Sunday, September 15, 2013

Sep | 15 | EL Dios de las garantías

VALOR
 

Juan 13:34  
Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros.

EL Dios de las garantías

En “esto” que todos llamamos vivir, no hay garantías de lo que consideraríamos éxito o alegría. La mujer que tanto ha anhelado y orado por un hijo, finalmente queda embarazada, sólo para dar a luz a un bebé discapacitado severamente. El joven que deja África para estudiar en un seminario en América, trabaja muchas horas en su trabajo nocturno, mantiene los ojos abiertos en la clase, estudia mucho, estudia hasta muy tarde, estudia por años, sólo para morir en un accidente automovilístico el día anterior a su graduación. La fiel pareja que ha estado ahorrando por años para jubilarse y mudarse a la Florida y dejar atrás la vida de locos que tanto odiaron, llegan al lugar soleado, sólo para descubrir que muy pronto, demasiado pronto, el Alzheimer roba a uno de ellos el conocimiento del otro y llena el vacío con temor. No señor, está claro que en esto que llamamos vivir, no hay garantías de lo que consideramos éxito o alegría.

El poeta Tennyson escribe sobre el prometido de su hermana, (quien también fuera de él, su mejor amigo) Arthur Hallam, quien falleció en Viena en un día como hoy, en 1833 de una hemorragia cerebral poco antes de la fecha que habían fijado para la boda. Los últimos versos del poema son conocidos por casi todos:

Es mejor haber amado y perdido
Que jamás haber amado.

El vivir requiere de mucho esfuerzo para transitar este lamentable camino que es la vida. El amar, sin embargo, el amar de verdad, requiere de un valor enorme.

¡Amar clama por los más grandes actos de desinterés, de perdón, de elegir olvidar, de sufrimiento, de redención, de llanto, de esperanza, de soñar mejor, de soñar más grande, de soñar más allá de la razón! El amar requiere del valor más grande, porque lleva consigo el mayor de los precios y la mayor de las recompensas. El amor puede venir sin garantías, sin certezas, pero ¿qué es la vida sin él, qué es la vida sin el amor, amigos? Aún Tennyson confesó que estos versos finales llevaban en sí más esperanza de la que él mismo creía, porque, verán, ¡el amor demanda la fe y el valor más grandes! Los hombres de verdad aman, y aman sin importar nada más. ¡Quizá hoy, hombres, algunos de ustedes necesiten volver a sus votos, necesiten prepararse como guerreros y comenzar a ser los hombres valerosos que son y por fin, amar!

El mundo, el pecado y Satanás no ofrecen garantías de éxito y alegría. Ellos pueden sugerir que sí lo hacen, pero la vida prueba que estas ofertas no valen ni el papel sanitario en el que han sido escritas. Jesús es, sin embargo, el Dios de las garantías. Él nos ha entregado muchas promesas que son ‘Sí’ y ‘Amén’, y que en verdad, son seguras y verdaderas. El desafío que tenemos es que el Dios eterno hace que Sus promesas, no sólo duren para siempre, sino que fructifiquen en la gran eternidad. Por tanto, “Esperen y vean”, dice Él, “Ni una sola palabra faltará”. Aquellos de nosotros tan delimitados por lo finito tenemos grandes dificultades en comprender a través de la fe, el fruto de las promesas que han de ser arrancadas del infinito, arrancadas del gran eterno y alimentadas en nuestros corazones en el aquí y ahora. “Esperen y vean”, dice Él, “Ni una sola palabra faltará”.

Sin embargo, hay una promesa que encuentra su culminación tanto en el ahora como en los tiempos por venir. ¡Es nuestra Roca sobre la cual pararnos y pelear; es nuestra banca que nos permite apostar a Dios; es nuestra Luz en la oscura, muy oscura noche; es nuestra agradable píldora contra la depresión; son los brazos del amor en toda nuestra soledad, es la promesa de Su “eterna presencia”!

Reflexiona: “Así que podemos decir con toda confianza: El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?” Hebreos 13:5-6

Ora: Amado Señor Jesús: Nos llamas a lo que es humanamente imposible: al amor desinteresado. Una vez que vemos lo que dicho amor demanda, el sacrificio, el dolor, al igual que el placer, retrocedemos de aquello que requiere de tanta fuerza y tanto valor. Oh, Dios, equípame hoy como fuerte guerrero para que pueda mostrar amor en forma constante. Amén.

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