Sunday, September 22, 2013

Sep | 22 | Las anclas de la memoria

PERDONA

Jeremías 31:34  
“Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: "¡Conoce al Señor!" , porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán —afirma el Señor—. Yo les perdonaré su iniquidad, y nunca más me acordaré de sus pecados.”

Las anclas de la memoria

La propiocepción puede darles un sentido de percepción sobre su posición y espacio, pero los recuerdos son las anclas de su lugar en el tiempo. Sin sus recuerdos ¿cómo pueden comenzar a encajar y funcionar en el ahora? Puede que la memoria no sea un sentido, pero no tendríamos sentidos sin ella. Luis Buñuel, un hombre extraño, ateo, escandaloso y surrealista, afirma: “Tienes que comenzar a perder tu memoria, aunque sea sólo por partes, para darte cuenta de que la memoria es lo que hace nuestras vidas. La vida sin recuerdos, no es vida en absoluto, como tampoco es vida la inteligencia sin la posibilidad de expresarse. Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestro sentimiento, aún nuestra acción. Sin ella, no somos nada”.

Sin examinar las muchas propuestas en esta afirmación, podemos estar de acuerdo en la importancia de la memoria. No es que sea de importancia primordial, por supuesto, porque los hombres son más que una colección de recuerdos; sin embargo, los recuerdos nos anclan al tiempo y nos definen a nosotros mismos y a los demás. ¡La memoria puede ser una bendición! Sin embargo, si nuestros recuerdos son de abusos, o son de violencia perpetrada sobre nosotros o por nosotros, o quizás de odio, entonces la memoria lleva al remordimiento, al encierro y aún a la tortura. Si es verdad que la memoria se convierte en el incansable torturador de la mente, ¡entonces la memoria también puede significar locura! Es así que podemos concluir que, tanto nuestra capacidad para recordar como nuestra elección de olvidar son ambas de primordial importancia para nuestra integración como personas. Notarán que no dije reprimir los recuerdos, sino olvidar los recuerdos, y más aún, elegir olvidarlos.

En este mundo enfermo, todos nosotros conservamos las cicatrices de cosas que hemos hecho y que nos han hecho. Los recuerdos de estas cosas pueden ser abrumadores y terriblemente debilitantes. Cuando tengamos el valor suficiente, o estemos lo suficientemente desesperados, o muy enfermos, me pregunto si Dios hará que en ese momento enfrentemos nuestros problemas, nos lamentemos por ellos, los lloremos, nos enfademos por ellos, aun hasta que los perdonemos y luego elijamos olvidarlos, en vez de utilizarlos como trozos filosos de jarros rotos para extraer continuamente la pus envenenada que brota de nuestras almas tristes. ¿Saben amigos? en verdad creo que hay un tipo de olvido que tiene su raíz en el perdón y que trae consigo la sanidad y la habilidad de hacernos sentir completos...algo que muchos anhelamos desesperadamente. ¡Muchos de nosotros debemos tomar un hacha para cortar las cuerdas de las anclas que nos sujetan a nuestros tristes puertos de desesperanza y comenzar a enfrentar, a perdonar y a olvidar!

No piensen que esto no tiene un costo. Miren el Calvario. Aquí Dios prepara el camino para nosotros que somos Sus hijos y nos muestra que Su perdón es Su objetivo último. Luego de haber hecho el pago completo, el Dios que todo lo sabe, elige perdonar y olvidar. Esta elección de “olvidar” le permite a Él ingresar en áreas de la más oscura destrucción y luego construir una ciudad santa e inquebrantable. ¿Se dan cuenta, amigos? ¿Querrían ustedes esto?

Reflexiona: “Vienen días —afirma el Señor—, en que la ciudad del Señor será reconstruida, desde la torre de Jananel hasta la puerta de la Esquina. El cordel para medir se extenderá en línea recta, desde allí hasta la colina de Gareb, y luego girará hacia Goa. Y todo el valle donde se arrojan los cadáveres y las cenizas, y todos los campos, hasta el arroyo de Cedrón y hasta la puerta de los Caballos, en la esquina oriental, estarán consagrados al Señor. ¡Nunca más la ciudad será arrancada ni derribada.” Jeremías 31:38-40

Ora: Señor, dame el valor, dame el paquete, dame el deseo, dame la urgencia, dame el dónde con todo, para enfrentar, perdonar y elegir olvidar. Entonces, oh Señor, juntos, construyamos sobre esta visible devastación, un eterno lugar de habitación santo e incorruptible, para Tu gloria y para mi consuelo. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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