Thursday, August 15, 2013

Aug | 15 | La soledad y el consuelo del Hijo

COMPAÑERISMO

Juan 6:15b  
Se retiró de nuevo a la montaña, Él solo.

La soledad y el consuelo del Hijo

John Eldredge escribe desde el corazón, sobre el corazón. Él ve la absoluta necesidad de que existan las pequeñas comunidades que viven y luchan por los corazones de unos y de otros. De su libro Despertando a los Muertos he tomado dos comentarios que se refieren a las pequeñas comunidades y lo que se necesita para que ellas puedan funcionar. Este es el primero: “La mayoría de las iglesias sobreviven porque todos mantienen una distancia cortés con respecto a los demás”. Y el segundo: “La comunidad no puede vivir sin un tiempo a solas.”

Estas dos afirmaciones describen los dos extremos de una comunidad. La primera es “sólo un poquito, no todo”. Esto es como desvestirse para ir a nadar, luego envolverse en la toalla más gruesa al tiempo que tentativamente, sumerges el dedo de tu pie en las aguas frente a todos los que te urgen para que entres en ella, pero como respuesta, tú simplemente sonríes de manera amable y dices “Es que está helada, voy a esperar un poco.” Tú estás ahí, pero realmente no estás ahí, y la verdad es que no tienes intención de meterte. Es la verdad, y la mayoría de nosotros somos así.

La segunda afirmación describe la “bomba sumergible”. Tú has ido y te has desvestido, y luego corriste gritando con alegre expectativa, saltando dentro de la comunidad desde un costado de la piscina, con una enorme explosión que salpica “¡Aquí estoy!”, sólo para darte cuenta de que la gente hubiera deseado que, al menos, hubieses utilizado un traje de baño, y en realidad, no pueden verte de forma adecuada en este momento porque están limpiándose, de debajo de sus párpados, la salpicadura de agua clorada que tu produjiste, y las olas de la misma salpicadura los están levantando de su encallamiento en el fondo y los balancea hacia arriba y luego hacia abajo nuevamente. Esta comunidad no está preparada para una llegada como la que tú hiciste: desnudo y necesitado, ruidoso y atrevido, deshonroso e irrespetuoso. ¡Deja de hacer eso!

La iglesia es un organismo, no una organización. La iglesia es una comunidad, no una convocación. La iglesia es un cuerpo de ministerio mutuo. Estas tres buenas afirmaciones de que la iglesia es un organismo, una comunidad y un cuerpo de ministerio mutuo, pueden ser verdad, pero también nos pueden llevar a la consumada creencia, sin garantías, de que la iglesia es una comunidad donde todo lo que hace falta y es necesario para que nosotros glorifiquemos a Dios es, de hecho, maravillosamente provisto. Ya que después de todo ¡la iglesia es una comunidad donde se satisfacen cada una de nuestras necesidades, y cada una de nuestras heridas es sanada! Tú sabes, ¡la comunidad de la iglesia es diversión, alimento, compañerismo, y soluciones! ¡Ah! Si tan sólo esto fuera así.

Con expectativas tan poco realistas en nuestros corazones, la comunidad puede ir ¡del lugar de encuentro con Dios al lugar de reemplazo de Dios! La comunidad de la iglesia, sin embargo, no es un reemplazo de Dios porque la comunidad de la iglesia, aunque poderosa y espiritualmente productiva ¡no puede arreglarlo todo!

¡Eldridge tenía razón! “La comunidad no puede vivir sin soledad.” En otras palabras, la dependencia total de otros, ya sea en la comunidad, amistades entre solteros, en el matrimonio o aun en los hijos, de que vendrán y satisfarán nuestras necesidades más profundas, es locura simple e irreal. Nadie, sin importar cuán amoroso sea, puede satisfacer las necesidades profundas de nuestro corazón. Necesitamos estar a solas con Dios, amigos. Necesitamos soledad con Nuestro Señor.

Miren, la soledad de la que hablo es, en realidad, la compañía de Jesús. Necesitamos estar a solas con Él. Ahora, para la mayoría de nosotros, este es un desafío de proporciones gigantescas. Tememos estar a solas con nosotros mismos porque en realidad no nos conocemos (o no nos gustamos) y estamos incómodos aun ante nuestra propia presencia. Tememos estar a solas con nosotros mismos porque en realidad no nos conocemos. De igual manera, tememos estar a solas con Dios porque no le conocemos a Él íntimamente (o realmente no confiamos en Él) y por lo tanto también estamos incómodos en Su presencia. No obstante, el estar a solas con Dios es absolutamente vital para nuestra salud y sanidad, y consecuentemente, está directamente relacionado con la bendición, (o la falta de ella) que nosotros somos para la comunidad. ¿Se dan cuenta?

La soledad es estar con uno mismo y con Dios, es también el único lugar donde podemos recibir el íntimo consuelo del Hijo. Entonces, a pesar de nuestro temor, a pesar de nuestro negocio fabricado, necesitamos buscar algo de soledad, todos y cada uno de los días. Es sólo cuando nos desnudamos con Dios que podemos vernos por lo que realmente somos. Es sólo en ese momento, que podemos aceptar, honrar y ayudar a otros en nuestras comunidades cristianas.

Recuerdo una mujer que estaba destrozada, de repente y con el mayor temor, se encontró ella misma desnuda, herida, avergonzada y a solas con Jesús.

Reflexiona: “Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí. Entonces él se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?, Nadie, Señor. Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.’” Juan 8:10-11

Ora: Señor, una vez más he creído la mentira de que a Ti no te importaba, y de que Tú no hablabas, y que si Tú lo hacías era para elegir y condenar. He creído la mentira de que Tú no me amabas y no eras bueno. ¿Buscarías, por favor, mi compañía nuevamente, amado Señor? Acércate a mí hoy, pronuncia mi nombre, llámame nuevamente hacia Ti amado Jesús en la quietud y, en la algunas veces, temida soledad de mi alma. Amén.




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