Thursday, October 17, 2013

Oct | 17 | Matices de Jesús

HABLAR

Proverbios 18:10  
Torre fuerte es el nombre del SEÑOR; a ella corren los justos y se ponen a salvo.

Matices de Jesús

Un soldado, un pacifista, en algún lugar de un desgarrado y lastimado país, se dirige cautelosamente hacia el ennegrecido casco de una casa, ahora, grotescamente destruida. La quietud y el aroma tan familiar lo golpea a medida que se acerca a la puerta agrietada, abierta hacia la sala interior. Con el rifle preparado, ingresa y contempla la carnicería. Ante los restos del pequeño niño su propio ser se arruga como papel prensado y de su boca airada se deslizan las palabras “Oh, Jesús”.

La casa parecía vacía. Era su 50 cumpleaños y nadie lo había recordado. Los hijos habían dejado el nido años atrás y ahora se encontraban al otro lado del país, muy, muy lejos, haciéndose cargo de sus propias familias y cosas. Él se había llevado la cupé roja de ambos, todos los ahorros de la pareja, encontró un modelo más joven y luego de 30 años de matrimonio, ahora se estaba haciendo cargo de la familia de la otra mujer. Parecía que nadie se preocupaba por ella. La escuela dominical había ayudado y las pastillas otro tanto, pero parecía que nada podía quitar el dolor de retornar a una casa vacía, a una cama vacía. Ella accionó el interruptor y el rugido de la palabra la impactó: “¡Sorpresa!” Asomando desde detrás de los muebles, por debajo de globos y carteles y serpentinas que caían, estaban los rostros felices de sus hijos, de sus nietos y de sus más queridos amigos. Rostros llenos de cariño llenaban ahora el doloroso vacío de su mente cansada. Ella levantó sus manos y presionó sus mejillas, sus dedos temblorosos tomando su mandíbula atónita, de donde se deslizaron las maravillosas palabras: “Oh Jesús”.

Las radiografías no eran nítidas. El bulto era visible aún para el ojo inexperto. Las palabras del médico hicieron eco en la distancia y parecían escucharse desde “otro” lugar, un lugar irreal: “Lo siento mucho, haremos todo lo que sea posible, por supuesto, pero... ” De frente, perplejo, sus músculos faciales estaban atónitos, fijos por la incredulidad, aunque su boca aún se movía y de ella se deslizaron, otra vez, las palabras: “Oh Jesús”.

No muy lejos de allí, en otro edificio, un diminuto paquete le es entregado a un flamante padre. Su esposa yace exhausta, cubierta por el sudor y sonriente en la cama a su lado, pero en la manta se menea una nueva vida, llena de energía. Las cosas nunca serán lo mismo. Cuidadosa y gentilmente recorre la manta y pone al descubierto la nueva carnita rosada, el cabellito negro y los pálidos ojitos azules. Mueve su cabeza y prueba la lágrima salada que ha resbalado por su mejilla y se ha deslizado hacia la comisura de su sonrisa. Con un suspiro dice: “Oh Jesús”.

Para Sus amados, para Sus hijos elegidos, Su sólo nombre es oración vertida a borbotones. Nuestro hombre nuevo, nuestro corazón movido por el Santo que habita en nuestro interior, toma Su maravilloso nombre y ya sea que nazca en nuestros labios por enfado, por desesperanza, por alegría, o en gratitud, toma ese nombre salvador y sea en la cima de montañas de exaltación, o en oscuras morgues de duelo, lo coloca en sus muchos matices de colores, dándole forma cuidadosamente, en peticiones suplicantes, cantos de agradecimiento, llantos de misericordia, clamores de ayuda, valor, claridad o cercanía, y, gentilmente, los coloca delante del trono poderoso del Dios Altísimo.

“¡Oh Jesús, Oh Jesús, Oh Jesús!”

Reflexiona: “Tú mismo eres bálsamo fragante.” Cantares 1:3b

Ora: Señor: Cuando las palabras no sean suficientes, permite que aunque sea, diga Tu nombre; eso será más que suficiente: ¡Oh Jesús, Oh Jesús, Oh Jesús! Amén.

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