Wednesday, April 13, 2011

Apr | 13 | ¡Encuéntrame una caramuela retorciéndose y un gusano perforado!

Palabra para meditar – ARREPENTIMIENTO

1 Reyes 2:36-39
“Luego el rey mandó llamar a Simei y le dijo, ‘Constrúyete un casa en Jerusalén, y quédate allí. No salgas a ninguna parte, porque el día que salgas y cruces el arroyo de Cedrón, podrás darte por muerto. Y la culpa será tuya.’ Simei respondió, ‘De acuerdo, yo estoy para servir a Su Majestad, y acataré sus órdenes’. Simei permaneció en Jerusalén por un buen tiempo, pero tres años más tarde dos de sus esclavos escaparon a Gat, donde reinaba Aquis hijo de Macá.”

¡Encuéntrame una caramuela retorciéndose y un gusano perforado!

Para un pelotón, un barco, un cuartel e incluso para una nación, cuando uno está enfrentando al enemigo, el cambio de guardia es siempre el momento más vulnerable. Nuestro texto de esta noche se centra en la reciente muerte del Rey David después del ungimiento precipitado del Rey Salomón para evitar otra guerra civil. Así que ahora, Salomón está limpiando la casa. Ahora Salomón está cumpliendo las últimas órdenes de su padre, y como un verdugo sabio, cuya mano se ha posado sobre los culpables, les está dando solamente el tiempo justo y cuerda suficiente para ahorcarse. Permítanme describirles un poco más la escena:

Era otro tipo apuesto que había llevado al Reino a una guerra civil. Sí, sin duda Absalón, el hijo del rey, en su ira enfermiza había hecho que David se fuera apresuradamente de Jerusalén, su amada ciudad. En ese tiempo, Simei, un Benjamita de la familia del caído Rey Saúl, vino tirando piedras y profiriendo maldiciones al huidizo David. Estaba feliz; deleitándose en la venganza satisfecha en la caída de su viejo enemigo. En esta forma Simei probablemente reflejaba la insatisfacción que tenía toda la tribu de Benjamín con el Rey David. (2ª Samuel 16:5-13). Las rivalidades eran muy profundas y el deseo de sangre se percibía a flor de piel. Sí, ¡Simei quería sangre! Sin embargo David, teniendo la perspectiva de que el delito de su hijo Absalón era enorme comparado con la humillación que estaba pasando públicamente por parte de Simei, quería levantar un juicio contra él, y aun más cuando a su regreso victorioso a Jerusalén , éste es el mismo Simei quien está a la cabeza de miles de su tribu y es el primero en postrarse ante los pies de David y clamar por misericordia. ¡Un movimiento muy sabio! Aquí David, decidido ahora a poseer todo Israel una vez más y Benjamín en particular, públicamente lo perdona y declara a Simei a salvo de la espada. A salvo, por lo menos mientras David viviera.

Francamente, no sé exactamente qué está pasando aquí. No creo que David esté yendo tras una revancha personal, aunque, a juzgar por el Salmo 7, la respuesta de David a las maldiciones proferidas por Simei, indican que estas palabras penetraron en lo más profundo de su alma. Sin embargo, pienso que David no confiaba en este hombre y sabía que al momento del cambio de guardia, Salomón, este joven rey, estaba en un gran peligro de la aun más vengativa insurrección. Así que en 1ª Reyes 2:9, David le dice a Salomón: “No tienes ya por qué perdonarle la vida. Tú eres inteligente, y sabrás qué hacer con él; aunque ya está viejo, hazlo sufrir una muerte sangrienta.”

Hay un ofensa pública no correspondida en contra del Rey David, el peligro que persiste a través de Simei. Probablemente Juan Dryden, ese poeta del siglo XVII, un puritano ambiguo pero definitivamente acertado, está en lo correcto cuando hablando de Absalón y Ahitofel dice:

Ese Absalón, ambicioso de la Corona
Fue el señuelo para hacer caer al pueblo:
El falso y pernicioso odio de Ahitofel
Ha conspirado un Plan para arruinar a la Iglesia y al Estado:
el Consejo violento, la Multitud aún más
Ese Simei enseñó a Jerusalén a maldecir.

¡Ahí lo tienen! Tal vez Simei llevaba una maldición en su corazón en contra del Rey ungido por Dios y una maldición en su corazón se convertiría en un gancho de juicio tanto en su boca como en su ojo. ¡Siempre sucede!

La historia de la maldición de Simei fue algo muy comentado por muchos años. Después de todo, Simei públicamente maldijo al rey ¡y no le sucedió nada! Cuando la situación había cambiado para él, con su arrepentimiento político, forzó al rey a que lo perdonara una segunda vez! Sí, Simei, ese antiguo maldiciente de Reyes, sonríe a la corte en la misma cara del Rey. Simei, por fuera mostraba estar sujeto, pero por dentro ¡era un sujeto rebelde! Simplemente esperando maldecir al Rey y a su familia otra vez y así llevar al Rey a un sangriento y abrupto final. Sí, Simei, todavía impune, también enseñó a Jerusalén a maldecir.

Dos de los esclavos de Simei deberán huir a Gat, y Simei después de 3 años de pretender, sin recurrir a la autorización Real, romperá su pacto de confinamiento y traerá la espada vengadora de Benaía sobre la propia cabeza, maldecida por él, de su rey.

A menos que un gusano pueda zafarse cuando está clavado en un anzuelo, usted no puede maldecir al Rey sin que haya consecuencias. Nunca. Recuerde eso. Note que a menos que su arrepentimiento sea verdadero y del corazón, el pretender solamente estar arrepentido saldrá a la luz y usted tendrá que salir de su propio pacto de confinamiento engañoso. Es sólo cuestión de tiempo. Si su arrepentimiento es solamente mera pretensión, entonces usted pagará por haber maldecido al rey.

Así que mi consejo en esta noche para tí, Simei, es que tu arrepentimiento sea real y que encuentres un gusano que pueda zafarse de las púas afiladas de la sentencia del Rey, quien en este momento, está brillando y listo para atravesar tus ojos llenos de arrogancia y mentira y traerte a justicia. Sí, por encima de la nube de tu pretención la espada resplandeciente de la justicia está lista para caer sobre tí. Asegúrate que tu arrepentimiento por haber maldecido al rey sea real.
Por último, si estás en el proceso de ‘cambio de guardia’, ten cuidado de todos los Simeis, y tan pronto como puedas, trata con ellos, antes de que ellos traten contigo.

Medita: “En ti confiaron nuestros padres; confiaron, y tú los libraste; a ti clamaron, y tú los salvaste; se apoyaron en ti, y no los defraudaste. Pero yo, gusano soy y no hombre; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. Cuantos me ven, se ríen de mí; lanzan insultos, meneando la cabeza:‘Éste confía en el Señor, ¡pues que el Señor lo ponga a salvo! Ya que en él se deleita, ¡que sea él quien lo libre!’” Salmos 22:4-8 .

Ora: Jesús, traspasa mi corazón; Jesús traspasa mi carne. Jesús, sé mi Salvador. Señor, mi malvado corazón tal vez se quejará contra tí y tratará de engañarte haciéndote creer que se ha arrepentido...así que Jesús por favor...ven y traspasa mi carne y mi corazón y sálvame del juicio de tu Todopoderoso Padre. Amén.


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