Sunday, September 8, 2013

Sep | 08 | Impureza sin esperanza

GRACIA

Marcos 1:40-41  
Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó: Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: Sí quiero. ¡Queda limpio!

Impureza sin esperanza

Spurgeon, el “Príncipe de los Predicadores” realiza una maravillosa observación relativa a la devoción en el versículo de hoy. Él dice, “Esta persona impura había infringido las reglas de las leyes ceremoniales y penetrado en la casa, pero Jesús, lejos de amonestarlo, infringió las reglas Él mismo, para poder conocerlo”.

Dos infractores se encuentran, y uno ha sido hermosamente liberado de su impureza sin esperanza. Ahora, ¿no es esto interesante? Jesús infringió las reglas ceremoniales que decían: “Mándales a los hijos de Israel que echen del campamento a todo leproso.” Números 5:1a
Este hombre leproso es arriesgado en su fe. Él traspasa todos los límites tanto ceremoniales como sociales para llegar al Salvador. Hoy amigos, incluso hoy, si se lo permitimos, Jesús una vez más infringirá todos los límites ceremoniales y sociales para recibir a aquellos “arriesgados en su fe”.

Desafortunadamente, aún están entre nosotros aquellas personas comodinas y en apariencia, jamás tocadas o preocupadas por el pecado (o por conquistar el mismo), quienes para no ser molestados, se aseguran de mostrar su Cristiandad en los colores correctos de la etiqueta.

¡Me pregunto si el aumento del pecado sobre los arriesgados moradores de esta época oscura llevará, una vez más, a estas gentes a una creencia atrevida en la fe! Cuando oigan sobre Jesús, ¿vendrán corriendo hacia Él? y cuando lo hagan, ¿romperán las “reglas ceremoniales” de la etiqueta?

Recuerdo, muchos años atrás, haber visto una vez a una joven mujer brasileña levantarse al final de un sermón en la iglesia donde me encontraba (más tarde el Pastor me relató que el rostro de la mujer “parecía brillar como la cara de un ángel”) y, públicamente, se le escuchó decir vertiendo su corazón en lágrimas de agradecimiento: “Pastor, oh Pastor, creo que Dios me ha llamado para ser misionera”. Un viejo miembro de la congregación se levantó y con el disgusto dibujándose en su entrecejo, su familia y él salieron a grande zancadas de la iglesia, porque el servicio había sido interrumpido, y el Pastor, en vez de condenar la interrupción ¡agradeció públicamente a la joven mujer por compartir lo que pasaba en su corazón! Al igual que Jesús, el Pastor sintió compasión. Al igual que el fariseo, el miembro de la congregación la apedreó con su silencio y la hirió con su caminar. ¡Una mujer interrumpiendo el servicio... una que ni siquiera era miembro de la iglesia, con la libertad de hablar y sin ser reprendida en su engañoso llamado al ministerio! ¡En qué se estaba convirtiendo la iglesia!

Amigos, muchos de nosotros aún tenemos esas reglas y leyes como “íconos” en nuestras asambleas, tanto que Dios necesita ser compasivo con nosotros y acercándose con pasión iconoclasta, blandiendo Su martillo de gracia, ¡necesita aplastar esos íconos hasta hacerlos pedazos! Tal vez, cuando nuestros pies ensangrentados se paren frente a los vestigios irrelevantes de esas reglas hechas por hombres, entonces, aquellos ‘impuros sin esperanza’ verán la sangre y serán testigos de nuestro quebranto, y luego del de ellos y, finalmente, ¡quizá se atrevan a acercarse a las manos extendidas del compasivo “Cristo en nosotros, la esperanza de la gloria!”

Reflexiona: “Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.” Hebreos 4:14-16

Ora: Salvador compasivo, líbranos de lo irrelevante, que Tu gracia en nosotros, alcance a otros. Oh Señor, extiende Tu mano y limpia Tu iglesia. ¡Amén y Amén!





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