Juan 7:38-39
“De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había sido dado, porque Jesús no había sido glorificado todavía.”
Orando Hasta Probar la Sangre
¡Oh! ¿Qué pena te acosa, caballero en armas,
Vagabundo pálido y solitario?
Los juncos del lago están marchitos,
Y los pájaros callan.
(John Keats - La Bella Dama Sin Misericordia)

Necesito en esta noche recordarles este gran hecho: al día de hoy, Cristo jamás ha criado Cristianos anémicos. En sus filas no hay soldados de chocolate y nadie que no vaya a ser fortificado por las vertientes del cielo que brotan de dentro de ellos. Verás, las vertientes del cielo son ferruginosas, saben a Su sangre, aportan hierro a tu espina dorsal y dan fortaleza a tus venas. Así que, si no puedes experimentar el sabor de Su sangre en tu boca esta noche, si andas ‘encorvado’ y no ‘derecho’, si estás débil y pálido y andas por ahí como vagabundo caballero del Rey, entonces te digo, ¡yo sospecharía del manantial dentro de ti, pues tal vez no sea el de Él! Sí, si tú eres ese caballero tan pálido y maltrecho, ese pobre ser humano, ese Cristiano que da lástima, ¡entonces necesitas orar esta noche! Sí, ¡necesitas limpiar la fuente y luego orar, y volver a orar! Sí, ¡debes continuar orando hasta que puedas ‘experimentar’ Su sangre!
Medita: “En aquel día tú dirás: SEÑOR, yo te alabaré aunque te hayas enojado conmigo. Tu ira se ha calmado, y me has dado consuelo. ¡Dios es mi salvación! Confiaré en él y no temeré. El SEÑOR es mi fuerza, el SEÑOR es mi canción; ¡él es mi salvación! Con alegría sacarán ustedes agua de las fuentes de la salvación.” Isaías 12:1-3
Ora: ¡Permite que las aguas de vida testifiquen sobre Tu presencia en mí! Así que, broten, ¡oh! aguas de hierro, y llenen mi boca con el sabor de la sangre... ¡con el sabor de los clavos arrancados del madero! Amén.

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