personalmente, puedo llegar con este versículo, excepto el agregar que una gran recompensa del cielo acompaña la respuesta amable y apacible y aparentemente insensata. Esto es lo más lejos que, personalmente, puedo llegar con este versículo, excepto el agregar que ¡el obedecer sus mandamientos nos hace parecernos más a Dios!

Por supuesto, más que nada, ¡el tipo de respuesta que Jesús requiere en cuanto a nuestra obediencia a este respecto, nos hace humildes y quizá nos transforma en una forma que jamás podríamos soñar, en una forma que no podría ser alcanzada de ningún otro modo más que éste! “Pero les digo a ustedes: Amen a sus enemigos, hagan el bien a aquellos que los odian, bendigan a aquellos que los maldicen y oren por aquellos que los maltratan”. Que Dios nos ayude con esto y que nos dé valor y sabiduría.

Reflexiona: Recuerden aquellos días pasados cuando ustedes, después de haber sido iluminados, sostuvieron una dura lucha y soportaron mucho sufrimiento. Unas veces se vieron expuestos públicamente al insulto y a la persecución; otras veces se solidarizaron con los que eran tratados de igual manera. También se compadecieron de los encarcelados, y cuando a ustedes les confiscaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que tenían un patrimonio mejor y más permanente. Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Hebreos 10:32-36

Ora: Señor, confieso que, en mis propias fuerzas, yo no puedo vivir de este modo. Está más allá de mí, no está en mi naturaleza; por eso te pido Señor, que me concedas el entendimiento, la sabiduría, la gracia, y la humildad para que pueda responder obedientemente a esas oscuras y candentes dagas, a menudo arrojadas a mi alma. Mi único Señor, por favor, asegúrate de ser gentil al enseñarme respecto de esta gran petición mía. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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