Thursday, October 27, 2011

Oct | 27 | ¿Qué hacer con esta vieja casa?

Palabra para meditar – NUEVO

Santiago 3:11-12
“¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.”


¿Qué hacer con esta vieja casa?

Gran Bretaña todavía ostenta el terrible récord del peor asesino serial que jamás haya acosado la tierra: El Doctor de la Muerte, Harold Shipman fue condenado por el asesinato de cientos de sus pacientes. Nadie sabe el número exacto.

Anterior al horror de Harold, fue la ferocidad del asesino serial Fred West la que acechó los sueños de la gente. Fred West y su esposa, Rose, confesaron haber asesinado a treinta personas, muchas de las cuales se encontró que formaban parte integral de la estructura de la casa No. 25 de la calle Cromwell. Esta casa ha sido demolida, cada ladrillo destrozado y cada madero quemado.

No es la casa No. 25 de la calle Cromwell lo que me molesta, sino más bien la casa No. 27 de la calle Cromwell, el edificio de al lado, que era, y aún es, una Iglesia Adventista del Séptimo día, aún ofreciendo el servicio de Escuela Dominical y de Adoración en el Sabbath. Estos servicios se celebran, y se celebraban entonces, justo en la casa de al lado de esta casa de muerte, ¡o sea, a sólo metros de estos sucesos grotescos! Dos veces en el Sabbath y, sin lugar a dudas, también a mitad de semana, ellos elevaban sus rostros al Dios Altísimo en oraciones para ellos, para sus misioneros, para sus comunidades y para sus vecinos, aún para las personas que vivían al lado de ellos.

Al mirar hacia abajo desde el cielo, Dios veía en el mismo espacio de la pantalla, tanto las manos de estos adoradores levantadas hacia lo alto en oraciones y súplicas como, sin duda también, las manos implorantes de las mujeres que estaban siendo brutalmente asesinadas, torturadas, suplicando por su vida, antes de ser mutiladas hasta su muerte y luego ocultadas, a sólo metros, de todas las oraciones y alabanzas. Dios vio a los vivos que deseaban ser ungidos para el servicio y el sacrificio, mientras en la casa de al lado, veía la sangre en el sótano y los cuerpos en la chimenea cubierta con ladrillos, y oía sus gritos acallados en el concreto. Una comunidad de vida y luz, rogando por misericordia y otra comunidad de oscuridad y muerte gritando por justicia, y ambas a sólo metros una de la otra. Todo esto sucedió en una simple calle en Inglaterra, en nuestra calle, en mi calle, en tu calle. Ahora dime, ¿no crees que esto es aterrador?

En el mismo espacio de la pantalla, Dios ve todo lo que sucede en nuestro planeta. En el mismo espacio de la pantalla, Dios capta cada suceso que ha acontecido, está aconteciendo y acontecerá en nuestro planeta, tanto en espacio como en tiempo, todo en el mismo momento. ¡Imaginen eso! ¡Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí!

Así es que todos nosotros, los cristianos, nos acercamos a Dios con nuestros labios llenos de alabanza y nuestros corazones hundiéndose como el Titanic. Algunas ‘salas’ de este barco, tocando “Más cerca de Ti, mi Dios”, otras llenas de risa y esperanza, otras, detrás de las compuertas, ya plagadas de muerte y cuerpos ahogados. Otras aún, selladas con asesinatos, falta de perdón, venganza, amargura, codicia, pensamientos impuros y pestilentes y todo esto en el mismo ‘barco’, justo uno al lado del otro, acercándose a Dios de una manera u otra, al mismo tiempo. ¡Imaginen eso!

El crecimiento del nuevo hombre, la expansión del corazón nuevo no reivindica la antigua muerte, sino más bien la destruye, destrozando cada ladrillo, quemando cada madero, dejando que el viento de la frescura de Dios lleve las cenizas a través de Sus propias grandes profundidades donde son por siempre disueltas en la sangre del Cordero. No, el crecimiento del hombre nuevo, la expansión del corazón nuevo no reivindica la antigua muerte, sino que construye algo nuevo y hace crecer algo mejor que lo que jamás hubo antes. Dios, El Espíritu Santo dice, “¡Entren! ¡Déjenme mostrarles el lugar. Vengan y descubran todo lo nuevo que es mío, todo lo nuevo que es suyo y déjenme enseñarles cómo vivir en esta frescura, cómo vivir en esta plenitud, cómo decorar esto de acuerdo con el futuro eterno que tienen por delante y no con su pequeño y diminuto pasado!”

¡Les animo en esta noche para que dejen de visitar la vieja casa de la muerte, para que dejen de visitar al Padre cuando todavía están habitando esa vieja casa de la muerte! En lugar de eso, mi amigo, múdate de casa, múdate en un hombre vivo, que está siempre creciendo, siempre renovándose, siempre fresco y floreciente y que tiene un corazón completamente nuevo! ¡Qué así sea!

Medita: “Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno. Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador. En esta nueva naturaleza no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, culto ni inculto, esclavo ni libre, sino que Cristo es todo y está en todos.” Colosenses 3:8-11

Ora: Señor, no permitas que decore lo nuevo con el lenguaje de lo viejo. No permitas que coloque mis viejos muebles en mis ‘habitaciones’ nuevas. Señor, no permitas que invite a mis antiguos ‘huéspedes’, tan desagradables, a mi nuevo hogar. Señor, ayúdame ¡y no lo permitas, no lo permitas, no lo permitas! Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

 

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