Saturday, August 6, 2011

Aug | 06 | ¿Qué crece ahora, en los surcos de tu lengua?

Palabra para meditar – LIMPIAR

Oseas 10:4b
¡Por eso florecen los pleitos como la mala yerba en el campo!

¿Qué crece ahora, en los surcos de tu lengua?

Oseas es el profeta del pacto quebrantado. Había vivido su vida en una red de mentiras de celofán; su corazón estaba herido y marcado por los efectos del veneno frío, paralizador y progresivo del engaño, que goteaba del cuello dentado de la botella rota de su pacto matrimonial, como gusanos húmedos saliendo de heridas pútridas en su alma abierta; y su amor por la esposa de su juventud ahora completamente malogrado. Sí... El mismísimo matrimonio de Oseas con Gómer se había vuelto añicos delante de todos, para que todos lo vieran.

El prefijo para esta imagen poética y poderosa de un surco arado, tal vez mezclado tanto con trigo como con veneno es este: “Hablan sólo por hablar; juran en falso y hacen tratos; ¡Por eso florecen los pleitos como la mala yerba en el campo!” (Oseas 10, 4 NVI)

Sí... El prefijo para nuestro texto de esta noche fue la falsedad resultante de las palabras que ellos pronunciaron. Dicho de otra forma, no había sustancia en las palabras del pacto de Israel, no había santidad en lo que decían; ninguna... no... ¡en lo absoluto! Habían rechazado al Rey de reyes, ¡habían quebrantado su pacto con Él! Si un pacto tan grandioso podía ser quebrantado, ¿entonces por qué no habrían de quebrantar cualquier otro pacto terrenal menor que hubieran realizado? Sí, el hecho es que las palabras que no se cumplen por parte de alguien, liberan un veneno que se esparce rápidamente y corrompe, incluso hasta penetrar el pan del campo, de modo que una nación entera llega a estar paralizada; sí... incluso su mismísimo corazón queda sofocado en una esclavitud de mentiras. Los pactos quebrantados, como ven, se vuelven venenosos para todas las relaciones, en familias, comunidades y naciones.

En esta noche recuerden entonces que cuando las palabras que se pronuncian pierden tanto sustancia como santidad, en los surcos de la vida florece siempre una muerte fría y paralizadora, que trae consigo una muerte progresiva y pasmosa, de lo más venenosa. Déjenme preguntarles, ¿y qué hay de sus palabras en esta noche? ¿Están mezcladas con veneno? En estos días pasados, ¿Se ha ‘manchado’ su lengua con la sangre de Sócrates?

Medita: “Pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce” Santiago 3:8-12

Ora: Señor, el horror se agazapa a las puertas de mi corazón y el veneno florece sobre la fauna de mi lengua y entre los surcos de mis palabras; la muerte habita allí y a veces reina. Ten piedad de mí, oh Dios, y permite que esa agua de manantial, pura, limpia y refrescante, emane desde las profundidades de mi ser; que por Tu poder, mis palabras adquieran sustancia, solidez y verdad. Te lo pido en nombre de Jesús. Amén.




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