Friday, July 15, 2011

Jul | 15 | ¿A cuál lado de la línea roja del destino?

Palabra para meditar-ELECCIÓN

Joel 2:15-17
“Toquen la trompeta en Sión, proclamen el ayuno, convoquen a una asamblea solemne. Congreguen al pueblo, purifiquen la asamblea; junten a los ancianos del pueblo, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho. Que salga de su alcoba el recién casado, y la recién casada de su cámara nupcial. Lloren, sacerdotes, ministros del Señor, entre el pórtico y el altar; y digan: Compadécete, Señor, de tu pueblo. No entregues tu propiedad al oprobio, para que las naciones no se burlen de ella. ¿Por qué habrán de decir entre los pueblos: "Dónde está su Dios?"”

¿A cuál lado de la línea roja del destino?


Fui a encontrarme con un amigo mío que llegaba desde París a la estación de San Pancras. Allí observando el ajetreo de la gente que cabizbaja se mueve rápidamente, se alza una escultura de bronce de nueve metros llamada La Bienvenida del artista Paul Day. Esta sorprendente pieza se basa en una pintura del mismo artista abrazando a su esposa francesa. Sin embargo, en mi opinión, “La Bienvenida” no es nada comparada con quizás una de las más grandes obras de arte que jamás se haya producido, por al lado de la cual yo pasé más tarde aquel mismo día. Sí, allí a lo largo del Río Támesis, en el terraplén Victoria, conmemorando el cese del conflicto con las agresivas y desenfrenadas fuerzas nazis, se encuentra el majestuoso y conmovedor monumento a la Batalla de Gran Bretaña de Paul Day.

Fue dos semanas después de la caída de París en Junio de 1940 que el entonces Primer Ministro, Winston Churchill, se puso de pie y se dirigió a la Cámara de los Comunes en lo que la historia ha registrado como el discurso “El Gran Momento”. El encabezamiento del espectacular y vehemente discurso de Churchill, reconoce lo que el entonces Subsecretario Permanente del Ministerio de Asuntos Exteriores, Alexander Cadogen llamó el suceso más “milagroso” y “maravilloso” mediante el cual la derrotada Fuerza Expedicionaria Británica, atrapada y derrotada en las oscuras y húmedas riberas de Dunkirk y mientras esperaba su destrucción bajo el poderoso yugo de Hitler; pudo ser rescatada por una armada de pequeños botes, y regresada hasta las costas de Inglaterra. La destrucción nunca tuvo lugar, porque por razones desconocidas hasta hoy, Hitler se detuvo y nunca materializó su victoriosa ventaja. De hecho, Churchill dijo “Durante los últimos días hemos sacado exitosamente la gran mayoría de las tropas que teníamos en la línea de comunicación con Francia y 7/8 de las tropas que habíamos enviado a Francia desde el principio de la Guerra - es decir, cerca de 350,000 de 400,000 hombres- están a salvo y de regreso en este país. Otros todavía están luchando junto a los franceses, y luchando con gran éxito en sus batallas locales contra el enemigo. También hemos traído una gran cantidad de provisiones, rifles y municiones de todo tipo que se habían estado acumulando en Francia durante los últimos nueve meses. Por lo tanto, hoy tenemos en esta Isla una grande y poderosa fuerza militar. Esta fuerza está compuesta por todas nuestras tropas mejor preparadas, incluyendo decenas de miles de aquellos que ya han probado su calidad contra los alemanes y han demostrado que no están en desventaja. Tenemos en esta Isla, en el tiempo presente, más de un millón y cuarto de hombres en armas”.

No se equivoquen, esto fue un poderoso milagro. Este milagro ocurrió debido a una sola razón y esta fue que el 26 de mayo, la iglesia finalmente llamó a toda la nación a un día nacional de oración. Las iglesias de todo el país se abarrotaron. En esta noche de 2008, al escribir este devocional, no estoy seguro en cuanto a qué lado de la fina línea roja del destino nos encontramos nosotros. Es una salida difícil, porque si la iglesia se moviliza aunque sea mañana, con valor y éxito sacrificial, no estoy seguro si llegaríamos a tiempo, o si francamente ya sería muy tarde para salvar nuestra tierra. El gran problema que tenemos es que hace 70 años teníamos una nación que conocía a Dios, conocía Su palabra, conocía Sus promesas. Hoy no tenemos nada. ¿Cómo podemos llamar a una nación a venir a un Dios que no conocen?

El remanente (y que Dios nos ayude a que haya un remanente) de lo que una vez fue una nación cristiana, debe comenzar a avivarse y aferrarse a Dios una vez más. Sin embargo, por lo que he podido ver del remanente, estamos pronto a mostrar la insignia del diablo. Repito que, a menos que nos avivemos y le roguemos a Dios que nos ayude, entonces, en el mejor de los casos, seremos reducidos a pelear una guerra clandestina de guerrillas, escondiéndonos y acurrucándonos mientras muchos de nuestros hermanos serán echados en prisión, donde estarán esperando y orando hasta que alguien, a un gran costo, finalmente venga y los rescate. Cada uno de nosotros tenemos que decidir en qué lado de la línea del destino estamos y en consecuencia hacer nuestros planes y decisiones.

Medita: “Lo que el General Weygand llamó la Batalla de Francia ha terminado. Espero que la Batalla de Gran Bretaña esté por comenzar. De esta batalla depende la supervivencia de la civilización cristiana. De ella depende nuestra propia vida Británica, y la larga continuidad de nuestras instituciones y nuestro Imperio. Toda La furia y el poder del enemigo caerá muy pronto sobre nosotros. ‘Hitler’ sabe que tendrá que derrotarnos en esta Isla o perder la guerra. Si podemos enfrentarlo, toda Europa podrá ser libre y todo el mundo podrá avanzar a amplias y soleadas tierras. Pero si fracasamos, entonces el mundo entero, incluyendo los Estados Unidos, incluyendo todo lo que conocemos y amamos, se hundirá en el abismo de una nueva Era Oscura que será más siniestra, y quizás más prolongada, por las luces de una pervertida ciencia. Por lo tanto abracemos nuestro deber, y comportémonos de forma tal que si el Imperio Británico y su Comunidad Británica de Naciones permanece por otros mil años, los hombres todavía digan, “Este fue su gran momento” (El Primer Ministro- Winston Churchill)

Ora: Grandioso y Todopoderoso Dios, llévanos a todos a lugares de elección y a lugares de combate. En el nombre de Jesús te lo pido. Amén.


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