Sunday, October 23, 2011

Oct | 23 | Non Magna loquimur sed vivimus

Palabra para meditar – BONDAD

Hechos 9:36-37
“Había en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido es Dorcas). Ésta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres. Sucedió que en esos días cayó enferma y murió.

Non Magna loquimur sed vivimus


Y murió.

La muerte de Dorcas, la vieja gacela cristiana, tuvo un profundo impacto en la comunidad en la que vivía. Tanto fue así, que los santos decidieron que irían a traer a un apóstol para ver qué podía hacerse. Pedro y su séquito llegan más tarde a la habitación de la escena de muerte, para encontrarla llena de gente hecha un mar de lágrimas y lamentos, y que agarrándoles las vestiduras les dicen: “¡Miren! Ella hizo esto para mí; se pasó toda la noche en ello. Dios la bendiga”. Y otra con una mano en el hombro de Pedro y la otra apuntando al manto, pulcramente doblado y bien cuidado, que sostiene en sus manos, dice: “¡Mira! Pasó una semana sin comer para comprarme esto, y luego lo cosió de modo que se ajustara a mis hombros cansados”. Y otra y luego otra, todas vestidas y cobijadas, todas hablando de ella y elogiándola, todas llorando y observando lo que Pedro podría hacer por ella. Entonces Pedro resucita a Dorcas de entre los muertos y se las presenta viva; sus días de servicio y costura, muy necesarios, aparentemente no han terminado. Ahora, no sé si Dorcas estaba feliz con la manera en la que terminaron los eventos, pero todos los que la amaban y se habían beneficiado de su vida llena de buenos actos para con ellos, y para la gloria de Dios... bueno, ¡estaban felices!

Mi madre murió dos años antes de que yo me hiciera cristiano. Cuando servía en el buque de Su Majestad Collingwood en Portsmouth, me dieron el teléfono de una general de brigada del Ejército de Salvación, una anciana jubilada que jamás había conocido. Marqué el número, me presenté y de inmediato me respondió: “Ah sí, conocí a su mamá antes de que muriera, y la llevé al Señor. No se preocupe, ella está con Jesús”. ¡Quedé atónito! ¿Cómo sucedió eso? ¿Cómo es que no había sabido nada al respecto?

La anciana que me había dado el número al que debía llamar, era mi vecina de al lado. Una espléndida mujer ya mayor llamada Olive Hinchcliffe, quien anteriormente tocaba la pandereta; creo que era capitana. Mi anciana madre era una trabajadora incansable, pero bendito sea su corazón, no tenía ni idea de cómo coser, por lo que era esta mujer que vivía al lado, durante años había cosido los agujeros en mis pantalones, modificado el largo de pierna de mis uniformes escolares, me había comprado camisas blancas para utilizar en la escuela y los libros escolares más sorprendentes, al inicio de cada período. Durante años había orado por nosotros y por mí especialmente, y durante años había regado poco a poco el corazón duro y reseco del alma de mi madre. Cuando estaba muriendo, la dureza se había suavizado tanto con el paso de los años, que fue fácil para Olive presentar a su amiga general de brigada, con mi madre, en su propio lecho de muerte. Olive Hinchcliffe jamás había compartido el Evangelio ni conmigo ni con mi madre, pero sus buenas obras y oraciones nos atrajeron a ambos al Reino del Salvador que ella amaba tan profundamente y a quien honraba con todo el corazón.

En Jope, otra anciana llena de buenas obras, había regado poco a poco los corazones de muchas personas en la ciudad. Cuando Pedro llegó y la resucitó de entre los muertos y compartió la fuente de semejante poder con los corazones secos, pero ahora anhelantes, la lluvia de Dios fue absorbida y la vida brotó de nuevo; el relato de todo esto viajó hasta muy lejos de este gran puerto marítimo de Jope.

Dos ancianas, Dorcas y Olive cuyo lema fue “non magna liquimur sed vivimus” – No hablamos cosas grandes, ¡las vivimos! Y tú, ¿cuál es tu lema en esta noche?

Medita: “...Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: Tabita, levántate. Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, tomándola de la mano, la levantó. Luego llamó a los creyentes y a las viudas, a quienes la presentó viva. La noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor.” Hechos 9:40-43

Ora: Padre, trae a mujeres semejantes a nuestras vidas, y haz que sean honradas en nuestras iglesias. Padre, conviértenos en personas así, te pedimos, para que podamos seguir su ejemplo de arduo trabajo, y no sólo prediquemos sino que, lo más importante, ¡lo vivamos! En el nombre de Jesús te lo pido. Amén.

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