Monday, May 16, 2011

May | 16 | El sentimiento de la espada cortante

CORTAR

Hechos 2:37
“Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles, ‘Hermanos, ¿qué debemos hacer?’”

El sentimiento de la espada cortante


Alguien nos ha dicho, quizás un profesor (un gurú social y de la sociedad), que el hombre postmoderno requiere de una decisión sin presiones y sin censura para el camino que seguirá frente a las experiencias espirituales. Y es por eso que todos los anuncios publicitarios de nuestras iglesias hacen la misma invitación: “Vengan a disfrutar el dulce lugar de la presencia de Dios”. O “Afectuosamente te invitamos a conocer nuestra experiencia de adoración”. Y Dios nos libre de ofender a alguien porque lo importante es mantener contentos a los clientes, hacer que vengan y hacer que ofrenden, ¡porque la hipoteca de esta iglesia es pesada y el presupuesto para el personal y los programas es más elevado que el de cualquier negocio similar! Sí señor, todo este cristianismo seguro, satisfactorio y experiencialista es algo muy costoso, así que tenemos que mantener a las gallinas de los huevos de oro (discúlpenme por la mezcla de metáforas que hago aquí),¡felices aunque las desplumen!

De la misma manera engañosa, nos han dicho que el hombre postmoderno, y especialmente el cristiano postmoderno, no puede digerir un mensaje que se pase de los veinte minutos. Sí puede ver un partido de fútbol o quizás un partido de soccer del mundial por un par de horas o más, o una película no tan decente, o digerir una reunión de trabajo que dure más que unas cuantas horas o... ya sabes lo que quiero decir, pero por amor del cielo, no los sermoneemos... ¡No!
Démosles una charla insípida y pobre de sólo unos 10 ó 20 minutos. El problema es que alguien nos ha dicho que un mensaje de veinte minutos, una charla incluso, una sesión no sentenciosa pero motivacional de orientación, que promueva la vida y que afirme la identidad personal, que utilice sutilmente la multimedia, es lo único que necesitamos para hacerlos creer. Por eso el sermón anticuado y bien preparado, como una navaja llena de óxido de los antiguos barberos, ha sido doblado y guardado en un cajón, y la correa de cuero de la oración y la práctica han, a su vez, sido retiradas de su gancho en la pared, enrollada y colocada en ese mismo cajón con aquel. ¡El problema es que ahora nadie se está salvando! Por supuesto que tenemos la conversión al cristianismo cultural, pero nadie está siendo salvo, no realmente. Me temo que la salvación se está volviendo algo tan extraño como un olmo que da peras.

La raíz latina de la palabra “sermón” significa “apuñalar” o “atravesar con fuerza”. Ciertamente nuestro texto de esta noche nos muestra que el sermón de Pedro fue de una precisión digna de quirófano, que atravesó el alma y el espíritu. ¡Ahí no hubo ningún mensaje maquillado! No se usaron prefijos calificativos para suavizar las palabras emitidas por una lengua inofensiva, afeminada y saltarina que babeaba. ¡No! Aunque los que le escuchaban no estaban preparados para una cirugía, eso es lo que recibieron y, amigos míos... ¡la tuvieron sin anestesia! Aún así, el sermón los hirió pero también los sanó. ¡Imagínense eso! (Y por cierto, uno siempre puede reconocer cuando ha habido una fuga en las pesadas botellas del diablo utilizadas para sedación masiva por inhalación de óxido nitroso; después de todo se llama el “gas de la risa” por una razón que ustedes ya conocen).

Entonces escuchen ustedes los líderes, ustedes los conferencistas, todos ustedes los que hablan para endulzar el oído. Escucha tú, chico afeminado del coro, ¡ustedes que peinan cabelleras, pellizcan las mejillas y dan palmaditas a la cabeza! Porque es tiempo de sacar otra vez la navaja. Vayan, busquen justo en el fondo del cajón, en el escritorio del estudio, y saquen esa vieja y oxidada navaja de afeitar. Desenrollen la correa que encontraron al lado, cuélguenla en la pared y pónganse a orar y a ejercitarse una vez más, porque el domingo es el tiempo de la cirugía; y les digo ahora que, si su sermón no es tajante, si no es cortante, si no compromete a la gente a una decisión eterna, entonces es mejor que empaquen todo y se consigan un trabajo como voceadores en una lotería o como vendedores de carros usados. Vayan a dar charlas en el Instituto de la Mujer, porque eso es para todo lo que sirven ahora. Porque les digo, no hay sentimiento en una espada cortante, amigos, y cada uno de nosotros profesores, cada uno de nosotros predicadores, daremos minuciosa cuenta de cada tajo cortante, ¡y especialmente por la falta de ellos!

Así que ¡deja de hablar, hermano! deja de endulzar oídos, y de acariciar cabezas, y empieza a predicar otra vez por amor de Dios. Deja de escuchar todas estas tonterías postmodernas que no están produciendo nada más que consumidores pálidos, y comprométete a dejar libre al león, una vez más.

Medita: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien habremos de rendir cuentas.” Hebreos 4:12-13

Ora: Señor, que Tu Palabra y Tu Espíritu me corten y me formen. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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