Wednesday, October 30, 2013

Oct | 30 | Una vieja plegaria en música Skiffle

RECUERDA

Juan 14:2-4  
“En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté. Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy.”

Una vieja plegaria en música Skiffle

Comenzaron a reunirse bajo el Pabellón No. 2, adyacente al boulevard de la playa de Hollywood, cerca del medio día. El sol ardiente había convocado a los pinzones de las nieves desde lugares tan alejados como Michigan y Quebec. Patinetas motorizadas, sillas de rueda impulsadas, los andadores Zimmer con ruedas de goma, todos ellos llevaban hacia la reunión a una multitud de gente reumatoide: arrugados, con sobrepeso, bronceados, con pecas y anteojos, con cabello teñido y con sombrero al estilo de los 60’s, todos moviéndose con lentitud. Todo este movimiento pausado era coordinado, bajo el caliente sol, por un hombre también anciano, vestido como Cocodrilo Dundee como listo para ir al estudio de filmación, aunque él en realidad formaba parte de una salida de pensionados a Cleethorpes, o a cualquier otra plataforma calurosa llena de sillas que conformaban una sala de espera de la muerte: La reunión matinal diaria, de los viejos sobrevivientes de otro día de vida bajo el sol, había comenzado.

Era un poco raro, por decir lo menos, y encima de todo el Pabellón No. 2 estaba lleno de modernos y grandes altavoces negros, cables extraños, mezcladores de múltiples botones, saxofones brillantes, guitarras llamativas, gentiles clarinetes y pianolas eléctricas. ¡Seguramente, todo muy peligroso para los ancianos, pensé, especialmente, al estar afuera y con tanta agua alrededor también! Luego, entre toda la tecnología y los ancianos arrugados vi algo que parecía ser un palo de escoba que sobresalía de un viejo compartimiento de esos donde se guardan sobres de té, con un trozo de cuerda fuertemente atado a la parte superior e inferior. Con seguridad lo era, y el viejecito sonriente con algo colgando del extremo del artefacto, dio la orden a la cuadrilla y, de repente, con una sonrisa y sólo una ceja levantada, unió a todos los crujidos y quejidos al grito de “¡1, 2 y 1, 2, 3, 4!” La reunión geriátrica entró en la vida musical con un quejido. Los movimientos eran limitados, es verdad, pero los rostros sonreían, todos estaban ahora contentos y tranquilos, aunque con las articulaciones muy medicadas, y todos juntos tarareaban y se balanceaban de un lado a otro: el tieso implante de titanio rozando a la cirugía plástica, aluminio insertado y carne, y por unos minutos, sólo por unos pocos minutos, ¡parecía que todos los ancianos habían desaparecido! Al mirarlos a los ojos, se podía ver que ya no tenían 80 años, sino quizá 18, en algún lugar, con una chica, un amor perdido, un joven, un soldado, todas las cabezas balanceándose en otro lugar en el tiempo, todos los hombros se movían lentamente para recrear recuerdos... aparte de todo, esto era una buena terapia física, y sin costo alguno. ¡Ah, el Skiffle! ¡Qué maravilla!

Ayer me dijo por teléfono que hace no más de un año él todavía trabajaba al aire libre. Un hombre mayor, es verdad, pero en buena condición física, alegre y fuerte y preparándose para retirarse. Ahora, mientras esperaba por el transplante inducido por el cáncer, la creciente debilidad de su cuerpo lo llevaba a la más profunda desesperación. La música Skiffle y la luz del sol son poco reconfortantes y traen poca alegría cuando uno finalmente se arrastra por el borde de este pozo oscuro de muerte inevitable y siente su atrayente desesperanza. Él no estaba seguro de poder trepar de regreso por este borde. Yaciendo sobre su espalda, al tiempo que aspiraba el oxígeno embotellado, examinó su vida que pasaba y cuestionó la razón y significado de su existencia: “¿Cuál era el propósito?” preguntó, “¿Cuál era el propósito de todo esto?”

Mi respuesta fue la siguiente: “Busca un libro”, le dije, “busca el libro más grande que tengas en tu casa. Ábrelo en el prólogo, lee hasta el 2do párrafo... ahora detente, esa es tu vida”, le dije “esa es la vida de todos nosotros: Unos pocos párrafos en el prólogo de un libro que cuenta una historia que pocos de nosotros alguna vez podremos leer hasta el final. Es un libro muy corto y la mayoría de las veces, muy mundano. Sin embargo, aquellos personajes que pertenecen a Jesús, aquellos buscadores de salvación, aquellos amigos de Su amor, aquellos descubridores de la fe, tienen ahora sus nombres escritos en Su libro de la vida, y para esa persona, la muerte es sólo el dar vuelta la página del prólogo donde te encontrarás a ti mismo en la historia del Salvador, comenzando la verdadera aventura, la novela que nunca termina, la ópera que no es de este mundo, las crónicas del Rey del amor y esta vez, estarás sonriendo por siempre y con alegría interminable, más fuerte y satisfecho de lo que jamás pensaste que podrías estar”. Le dije “créeme, tu mejor parte tal vez haya llegado y se haya ido; la mejor parte de Él todavía está por venir y permanecerá”.

Desde su silla de ruedas y bajo una gorra muy usada, en este día caluroso en Hollywood, otro viejo arrugado cantó dulcemente en el micrófono música skiffle, lo que debería convertirse para todos nosotros en una oración para nuestros días de vejez, y nuestros días de juventud; nuestros días de sol y nuestros días de oscuridad. Una excelente oración que deberíamos cantar a Jesús, nuestro siempre expectante amado. Escuchen:

Llévame volando a la luna
Y déjame jugar entre las estrellas
Déjame ver cómo es la primavera
En Júpiter y en Marte
En otras palabras, toma mi mano
En otras palabras:
Amado mío, bésame
Llena mi vida con canciones
Y déjame cantar para siempre
Porque eres lo único que me importa
Todo lo que alabo y adoro
En otras palabras, quédate conmigo
En otras palabras:
Yo te amo a ti


Reflexiona: Ah, si me besaras con los besos de tu boca... ¡grato en verdad es tu amor, más que el vino! Grata es también, de tus perfumes, la fragancia; tú mismo eres bálsamo fragante. ¡Con razón te aman las doncellas!” Cantares 1:2-4a

Ora: Señor, ¡en los brillantes días de mi juventud y en los oscuros días de mi vejez, ayúdame a recordar esta vida mía, este comienzo tan pequeño, este párrafo tan excepcionalmente pequeño, que puede encontrarse a través de Jesús, y convertirse, por Tu enorme gracia, en un gran libro sin final en la siempre creciente biblioteca eterna de las maravillosas obras del Dios bueno! ¡Ayúdame a escribir mi prólogo en grandes letras rojas de esperanza y expectación! ¡Antes de que los días oscuros lleguen, ayúdame a escribir mi extenso prólogo con grandes manos de gracia y enormes letras de valor! Y permite Señor, que mi vida se convierta en un testimonio de la mejor vida que está por venir. Amén.

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