Thursday, April 28, 2011

Apr | 28 | Una mezcla de ecos

Palabra para meditar – VERDADERO

Génesis 27:22
“Jacob se acercó a su padre, quien al tocarlo le dijo, ‘La voz es de Jacob, pero las manos son las de Esaú’”

Una mezcla de ecos

Ustedes me van a perdonar, pero no sólo disfruto la música country, sino que también ¡me encanta la ciencia ficción! Creo que disfruto viendo la ciencia ficción y en especial porque le da a mi mente unas cuantas puertas abiertas a considerar para el mundo por venir. Cuando se trata de películas de ciencia ficción espacial, ¡entonces seguramente Star Trek es el papá de todos ellas! Fue en la película Viaje a las Estrellas: Némesis, que el calvo pero Shakesperiano Capitán de la Nave Espacial Enterprise, Jean Luc Piccard se enfrenta cara a cara con el personaje de Shinzon, el clón de Piccard pero uno muy amargado y malvado. Piccard, como todo buen Capitán de una nave espacial, al encontrarse con su propia imagen pero más joven y malvada, anima a Shinzon a que trate de ser mejor que él, pero a decir verdad, como cualquier otro villano recubierto de cuero negro, Shinzon rehúsa a intentarlo, más bien le asegura a Piccard que él va a morir; de hecho, en lo que yo creo es una frase muy pequeña pero notable, Shinzon escupe al pobre de Jean Luc diciendo que “El está a punto de presenciar el triunfo del eco sobre la voz.”

Entre más viejo se vuelve un hombre, menos le gusta estarse viendo en el espejo. De hecho, la mayoría de los hombres raramente se ven a sí mismos en sus propios ojos, aun cuando son obligados a contemplarse en un espejo. Mirarán por todas partes alrededor de su cara, pero la verdad es que se encuentran viendo a las ventanas de su propia alma, a menudo una vista más perturbante, acusante, triste y condenatoria. Aun así, nuestro buen Dios, en Su gran diseño, se aseguró de que el rápido crecimiento de vello facial en forma de barba, y a medida que envejecemos, de pelo nasal, de la temida ceja que se junta en una sola con la del otro ojo, y aun las pestañas que crecen como fuego artificial, tuvieran nuestra atención diaria. Si estoy en lo correcto, entonces es Dios a través del crecimento de vello facial extraño que le pide al hombre que se observe más detenidamente a sí mismo, casi cada día, y a medida que va envejeciendo, ¡con más razón! Yo creo que esto es importante para nosotros, no sea que nuestro eco también tenga victoria sobre nuestra voz. De hecho, para contrarrestar el poder de mis propios ecos, cada mañana, al contrario del hombre Nivea, me obligo a mirarme al espejo, y después más allá, a través de mis alumnos y dentro de las ventanas de mi propia alma, primero saludando a lo que veo y luego proclamando estas tres cosas:

“Robert, no seas tu eco, porque tu eco es solamente un aspecto, una imagen pobre de quien realmente eres. Se trata de un holograma, e incluso si es fuerte o débil, es, en la mejor de las circunstancias, sólo un reflejo distorsionado de quien tú eres realmente. Hoy, no dejes que el eco tenga la victoria sobre la voz.

Robert, no hagas las paces con tu voz actual, porque aun en su más pura resonancia, también no es sino un simple eco de aquello que será proclamado y que tú proclamarás, en todas las épocas por venir.

Robert, el día de hoy, en medio de reflexiones falsas y de las realidades de esas reflexiones verdaderas pero mal hechas en el presente, acuérdate que ambas son vistas y oídas a través del espejo oscuro que está de este lado de la tumba. No te dejes engañar por ecos, ni les dejes tener victoria sobre la ‘voz correcta.’”

Ahora, algunas mañanas no me siento tan poético y acorto esta triple declaración a grupos de unas pocas y sencillas palabras,como: “Déjalo ir!” o “Deja de engañarte a tí mismo”, o simplemente “Ya madura, hombre!” Tal vez pensarán que estoy un poco loco, pero yo les digo: ¡Inténtenlo! Intenten cualquier cosa para impedir que esos ecos tengan victoria sobre la voz.

Medita: “Ustedes se acercaron al pie de la montaña, y allí permanecieron, mientras la montaña ardía en llamas que llegaban hasta el cielo mismo, entre negros nubarrones y densa oscuridad. Entonces el Señor les habló desde el fuego, y ustedes oyeron el sonido de las palabras, pero no vieron forma alguna; sólo se oía una voz. El Señor les dio a conocer Su pacto, los Diez Mandamientos, los cuales escribió en dos tablas de piedra y les ordenó que los pusieran en práctica.” Deuteronomio 4:11-13

Ora: Señor, ¡escucha mi voz! ¡Que tus oídos estén atentos a la voz de mis súplicas! (Salmos 130:2)

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