Thursday, September 8, 2011

Sep | 08 | “Puedo oír tus fuertes vientos, soplando”

Palabra para meditar– PREPARAR

Mateo 24:4-8
“Tengan cuidado de que nadie los engañe —les advirtió Jesús—. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: Yo soy el Cristo , y engañarán a muchos. Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de los dolores.”

“Puedo oír tus fuertes vientos, soplando”


Para mí, una de las canciones country más populares escritas y cantadas jamás, era la de Hank Williams Junior que se llamaba “Country Boy Can Survive”(El chico del campo puede sobrevivir). Esta canción es realmente una celebración del espíritu aventurero y en particular de ese espíritu que alguna vez se encontró en la gente honesta, trabajadora, de vida dura, económicamente independiente y autosuficiente del Sur de los Estados Unidos de América. La frase introductoria de “Vivo en los bosques, verán, una mujer y los niños, y los perros y yo. Tengo un rifle y un 4 x 4, y con esto un chico del campo puede sobrevivir...”, describe de manera muy típica a algunas de las personas en mi vida que he tenido el privilegio de conocer. Al momento de escribir estas palabras, yo mismo he vivido de alguna manera en las regiones apartadas, rodeado por esta gente durante casi dieciocho meses. Mi puerta delantera ha estado físicamente abierta durante todo ese tiempo para permitirles a nuestros gatos cazadores el acceso libre a sus paseos, porque mi esposa, ustedes verán, es una sentimental.

Cuando nos mudamos a nuestra casa en estas regiones apartadas, cansados del largo viaje desde Miami, le pedí al dueño la llave de la puerta del frente, y rascándose la cabeza me dijo que “no estaba muy seguro de tener una llave”. Acabándonos de mudar de Florida del Sur, en donde no sacábamos la basura sin haber cerrado antes con llave la puerta, le pregunté: “Bueno y, ¿qué hace si alguien se mete?”. Su respuesta fue rápida y simple: “Le disparamos”. ¡Y sí lo harían! Por eso, efectivamente, un chico del campo puede sobrevivir. Sin embargo sí me pregunto por la próxima generación de gente del campo, que incluso ahora exhibe ese mismo síndrome de fruta magullada de las generaciones más jóvenes de este mundo, en el sentido de que para ellos el mundo les debe algo, y las drogas son mejores que el trabajo. No estoy seguro de que las próximas generaciones de gente sureña del campo puedan sobrevivir. No señor, no estoy seguro en lo más mínimo.

Junto con Davy Crockett del ‘Susurro Nocturno’ de la noche de ayer, quiero ir a Texas una vez más en esta noche y a Galveston, por la costa del Golfo de Texas en particular, porque un día como hoy en el año de 1900, Galveston fue golpeado por un huracán sin nombre, que causó tales estragos en esa ciudad sureña una vez hermosa, que se ha convertido en el desastre natural más mortal que los Estados Unidos haya enfrentado hasta ahora.

La investigación en los archivos que aún exhiben fotografías de la devastación y algunos videos con las únicas cuatro cámaras disponibles en los Estados Unidos en ese tiempo (¡imagínense eso!), muestran a ésta, que alguna vez fuera una joya en la corona de Texas, brutalmente eliminada de la faz de la tierra. Con una cifra que iba de los 8,000 a los 12,000 muertos, el simple hecho de arrojar los cuerpos al mar no fue suficiente para desaparecer en el agua a los muertos, pues con la subida de la marea sencillamente volvía el terror y los cuerpos en descomposición otra vez a la tierra. Así que algunas piras funerarias improvisadas ardieron por días, y los sobrevivientes involucrados en las incineraciones masivas recibían whiskey mientras arrojaban a sus propios familiares al fuego: madres, hermanos, esposas, hijas e hijos, todos ardiendo en un montón alrededor de los escombros producidos por la arremetida del viento, de una ciudad que fuera alguna vez próspera y hermosa. Todo perdido en una sola tormenta. Puedo oír a Glen Campbell cantando justo ahora: “Galveston, oh Galveston, aún oigo los vientos de tu mar, soplando”.

Curiosamente, no era poca la sensibilidad de los habitantes de Galveston frente a la posibilidad de un desastre, pero fue otro falso profeta meteorológico, llamado Isaac Cline, quien en 1891 escribió un artículo en el Galveston Daily News en el que daba su opinión meteorológica oficial de que la idea de que un huracán ocasionara un daño serio a Galveston era “¡un delirio absurdo!”. Verán, muchos residentes habían pedido una muralla que protegiera la ciudad, pero la declaración de Cline ayudó a impedir su construcción. Los residentes de Galveston, aunque estaban plenamente conscientes de la posibilidad inminente de un desastre, no se protegieron. En pocas palabras, no se prepararon.

Pronosticar el tiempo es quizás uno de los trabajos más difíciles del mundo. Es como mantener un león por mascota: puedes amarlo, dirigirlo y pasar tus manos amorosas por su adorable melena... pero sigue siendo un león, y no lo olvides nunca, porque el día en que lo hagas, se volteará, te saltará encima, te destrozará el cuello, y te comerá vivo. No, pronosticar el tiempo no es para mí.

En esta noche, no obstante, quisiera hablarles muy brevemente acerca de la preparación, y en particular, de la preparación para un desastre.

Los desastres han ocurrido. Los desastres ocurrirán. Los desastres están ocurriendo. Hablando a nivel estadístico también, hay que anotar que en estos días, estamos de hecho experimentando un incremento en los desastres, los cuales además, son de una intensidad cada vez mayor. La Biblia, e incluso el mismo Señor, nos advierte que no debemos ser insensatos frente a estas cosas, sino que debemos esperarlas y por lo tanto ¡prepararnos para ellas! En estos tiempos tan inciertos, a medida que nos aproximamos aceleradamente al “tiempo del fin”, nosotros los cristianos debemos asumir mucho más una posición de estar en pie de guerra cuando se trata de prepararse para el futuro cercano. No soy un obsesivo con la supervivencia ante las futuras catástrofes, ni soy un estrafalario de los últimos tiempos aferrado a las novelas salvajes, pero sí leo la Palabra y sí observo los signos de los tiempos, y todo en mi espíritu grita “alerta” ¡Alerta! En esta noche, entonces, en verdad quiero hablarles a todos, brevemente, acerca de la preparación y en particular de la preparación para el desastre.

La prioridad, por supuesto, no es escuchar a los falsos profetas, sin importar quiénes sean, ¡y especialmente si trabajan para el gobierno! Reúne los hechos y luego confía en tus instintos... Haz un plan, amigo, y asegúrate de que el plan incluya lo siguiente:

Evacuación

Nutrición

Medicamentos

Comunicación

Transporte

Protección inmediata

Provisiones futuras

y para nosotros los Cristianos, ¡una Declaración constante!

El predicador podrá estar cantando: “Es el fin de los tiempos y el río Mississippi se va a secar. El interés está alto y la Bolsa de Valores ha caído, y lo único que te pasa si vas al centro es que te asaltan”, pero no se equivoquen, amigos: vienen los desastres.

En esta noche, en su cama, pensando cuándo es que nos llegarán esos tiempos difíciles, tal vez puedan meditar en lo que necesiten reunir y realizar, para hacer que su propia supervivencia, la de su familia y tal vez, incluso la supervivencia de otros que ustedes conozcan, sea más que una realidad. ¿Sueno extremista? Piensen en ello en esta noche. ¿Sueno extremista? Tal vez, pero les pregunto: “Hey, chico del campo, ¿podrás sobrevivir?

Medita: “Proclamen esto entre las naciones: ¡Prepárense para la batalla! ¡Movilicen a los soldados! ¡Alístense para el combate todos los hombres de guerra! Forjen espadas con los azadones y hagan lanzas con las hoces. Que diga el cobarde: ¡Soy un valiente! Dense prisa, naciones vecinas, reúnanse en ese lugar. ¡Haz bajar, Señor, a tus valientes! Movilícense las naciones; suban hasta el valle de Josafat, que allí me sentaré para juzgar a los pueblos vecinos. Mano a la hoz, que la mies está madura. Vengan a pisar las uvas, que está lleno el lagar. Sus cubas se desbordan: ¡tan grande es su maldad! ¡Multitud tras multitud en el valle de la Decisión! ¡Cercano está el día del Señor en el valle de la Decisión! Se oscurecerán el sol y la luna; dejarán de brillar las estrellas. Rugirá el Señor desde Sión, tronará su voz desde Jerusalén, y la tierra y el cielo temblarán. Pero el Señor será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los israelitas. Entonces ustedes sabrán que yo, el Señor su Dios, habito en Sión, mi monte santo. Santa será Jerusalén, y nunca más la invadirán los extranjeros.’” Joel 3:9-17

Ora: Señor, danos aceite para nuestras lámparas y mantennos encendidos, para que velemos y esperemos por Ti, oh Novio. Dame sabiduría y enséñame a prepararme. En Tu grandioso nombre te lo pido. Amén.



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