1 Corintios 15:41
“Uno es el esplendor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas. Cada estrella tiene su propio brillo.”
Bolas de espejos

Entonces sucedió: Detrás de nosotros, invisible en la esquina superior derecha de este pequeño mundo de alegría, colgaba la luz más fuerte de todas: un foco poderosamente penetrante, que disparaba su luz enfocada justo al centro de la esfera giratoria de plata, que a su vez, explotaba con luz reflejada, y quiero decir… ¡boom! Llenando el mundo encerrado de esta sala de baile con miles de estrellas giratorias, todas corriendo por encima de las mesas y de las personas, acariciando las mejillas y brillando como soles en extinción en los ojos llenos de júbilo, haciendo que incluso las grises dentaduras postizas lucieran más luminosas, más blancas, más relucientes que nunca, aterrizando como varitas mágicas brillantes en los hombros de hombres ilusionados y transformando así a mineros en caballeros con armaduras brillantes, y a obreras de brazos fuertes, en princesas de cuentos de hadas. Todo era diferente ahora porque todo había sido tocado con la luz majestuosa. ¡Era glorioso! Era maravilloso y no terminaba allí tampoco, porque el foco filtraba su fuerte rayo usando todos los colores del arco iris y llenaba nuestro mundo con envolturas de papeles rojos, amarillos-crema, anaranjados-mandarina, azules reales, marrones otoñales y ¡todos los púrpuras de los reyes danzantes! Sí, recuerdo que mientras el foco estuviera disparando hacia el centro de la bola de espejos, cada punto de este pequeño mundo nuestro, quedaba bañado de magia danzante.
Toda tu vida enmarañada y problemática, todos tus espejos quebrados y rotos, todos tus años de mala suerte, que han caído sobre tu vida enmohecida y condenada, quebrada y luego unida de manera incierta, no significarán absolutamente nada para ti, ni para los demás en realidad, si la luz del Hijo no apunta a tu centro giratorio. ¡Ah! Pero cuando lo haga, ¡oh Dios! pero cuando lo haga, ¡todo el mundo por el que atraviesas será iluminado con una maravilla resplandeciente!
¿Te das cuenta cuál es el problema, amigo? ¿Te das cuenta también de las posibilidades?
Medita: “Todas las naciones que has creado vendrán, Señor, y ante ti se postrarán y glorificarán tu nombre. Porque tú eres grande y haces maravillas; ¡sólo tú eres Dios! Instrúyeme, Señor, en tu camino para conducirme con fidelidad. Dame integridad de corazón para temer tu nombre. Señor mi Dios, con todo el corazón te alabaré, y por siempre glorificaré tu nombre. Porque grande es tu amor por mí: me has librado de caer en el sepulcro.” Salmos 86:9-13
Ora: Lléname con Tu gloria, oh Señor, y que todos mis ‘espejos’ quebrados deslumbren a los espectadores que vean Tu demostración de misericordia. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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