Salmos 2:7-9
“Yo proclamaré el decreto del Señor, ‘Tú eres mi hijo’, me ha dicho, ‘Hoy mismo te he engendrado. Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; ¡Tuyos serán los confines de la tierra! Las gobernarás con puño de hierro; las harás pedazos como a vasijas de barro.’”
Dios, el iconoclasta
En realidad, “Dios, el destructor de ídolos” habría sido un mejor título para la meditación de esta noche, porque ahí se incluye un aspecto de Dios sobre el que rara vez se elabora; incluso mejor “Dios, ¡el toro en la tienda de porcelanas chinas!”.

Fue Spurgeon al comentar el texto de Jeremías 16:20, “¿Acaso puede el hombre hacer sus propios dioses? ¡Pero si no son dioses!”, quien de manera tan poética dijo: “Si los cristianos quieren acabar cultivando espinas para sus almohadas insomnes, entonces que vayan y adoren a sus seres queridos”. En otras palabras, Spurgeon estaba sugiriendo que la adoración de ídolos icónica conduciría a una iconoclastia devastadora, porque, no sólo aquellos amados objetos de barro en su mayoría y casi con certeza nos decepcionarían, sino porque además, de convertirlos en ídolos en nuestro corazón, probablemente Dios vendría y los destrozaría. De hecho, en mi propia adoración idólatra hacia mi familia, amigos y compañeros, he descubierto que esto es verdad.
No permitan que el altar familiar se convierta en el lugar de Baal, no sea que en el futuro terminen rellenando sus insomnes almohadas con pedazos rotos de cerámica completamente destruida por el atizador. No conviertan ni a sus padres ni a sus hijos en ídolos. Recuerden: “Si los cristianos quieren acabar cultivando espinas para sus almohadas insomnes, entonces que vayan y adoren a sus seres queridos”.
Medita: “Ustedes, los reyes, sean prudentes; déjense enseñar, gobernantes de la tierra. Sirvan al Señor con temor; con temblor ríndale alabanza. Bésenle los pies, no sea que se enoje y sean ustedes destruidos en el camino, pues su ira se inflama de repente. ¡Dichosos los que en él buscan refugio!” Salmos 2:10-12 .
Ora: “Por encima de todos los demás y de todas las cosas, te amamos a Ti, oh Señor, Dios nuestro”. Señor, derribamos nuestros ídolos, y te pedimos que en esta declaración que hacemos hoy, no nos pongas a prueba. Amén.

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