Sunday, September 18, 2011

Sep | 18 | Obra de sangre

Palabra para meditar– CONOCIDO

Hebreos 4:15
“Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.”

Obra de sangre

En esta noche quiero revisar una frase de este versículo maravilloso del libro de los Hebreos. Así es como es traducido por diversas versiones de la Biblia, en las que se dice que Jesús:
Reina Valera 1960 – “...no es un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades;
Biblia de las Américas – “...no es un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas;
NVI –“...no es un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades;
Algunas versiones americanas dicen que – “...no es un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras enfermedades, debilidades, aflicciones...”


¿Lo comprenden? Bien. Ahora, tomando estos versículos y viendo cómo se usa y se traduce la palabra para debilidades en otras versiones del Nuevo Testamento, podemos decir que Jesús, entonces, tiene una empatía comprensiva, compasiva, amplia y conmovedora para nuestra enfermedad, afección, dolencia, debilidad y cualquier otra flaqueza que pueda ser descrita como una fragilidad impotente, ocasionada por cualquier problema genético, falla orgánica, infección viral o por algún espíritu malo. ¿Por qué nuestro Sumo Sacerdote tiene este tipo de empatía y comprensión de nuestras enfermedades? Porque Él fue probado en todas las cosas, como nosotros lo somos, pero nunca pecó.

Ahora, parece que yo estuviera diciendo, de hecho, que el versículo podría estar diciendo que no hay nada que nos tiente que no lo haya tocado y probado a Él. Y aun así, ¿cómo puede ser posible? Jesús nació como un hombre sin pecado, nunca pensó pecaminosamente, ni cometió pecado alguno; en Él no había pecado. Ahora, yo creo que eso significa que en Él no había espacio alguno para la enfermedad. Iría más allá para decir que si Cristo no hubiera sido crucificado, habría llegado a la madurez física y luego ¡habría vivido para siempre! Cristo nunca estuvo enfermo, Cristo nunca estuvo moribundo. Cristo nuestro Rey, nunca recorrió el camino hacia la edad decrépita de la vejez, sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada, y francamente, jamás habría podido. ¿Entonces cómo es posible que Jesús hubiera sido tentado por una de nuestras debilidades? ¿Cómo puede nuestro Sumo Sacerdote ser tentado así, incluso ahora?
Algunas personas dirían que este versículo en realidad está hablando de que Él fue tentado como nosotros somos tentados, y por lo tanto, que Él sintió la misma tentación de pecar que tenemos nosotros. Sin embargo, ¿fue Cristo tentado alguna vez como nosotros? No tenía pecado original en Su interior, no tenía ningún monstruo insaciable, que implorara los frutos de los deseos perversos de todo tipo. Cuando la tentación estuvo delante de Él, no hubo ninguna bestia negra en Su interior que saltara como animal hambriento, con su cuello rojo por las llagas, producto de tensionar la correa, en su intento por morder y devorar. ¿Entonces cómo pudo Cristo ser tentado como nosotros somos tentados?

Cristo, de jovencito, se hizo todas las cortadas y moretones de un niño en edad de crecer, estoy seguro. Quizá de vez en cuando se dio en el dedo del pie, pero incluso eso pueda ser debatible. No obstante, no puedo imaginar a Jesús con sarampión, varicela, la mononucleosis infecciosa o cualquier otra infección, si vamos a eso. Entonces, ¿cómo es que nuestro Sumo Sacerdote es tocado por los sentimientos de nuestras debilidades, con las enfermedades de nuestra vida joven y la vieja? Díganme, ¿cómo puede Cristo ser tentado como lo somos nosotros? Bueno, a estas serias preguntas, yo no diría más que dos cosas:

Primero, que en la pasión de Cristo, que se inició en el huerto de Getsemaní, fueron las grandes gotas de sudor con sangre las que nos reflejaron la más terrible y titánica tragedia de todos los tiempos, que estaba a punto de caer sobre Él. Lucas, el médico, es el único de los cuatro escritores de los Evangelios, que da cuenta de este sudor con sangre, y es otro médico, el doctor Frederick Zugibe (Jefe médico examinador del condado de Rockland, en Nueva York) el que habla de “hematohidrosis”. Al describirla dice que, “alrededor de las glándulas sudoríparas, hay múltiples vasos sanguíneos en forma de red. Bajo la presión de un gran estrés, los vasos se oprimen. Luego, a medida que pasa la ansiedad, los vasos sanguíneos se dilatan hasta el punto en que se rompen. La sangre pasa a las glándulas sudoríparas, y cuando éstas están produciendo mucho sudor, éste impulsa la sangre hacia la superficie, saliendo como gotas de sangre mezcladas con sudor”. ¡Qué tremendo, amigos! La sola idea de lo que estaba a punto de venírsele encima, el sonido del peso arrastrado de todos nuestros pecados que gritaban, viniendo hacia Él en la cruz, ¡hizo que el dulce Jesús sudara sangre! El sólo pensar en lo que le esperaba, el experimentar de todas las consecuencias de crímenes inimaginables, las mutilaciones de algún miembro, de la visión a alguien que le han sacado los ojos, de los sueños que han terminado en las playas de la desilusión, de los órganos que el cáncer ha robado, de todas las enfermedades y locuras de toda clase, atroces e incurables, de los asesinatos en el vientre, inducidos con fármacos, o pinchados con agujas de tejer... Sí, incluso de todos los pecados del mundo entero, desde Adán en adelante e incluso hasta el fin de los tiempos, que dentro de poco iban a caer sobre Sus hombros, ¡lo hicieron sudar! Sí, en alguna parte en medio del oscuro misterio de la cruz gloriosa, éste, mi Salvador, lo probó todo. Supongo que en algún momento, mientras estaba en la cruz, pudo haber descendido de ella, pudo haber decidido no cumplir la voluntad del Padre. Sin embargo, no lo hizo. Al contrario, bebió la copa de la condenación hasta la última gota. Sí, de todas las consecuencias del pecado, no hubo nada que Él no tocara o no probara... nada.

Segundo, creo que Jesús fue más tentado de lo que jamás podremos nosotros ser tentados. Creo que Jesús fue más probado de lo que nosotros jamás podríamos. Oswald Chambers, en su reflexión para este día, llega al versículo de esta noche desde otro ángulo, que también es correcto. Dice: “Las tentaciones de nuestro Señor y las nuestras estarán en ámbitos distintos hasta que nazcamos de nuevo y nos convirtamos en Sus hermanos. Las tentaciones de Jesús no son las de un simple hombre, sino que son las tentaciones de Dios como Hombre. El Hijo de Dios se forma en nosotros por medio de la regeneración (ver Gálatas 4:19), y en nuestra vida física Él tiene el mismo escenario que tuvo en la tierra. Satanás no nos tienta sólo para llevarnos a hacer cosas equivocadas: nos tienta para que perdamos lo que Dios ha puesto en nosotros por medio de la regeneración, es decir, la posibilidad de ser valiosos para Dios”. Me gusta eso.

En cualquier caso, permítanme hacer eco de esta conclusión tan maravillosa de las Sagradas Escrituras...

Medita: “Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.” Hebreos 4:16

Ora: Señor, ¡tócame, sáname, ayúdame, abrázame y líbrame del devorador! ¡Amén!



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