Saturday, October 1, 2011

Oct | 01 | Revisión de equipaje, lingotes malos

Palabra para meditar – PESO

Hebreos 12:1
“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante”

Revisión de equipaje, lingotes malos

Bueno, las dos últimas noches de Susurros Nocturnos han girado en torno al tema del oro. Primero, en torno a ese oro ilícito y egoísta que siempre conducirá a un sendero de lágrimas, y segundo, en torno a ese tesoro escondido, ese oro secreto escondido bajo tierra, que incluso las aves con ojos de águila no pueden ver, pero que si se busca, pero que si se consigue... sí, si se puede persuadir a la tierra fértil del corazón y del alma de que se desprenda de ese oro, conducirá a riquezas incalculables para el minero valiente del espíritu. En esta noche, entonces, quiero continuar con este tema del oro, y hablar sobre cierto oro bueno, que bajo circunstancias inadecuadas, puede convertirse fácilmente en lingotes muy malos.

En este fin de semana de mi escrito he participado de un retiro para hombres, en las montañas del norte de Georgia, en el que, por medio de una revisión de nuestro equipaje, hemos estado meditando en cómo liberar los manantiales interiores de agua viva. Sí, el tema se ha denominado “Revisión de equipaje”, y le hemos seguido la pista, lo hemos enfrentado, borrado y reemplazado. El fin de semana culminó con una bendición metafórica poderosa: cada uno de nosotros escribió aquellos artículos de pecado y cargas que habíamos estado llevando durante mucho tiempo y que habíamos guardado dentro de cierto equipaje, y juntos lo enterramos en la fértil tierra rojiza de aquella ladera del norte de Georgia. Ahora bien, tal vez podrían pensar que sólo fueron cosas malas las que nosotros, los hombres, colocamos en esa maleta, ¡pero estarían equivocados!


Un día como hoy en 1864, la espía confederada Rose O’Neal Greenhow se ahogó en la costa de Carolina del Norte, cuando una embarcación yanqui hizo encallar su barco. Regresaba de un viaje por Inglaterra y Francia en donde había estado consiguiendo apoyo para la causa de la Confederación. Cuando estaba a bordo del Cóndor, un buque Británico, fue interceptada y embestida por el buque estadounidense Niphon en el Cabo Hatteras. Greenhow llevaba envíos confederados y $2,000 en oro, y por ello insistió en que la llevaran a tierra, embarcándose en un bote salvavidas que posteriormente fue volcado por la fuerte oleada que arreciaba. Habría sobrevivido; podría haber sobrevivido pero su negativa a liberarse del buen oro que cargaba consigo hizo que fuera inextricablemente halada hacia el fondo del mar para morir, tanto rica como infamemente, en sus oscuras y gélidas profundidades.

Ahora, permítanme pedirles en esta noche que piensen en esta pregunta: ¿qué ‘oro bueno’ los está hundiendo? ¿Qué pesos cálidos, amarillos y brillantes como el sol, de los que están en los bolsillos de sus pantalones, los están llevando a hundirse en una muerte infame?

Medita: “Y Josué y todos los israelitas tomaron a Acán, bisnieto de Zera, y lo llevaron al valle de Acor, junto con la plata, el manto y el oro; también llevaron a sus hijos, sus hijas, el ganado, su carpa y todas sus posesiones. Cuando llegaron al valle de Acor, Josué exclamó: ¿Por qué has traído esta desgracia sobre nosotros? ¡Que el SEÑOR haga caer sobre ti esa misma desgracia! Entonces todos los israelitas apedrearon a Acán y a los suyos, y los quemaron. Luego colocaron sobre ellos un gran montón de piedras que sigue en pie hasta el día de hoy. Por eso aquel lugar se llama valle de Acor. Así aplacó el SEÑOR el ardor de su ira.” Josué 7:24-26

Ora: Señor, muéstrame las cosas buenas y de peso de las que debo despojarme, dejar ir y ceder. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

 

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