Friday, September 16, 2011

Sep | 16 | Ecuaciones sobre el carácter y las capacidades

Palabra para meditar– CARÁCTER

1 Crónicas 21:14-17
“Por lo tanto, el SEÑOR mandó contra Israel una peste, y murieron setenta mil israelitas. Luego envió un ángel a Jerusalén para destruirla. Y al ver el SEÑOR que el ángel la destruía, se arrepintió del castigo y le dijo al ángel destructor: ¡Basta! ¡Detén tu mano! En ese momento, el ángel del SEÑOR se hallaba junto a la parcela de Ornán el jebuseo.

David alzó la vista y vio que el ángel del SEÑOR estaba entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en la mano que apuntaba hacia Jerusalén. Entonces David y los ancianos, vestidos de luto, se postraron sobre su rostro. Y David le dijo a Dios: SEÑOR y Dios mío, ¿acaso no fui yo el que dio la orden de censar al pueblo? ¿Qué culpa tienen estas ovejas? ¡Soy yo el que ha pecado! ¡He actuado muy mal! ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre mi familia, pero no sigas hiriendo a tu pueblo!”

Ecuaciones sobre el carácter y las capacidades

Esta noche estaba pensando, meditando por decirlo así, en el viejo adagio que dice que “las decisiones determinan nuestro destino, y el carácter determina nuestras decisiones”, y por lo tanto, como Laurel le dijo a Hardy “El carácter determina el destino”.

Tengo que reconocer que siempre me ha parecido que este dicho de “el carácter determina el destino” de alguna manera carece de verdad. Después de todo, fue David, el hombre según el corazón de Dios, el que tomó muchas buenas, y muchísimas malas decisiones en su vida, optando incluso por el engaño nacional, el asesinato y el adulterio. ¡Estas tres no fueron más que unas cuantas de sus malas decisiones! Porque algunas de sus otras malas decisiones llevarían a que miles de miles de sus compatriotas fueran aniquilados por el mismo Dios Todopoderoso. El rey David pudo haber sido un hombre según el corazón de Dios, pero algunas de sus decisiones no fueron buenas, y nuestro texto de esta noche claramente lo muestra. Efectivamente, pudo ser el diablo quien lo llevara a hacerlo, pero al final de cuentas, David lo hizo! Tal vez el diablo fue el que incitó, pero David eligió, y su destino quedó completamente manchado al hacerlo. Incluso los mejores hombres en ocasiones eligen mal y eso trae consecuencias desastrosas tanto para sí mismos como para los demás. Díganme, entonces, si el destino de esos hombres ha sido ahora destruido.

He llegado a la conclusión de que aunque el carácter sí moldea las decisiones, y las decisiones determinan el destino terrenal, eso es sólo una parte de la ecuación. Verán: es que nosotros pensamos que nuestro destino es nuestra meta en esta parte del cielo. Sin embargo, yo no creo que nuestra meta presente sea la meta final de Dios para nosotros, o sea, no es el destino de Dios para nosotros. Dios tiene una meta eterna e infinita para nosotros, y es mucho más que la posición, o el poder o un lugar, y por ello, en este lado del cielo, creo que Su meta, Su destino para nosotros, siempre está en el moldeamiento profundo del carácter. Hay una razón para esto y creo que es porque carácter = capacidad. El moldeamiento de nuestro carácter es nuestro destino en este lado del cielo.

Eso no obstante, no es suficiente para nosotros... no. El destino para nosotros en este lado del cielo, es una meta determinada de posición, poder y lugar. Sí, es para nosotros una meta de objetivos cumplidos, de proezas realizadas, de carreras corridas y de peleas ganadas. Sin importar qué sea, queremos estar en la cima de nuestro propio Everest y decir “lo he hecho, he culminado la tarea que se me ha confiado”. Ahora bien, no hay nada de malo en ello, nada de malo en lo absoluto. Sin embargo, me pregunto si esa declaración no es al final una simple afirmación de nuestra perspectiva tal como la sentimos. Sí, a menos que Dios nos confirme de manera definitiva lo contrario, creo que la mayoría de las veces, probablemente es así. El destino de Dios para nosotros, verán, es más grande que cualquier Everest de posición, lugar o poder en este lado del cielo, porque es el carácter de Dios en nosotros, lo que nos traerá descanso. En este lado del cielo, todos nuestros Everests escalados han demostrado ser muy agotadores e insatisfactorios.

Nuestra ecuación terrenal para la realización del poder, lugar y posición, puede dividirse en diez partes. Echemos un vistazo al desarrollo de la ecuación de nuestro destino. Aquí vamos:

Meta-Genética (material de construcción provisto por el Dios Creador) + Genética simple (material de construcción provisto por los padres terrenales) = Temperamento (es decir, los comienzos de la calidad del corazón, nuestra constitución natural si así lo quieren, nuestras tendencias moldeables e innatas).

Temperamento + Rango social y situación social + Presiones y placeres = Carácter (las pruebas de la calidad del corazón, la expresión de los rasgos adquiridos, tanto buenos como malos).

Carácter + Temperamento sediento (o deseo) (es decir, nuestras tendencias innatas que se han vuelto sedientas por carencias, por necesidad, por unción tal vez, o incluso por don) = Presión de Expresión.

Presión de expresión = Búsqueda persistente

Búsqueda persistente = Oportunidad Conseguida.

Oportunidad realizada = Expresión del ser.

Expresión del ser = Realización.

Realización = el sentimiento de haber alcanzado la meta y por lo tanto, el hecho de la meta alcanzada.

Meta alcanzada = Satisfacción.

Satisfacción = Descanso/Paz.

Es todo muy complicado, ¿no? Y como muchos millones atestiguan, cuando llegas a la cima de tu Everest, esta aparente satisfacción de culminación y posesión, rara vez conduce al descanso del alma. Sí, nuestras ecuaciones terrenales del destino tristemente fallan todas cuando llegamos a la cima de nuestros montes los cuales nos damos cuenta, no nos traen reposo.
Nuestro destino a este lado del cielo es simple. Es sacrificarnos por servir al Señor Jesucristo. Cuando servimos a Cristo, Él moldea nuestras tendencias innatas y luego, en nuestra búsqueda de ese servicio sacrificado, les agrega grandiosos adornos de rasgos dorados relucientes, rasgos como los de Dios. Es este moldeamiento que el Todopoderoso hace a nuestro ser, es este aditamento santo de maravillas doradas, lo que hace que el carácter sea nuestro destino en este lado del cielo. No se equivoquen: la formación de un carácter a semejanza del de Cristo en este lado del cielo, es la meta deseada por Dios para todos nosotros. ¿Por qué?

Antes de responder esa pregunta, permítanme decir que no creo que esta formación del carácter, esta santificación, se interrumpa cuando seamos transformados de la tierra al cielo, y que una vez allá, lo que está aquí, quede sellado allá para siempre y no pueda nunca mejorarse. No, ¡en absoluto! Si ese fuera el caso, entonces francamente qué manojo de personas más grande y más lamentable caminaría por las calles de oro. Tal vez las recompensas, y por lo tanto, las capacidades de los placeres de Dios, estén selladas en nosotros en el trono del juicio de Cristo, pero selladas sólo en sus capacidades de crecimiento exponencial. En otras palabras, selladas en un crecimiento que es proporcional al tamaño inicial. Eso creo, tal vez.

¿Por qué creo que en este lado del cielo, la construcción de un carácter semejante al de Cristo es nuestro destino? Porque este carácter semejante al de Cristo acarrea la recompensa de la capacidad, que en el cielo permite un crecimiento exponencial en el disfrute, placer, realización, gloria en la relación, gloria en la construcción, gloria en la creación, gloria en el descubrimiento, gloria en la conquista y gloria a Dios.

Sepan esto mañana, entonces: que Dios está interesado en su carácter porque en ello reside la llave para todas nuestras capacidades eternas futuras. Sí, señor, en este contexto, entonces, la respuesta a mi ecuación inicial es correcta. El carácter, efectivamente, determina el Destino eterno.

Medita: “Que abunden en ustedes la gracia y la paz por medio del conocimiento que tienen de Dios y de Jesús nuestro Señor. Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina. Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, les harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo...” 2ª Pedro 1:2-9

Ora: Señor, aumenta mi fe e incrementa mi capacidad eterna para disfrutarte y glorificarte por siempre. Amén.

 

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