Sunday, September 29, 2013

Sep | 29 | La casa ‘vergonzosa’ de un canalla

MIEDO

Isaías 41:14
No temas, gusano Jacob, pequeño Israel afirma el Señor, porque yo mismo te ayudaré; ¡el Santo de Israel es tu redentor!

 Sobre gusanos y consignas 

Ayer vimos las consignas de los guerreros de Dios; ellas son “fortaleza y valor.” Estas magníficas palabras son grandes escudos, espadas filosas, aun fuertes corceles, puertas de hierro, amigos que no temen y que siempre están marchando junto a nosotros, hacia adelante, como valiente vanguardia de cualquier avance. Aún así, tal como el más alto y fuerte atleta puede ser derribado por un simple microbio y ser dejado sudando y gimiendo una cantidad de incoherencias, así también, en muy poco tiempo, estas dos grandes palabras, fortaleza y valor, pueden ver sus bases engullidas por un pequeño y minúsculo gusanillo remolón. Este tipo de bichos nos hará doblar con un inesperado dolor, y así como las disipadas y explosivas aguas de mellizos prematuros, nuestra cobardía dará primero a luz a la debilidad y luego a la muerte. El gusano del que hablo es el miedo. Amigos, una vez que el miedo echa raíces: ¡los reinos caen! Selah.

En mi experiencia y por lo que he observado, la introducción de este gusano del miedo es una de las principales armas de la artillería del enemigo. Como la mayoría de los viles y virales agentes, necesita tener un buen terreno de cultivo, necesita el clima apropiado para multiplicar su locura. Ese clima es la duda. Dudar de la fidelidad de Dios; dudar de las buenas intenciones de Dios; dudar de la capacidad de Dios; dudar, especialmente, de la bondad de Dios. “Él me ha abandonado. ¿Realmente Lo escuché? Quizá Él no me ayude. ¡Quizá, Él no puede ayudarme! ¡Quizá Él esté en mi contra! ¡Me pregunto si en realidad lo que Él quiere es lastimarme!”

La duda siempre es la que precede al miedo. Permítaseme entonces decir que, para quitar y matar a los gusanos del miedo, debemos primero quitar el clima de duda. ¿Cómo hace la húmeda desesperación de la duda para revestir las cimas de las montañas de los fuertes y valerosos corazones, y cómo los envuelve como si fuera espesa y fría niebla? Hay tres cosas que con certeza puedo decir que dan origen a este clima de muerte:

La primera es el desánimo. Las peleas de cualquier tipo tienen sus contratiempos. Un “gancho de derecha” del enemigo, puede voltear tu cabeza violentamente y por un momento, hacer tambalear tu mundo. Cuando esto pasa, ¡aguántalo, cúbrete, recupera tu aliento, inclínate, zigzaguea, saca tu izquierda, y luego regresa allí, esta vez atento a aquello que te lastimó tanto la última vez! Así que, primero que nada, ¡no dejes que los golpes duros te desanimen!

La segunda es no saber escuchar. Dios siempre da instrucciones antes de la batalla. ¡Siempre! Escúchenlas y síganlas al detalle. Sepan a su vez, que en el conflicto, Dios siempre proveerá tiempos de descanso, así que cuando vuelvan a su esquina, escuchen. Reciban el agua refrescante, el fresco viento de la toalla ondeante, la crema y las curaciones, pero hagan lo que hagan, escuchen y escuchen atentamente. Si no estamos escuchando a nuestro maestro, nuestro entrenador, nuestro preparador, entonces estamos en profundo desamparo. El sentimiento de sentirse abandonado y de estar totalmente solos, encogerá y marchitará nuestros corazones hasta volverlos del tamaño de nueces viejas. La segunda entonces es: estén seguros de escuchar a Dios.

Por último, continúen buscando en el lugar correcto. Sólo en una de las cuatro esquinas están los ojos que nos alientan y la instrucción que requerimos para la victoria. Miren hacia esa esquina, una y otra y otra vez. No se desorienten, no se dejen engañar y, sobre todo, cuando necesiten aliento, dirección y ayuda, continúen mirando hacia la esquina de Dios.

El desánimo, el no escuchar y la mirada en la dirección equivocada nublarán nuestros cielos, harán que se ponga nuestro sol y traerán la fría niebla de la duda a paso doblemente rápido. Ese frío aislamiento criará los gusanos del miedo y aquellos que sean engullidos por ellos serpentearán como ellos, convulsionándose por el nefasto y sucio gancho del diablo, su fuerza y su valor serán arrancados y pisoteados, y su cara palidecerá de miedo. Entonces hoy, oh amigos engullidos por gusanos, libérense del gancho, levántense, pónganse en movimiento, escuchen atentamente y esta vez, ¡miren en la dirección correcta!

Reflexiona: “¡La paz sea contigo, hombre altamente estimado! ¡Cobra ánimo, no tengas miedo!” Daniel 10:18 

Ora: Señor. Revíveme. Brilla con intensidad en mi cielo, aleja la neblina de la duda, ayúdame a ponerme de pie, dame fuerza y ayúdame hoy, oh mi Dios, mi Fortaleza y mi Redentor. Enséñame a ser más que vencedor por medio de Aquél que me amó y se dio a Sí mismo por mí. Amén.

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