Wednesday, April 6, 2011

Apr | 06 | Jemima, la de Job, y el sendero de lágrimas

Palabra para meditar – GOZO

Esdras 3:11-13
“Todos daban gracias al Señor, y a una le cantaban esta alabanza, ‘Dios es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre’. Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo. Muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y habían conocido el primer templo, prorrumpieron en llanto cuando vieron los cimientos del nuevo templo, mientras muchos otros gritaban de alegría. Y no se podía distinguir entre los gritos de alegría y las voces de llanto, pues la gente gritaba a voz en cuello, y el ruido se escuchaba desde muy lejos”.

Jemima, la de Job, y el sendero de lágrimas


El remanente había regresado, los cautivos se habían recuperado y estaban listos para construir de nuevo el templo del Señor, para después redescubrir, maravillosamente, la una vez perdida y quebrantada ley del Dios Viviente. El ser rescatado de lugares terribles en donde estuvimos es algo maravilloso y grande. El ser rescatado de lugares terribles en donde estuvimos es algo maravilloso, pero cuando ahí fue que dejamos nuestros tesoros, es algo muy difícil de sobrellevar. Sí, aunque muchas cosas se pueden llegar a hacer mejor que antes, muchas otras, sin embargo, se pierden para siempre y a pesar de que su sustituto puede ser maravilloso y bueno, nunca son sustitutos de las maravillas que ya se han perdido...¡porque no era el plan que lo fueran! Pueden ser como la hija de Job, Jemima, hermosa como el día, pero nunca serán tan hermosos como los días que se han ido; así que los que conocían el antiguo templo, se maravillaban de que el sabio Salomón lloraba amargamente al recordar esa tan trágica pérdida, mientras que aquellos que no conocían el templo, se sentían grandemente regocijados.

La iglesia de nuestros días pone lentamente sus cimientos y se regocija con asombro ante lo que llegará a ser. Los que somos parte del viejo remanente, vemos a las maravillas perdidas del pasado, aún de nuestro pasado más reciente y lloramos. Aquellos que viven en el ahora, deben contemplar este sendero de lágrimas el cual corre a través de rostros arrugados y marchitos, para que puedan entender, aunque sea un poco, lo que sucedió en el pasado, lo que debiera hacerse en el presente ¡y lo que podría llegar a ser en el futuro! Como un hombre maduro entre los jóvenes, mientras otros sonríen y se deleitan en el gozo y la alabanza sincera, yo me encuentro llorando ante lo que hemos dejado pasar y que hemos finalmente perdido. La iglesia hundida cuya cabecera a veces se desliza detrás de cosas efímeras, deja mucho qué desear, pero probablemente hay también mucho qué alabar. Piensen en ello.

En el mismo sentido, durante nuestra jornada personal de redención de este lado del cielo, encontraremos algunas cosas que habíamos perdido y que nos serán dadas otra vez, y tal vez, en muchos aspectos serán mejores que antes. Habrá sin embargo, muchas cosas que no podremos recuperar, probablemente nunca...sí, probablemente...nunca. De la misma forma, aunque nuestro Dios es muy grande, tenga cuidado de no poner sus expectativas muy altas. Selah.

Así que en cada ‘capa’ de cimiento que se echa, las todavía jóvenes y vivas áreas en nuestras vidas se regocijan, mientras que las antiguas y tal vez ya muertas áreas de nuestras vidas, lloran, al recordar y lamentar, al igual que en una copa donde se mezclan las burbujas de la efervesencia, con la tragedia humana y la Divina gracia. Así es la vida debajo del sol.

Así que, mis amados, les deseo bien en esta noche. Les deseo tanto lágrimas como alabanza, y con ellas ¡un muy, pero muy profundo y fortalecedor gozo!

Medita: “El Señor bendijo más los últimos años de Job que los primeros, pues llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. Tuvo también catorce hijos y tres hijas. A la primera de ellas le puso por nombre Jemima.” Job 42:12-14a .

Ora: Señor, si yo hubiera sabido que iba a ser la última vez que yo los iba a tener, a ver, a tocar, a orar y alabar con ellos, a regocijarme con ellos, a vivir en ellos, hubiera amado todas esas leyes, todos esos preceptos, todas esas promesas, todas esas personas y todas esas relaciones, y nunca los hubiera soltado. Sin embargo, los dejé ir. Ten misericordia de nosotros, Señor mi Dios, y con lágrimas y con regocijo y con un muy profundo gozo fortalecedor, permítenos poner los cimientos de lo que está por venir, y en una esperanza expectante, dejar la restauración de todas esas cosas antiguas que perdimos, en Tus gloriosas manos. Amén.

No comments:

Post a Comment