Tuesday, September 10, 2013

Sep | 10 | La casa ‘vergonzosa’ de un canalla

SALVOS

Lucas 19:1-2  
Jesús llegó a Jericó y comenzó a cruzar la ciudad. Resulta que había allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos, que era muy rico.

La casa ‘vergonzosa’ de un canalla

Jericó, por supuesto, fue reconstruida bajo una maldición. En verdad, fue el General Josué quien dijo, “¡Maldito sea en la presencia del Señor el que se atreva a reconstruir esta ciudad de Jericó! Que eche los cimientos a costa de la vida de su hijo mayor. Que ponga las puertas a costa de la vida de su hijo menor.” Josué 6:26.

Las Escrituras luego apuntan que fue Hiel de Betel quien hizo justamente eso. Él no reconstruyó Jericó en la misma ubicación, sino que fundó una ciudad del mismo tipo, con el mismo propósito y del mismo nombre. Al hacer esto, Hiel sacrificó a su primogénito Abiram al colocar los cimientos y puso sus puertas con el sacrificio de su hijo menor, Segub. Jesús entró en esta misma Jericó, atravesó esas mismas puertas malditas y pasó sobre esos mismos cimientos, también malditos. En realidad, Cristo honró a esa condenada ciudad con Su presencia, y hoy continúa haciendo lo mismo por muchas ciudades, porque Él ha venido a quitar la maldición del pecado.

Aquí, en la Jericó condenada, Zaqueo era el jefe de los cobradores de impuestos, el jefe de los publicanos, el “mandamás”, el “gran jefe” y ante sus hermanos judíos era, sin dudas, “el más grande de los pequeños canallas” en Jericó. Por lo tanto, este hombrecillo malvado, rechazado y desechado culturalmente y cuyos oídos estaban saturados de maledicencia, es visto en la cima de un sicómoro tratando de verlo a Él, de quien ha escuchando tanto. Noten que aún el más canalla de los pecadores siente curiosidad por el verdadero Jesús. “Y cuando Jesús llegó al lugar, Él miró hacia arriba y lo vio, y le dijo, ‘Zaqueo, apresúrate y desciende, porque hoy he de quedarme en tu casa’. Así es que él se apresuró y descendió, y lo recibió (a Jesús) con júbilo”. Lucas 19:3-6

Por tanto, el pequeño canalla posa su mirada en Jesús y Jesús, conociendo Su nombre, alienta este comienzo, en apariencia, simple y curioso, ¡al invitarse a Sí mismo a tomar el té! En la ciudad condenada, Jesús ahora entra en la vergonzosa casa de un canalla, sólo para ser cuestionado aún más por la colérica presencia de algunos de aquellos con almas contraídas por la desconfianza, esos hipócritas religiosos, quienes al mismo tiempo murmuraban, al unísono, como dice la Escritura: “Al ver esto, todos empezaron a murmurar: Ha ido a hospedarse con un pecador.” Lucas 19:7

Amigos, no sabemos qué sucedió en la casa de este ‘canalla’ esa tarde calurosa, pero sí sabemos que las membranas olfativas espirituales de Zaqueo fueron activadas para oler algo dulce y algo íntegro en la gloriosa gracia del Rey Jesús. Tanto es así, que las únicas palabras de Jesús que han quedado registradas, luego de que se invitara a tomar el té, son en respuesta a la interesante declaración de fe hecha por Zaqueo: “¡Mira, Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he tomado algo de alguien bajo pretensiones falsas, lo restituyo cuatro veces!” Y Jesús le dijo, “Hoy ha venido la salvación a esta casa, porque él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar aquello que estaba perdido”. Ahhh, ¡qué maravilloso! ¡Miren los rostros de los fariseos ahora... han tragado aire con tanta rapidez, que ya no saben qué es qué!

Ahora, amigos, los “nuevos convertidos” ¡seguramente causarán alguna consternación en la casa de los “justos redimidos”! Siempre será así, pero, ¡qué desorden tan glorioso para limpiar! ¿no es cierto? ¡Qué confusión tan totalmente gloriosa! Y les digo también, cuando el ‘mugroso’ comienza a limpiarse, escucho cantos, amigos, escucho cantos de felicidad desde el cielo, aún desde el trono. ¿Ustedes, los escuchan?

Si cuando Jesús entra en la casa de la vergüenza de un canalla, tu rostro se ve como la parte de atrás de un pomposo gatito hogareño, entonces quizá (sólo quizá), ¡estés en el equipo equivocado, mi querido amigo!

Reflexiona: “Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, lleno de alegría la carga en los hombros y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido." Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.” Lucas 15:4-7

Ora: Señor no dejes nunca que mis himnos de alabanza y adoración, de declaración y dedicación, acallen Tus cantos de alegría por los pecadores que han sido salvados. Enséñame a escuchar Tu canto, a aprender Tu tonada, y a cantar junto con Tu alegría. Enséñame a regocijarme en Ti, Oh Señor, por la llegada de tu salvación a una “casa vergonzosa”. ¡Amén, Señor y Amén!

 

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