Wednesday, September 21, 2011

Sep | 21 | Que me traigan a un músico!

Palabra para meditar– MÚSICA

2 Reyes 3:14-15a
“Eliseo replicó: Le juro que si no fuera por el respeto que le tengo a Josafat, rey de Judá, ni siquiera le daría a usted la cara. ¡Tan cierto como que vive el SEÑOR Todopoderoso, a quien sirvo! En fin, ¡que me traigan a un músico!...”


¡Que me traigan a un músico!

En este Siglo 21, los componentes clave en el personal para que una iglesia crezca, son un buen comunicador en el púlpito y un buen músico en el escenario. Si hay que escoger sólo uno de estos componentes, elijan siempre al músico bueno, porque la buena música atrae a los clientes, y cuando los clientes abran sus bolsillos… bueno, entonces podrán comprarse un buen mono de púlpito, que adquiera sus sermones por internet cada vez que ustedes quieran. Ahhh...¡que me traigan un músico!… Habiendo hecho esa observación, lo que estoy a punto de comentar en esta noche, desafortunadamente no tiene nada que ver con la iglesia post-modernista, o con ese vejestorio emperifollado: la iglesia mega-moderna. No, no estoy hablando de esas cosas superficiales, sino de una conexión profunda e intrínseca, entre el alma y el espíritu profético. Sí, ¡que me traigan un músico!

Una noche estaba interpretando algo de poesía, y tuve la oportunidad una vez más de interpretar una pieza con el acompañamiento de un músico profesional. Fue un ejercicio público como respuesta a la pregunta sobre la posibilidad de la sincronización. ¿Podían el corazón y los oídos del hablante, y el corazón y los oídos del músico, sincronizar la voz y las palabras con los sonidos inquietos y apasionantes, arrancados con los dedos del músico? Siempre, para sorpresa de la audiencia, esto funciona bien, y en cada ocasión se produce algo diferente y hermoso, algo siempre armónico y rítmico; y amigos, cualquier cosa que sea armónica y rítmica, va a liberar una hermosa verdad. Sí, ¡que me traigan un músico!
Ahora, Eliseo no es cobarde de ninguna manera, y es evidente que la llegada de estos tres reyes, y en especial del malvado Rey de Israel, lo había puesto particularmente molesto, lo había insultado sobremanera, lo había puesto a la defensiva, ¡y luego lo puso a atacar verbalmente!

Un hombre contra miles, diciéndole al Rey de Israel lo que debía hacer! Imagino que su corazón estaba palpitando en fiera indignación contra aquellos que se habían rebelado contra el Señor. Sólo la presencia del rey Josafat ese día, salvó la situación, y con desdén cada vez mayor hacia los parientes y hacia el Rey de Israel, Eliseo dice: “¡Por la vida del Señor de los ejércitos, a quien sirvo, que si no fuera por consideración a Josafat, rey de Judá, no te tendría en cuenta y ni siquiera te miraría. Pero ahora, ¡que me traigan un músico!”. Ahora, en medio de semejante situación, ¿por qué rayos pidió Eliseo un músico?

Bueno, yo creo que Eliseo necesitaba calmarse, ¡y él lo sabía! Porque cuando el músico tocó, Eliseo volvió a un estado de ánimo más tranquilo; sí, eso es, el alma de Eliseo quedó tan tranquilizada con la música, que su espíritu pudo elevarse por encima de las ondas emocionales bulliciosas y hablar en términos proféticos y prácticos. Por supuesto, esto era supremamente importante, supremamente necesario, porque era su espíritu el que era el conducto de la voz de Dios. No piensen ahora que el centro de sus emociones era un bloqueo emocional que necesitaba ser removido... ¡no! Más bien, por medio de la música, el ritmo de su alma emocional se sincronizó con su espíritu, para liberar el testimonio. Sí, su alma fue llevada a un ritmo de revelación. Sus emociones no fueron eliminadas aquí, sino que más bien fueron conducidas hacia una modo receptivo. Ahhh... sí, ¡que me traigan un músico!

Fue Lutero quien enseñó que “la oscuridad aborrece los sonidos dulces” y ciertamente, la aversión de esto en nuestros días se ve en que la oscuridad siempre se apega a, dijéramos, ¡unos sonidos no muy dulces! Ciertamente, el alma necesita de un estado anímico para hacer que el cielo hable. Lo digo otra vez: ciertamente, el alma necesita de un estado anímico para hacer que el cielo hable, y ese estado es un ritmo; y es un ritmo que está en sintonía con el cielo; un alma y un espíritu que están en sincronía mutua y con el Espíritu Santo. Oh sí... ¡que me traigan un músico!

Ahora, se darán cuenta de que el versículo no hace mención ni del estilo de música ni del instrumento con el que se tocaba. ¿Sería una música tranquilizadora? ¿Sería una música conmovedora? ¿Sería agradable en su tono, o provocativa en su melodía? No sabemos. Todo lo que podemos decir es que esta música trajo un orden a su alma y una liberación a su espíritu en una situación muy difícil. ¡Ahhh sí! en todas nuestras situaciones difíciles, ¡que nos traigan un músico!

No quiero que piensen que su alma emocional es un estorbo para la comunicación; no, de hecho, es una parte integral de la comunicación. Sin embargo, cuando el alma está fuera de sincronía con el espíritu, escuchar el mensaje de Dios es como buscar a un hombre ahogado en un mar feroz: ese mar debe ser controlado; el ritmo de las olas debe refrenarse. Ahhh... que me traigan un músico.

Ustedes saben que lo que escuchan efectivamente influenciará su alma y a su vez encadenará o liberará su espíritu; y recuerden: es el espíritu de ustedes el que habita en el reino espiritual, y es el espíritu de ustedes el que tiene contenido comunicativo. Me pregunto entonces si el hecho de que no estén escuchando a Dios se debe a que en realidad están fuera de Su sincronía, y nada, pero nada, va a ‘rimar’ en su vida. Si ese es el caso, amigos, entonces necesitan un músico. Mmmhh, pero, ¿qué tipo de músico traer?

La música es música, y la buena música, al igual que la buena comida satisfará el alma. Sí, no necesitan un chef cristiano para hacer buena comida, y no necesitan un músico cristiano para hacer buena música; sólo recuerden, la música que yo estoy diciendo que es buena, es la música que llevará su alma a entrar en un ritmo que a su vez va a liberar la rima.

Tengan la seguridad de que sus almas conocen la diferencia entre un ritmo esclavizador y un ritmo liberador, y les digo: su alma está anhelando la liberación, su alma está anhelando descanso, su alma está anhelando ser controlada y escuchar el mensaje de Dios. Entonces, permitan que su oración de esta noche sea sencillamente esta: “Señor, ¡haz que me traigan un músico!”

Medita: “Eliseo replicó: Le juro que si no fuera por el respeto que le tengo a Josafat, rey de Judá, ni siquiera le daría a usted la cara. ¡Tan cierto como que vive el SEÑOR Todopoderoso, a quien sirvo! En fin, ¡que me traigan un músico! Mientras el músico tañía el arpa, la mano del SEÑOR vino sobre Eliseo, y éste dijo: Así dice el SEÑOR: Abran zanjas por todo este valle, pues aunque no vean viento ni lluvia —dice el SEÑOR—, este valle se llenará de agua, de modo que podrán beber ustedes y todos sus animales. Esto es poca cosa para el SEÑOR, que además entregará a Moab en manos de ustedes. De hecho, ustedes destruirán todas las ciudades fortificadas y las otras ciudades principales. Cortarán los mejores árboles, cegarán los manantiales y sembrarán de piedras los campos fértiles. A la mañana siguiente, a la hora de la ofrenda, toda el área se inundó con el agua que venía de la región de Edom.” 2ª Reyes 3:14-20

Ora: Señor, tráeme una música que libere Tu mensaje en mí. ¡Amén!

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