Monday, May 23, 2011

May | 23 | Construyendo Iglesias parecidas a Barbados

Palabra para meditar – IMAGINAR

Apocalipsis 12:10-12
“Luego oí en el cielo un gran clamor, ‘Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. Por eso, ¡alégrense, cielos, y ustedes que los habitan! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo, lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo.’”

Construyendo Iglesias parecidas a Barbados

El agua cubre dos terceras partes de nuestro planeta. Dios se goza con el agua. Sin embargo, Dios también se deleita con el aire; después de todo ¿no lo respiró durante 33 años? Sí, como nosotros, Jesús tuvo su primera y última respiración y, por supuesto como Él, nosotros también respiraremos una vez más, incluso después de la muerte.

En este nuestro mundo cuatridimensional, también es evidente que Dios disfruta colocando a sus criaturas en medios diferentes. Es por eso que encontramos criaturas hechas para el agua y criaturas hechas para la atmósfera y la tierra, y de hecho, en todos estos medios, encontramos la presencia de las criaturas de Dios tanto debajo de ellos, como en ellos y entre ellos. Sí, interesantemente, Dios también hace criaturas que pueden habitar todos estos medios a diferentes profundidades. Un ave marina, por ejemplo, puede tener su nido en las rocas, caminar en la tierra, volar por los cielos y sumergirse en las profundidades para pescar su alimento en las aguas. Por lo tanto tenemos medios definidos creados por Dios, con varias profundidades diferentes en las que la ocupación se superpone.

Tan sólo hace un tiempo, en el año 2008, se emitió un video que mostraba el récord mundial actual del “vuelo de un pez” conseguido por un competidor desconocido que se deslizó durante 45 segundos completos, “volando” a alrededor de 20 millas por hora y sacando espuma de las olas de la costa japonesa de la Isla de Yakushima. ¡Sorprendente! Por supuesto que estoy hablando de un pez, y en particular de los Exocétidos del mar (Exocoetidae, o peces voladores) que son una familia de cerca de 50 especies y que se encuentran en la mayoría de aguas tropicales y subtropicales del mundo.

Hay dos razones principales que se adjudican a este vuelo de estos peces. La primera, que están intentando escapar de los depredadores y pues qué mejor manera de hacerlo que abandonar el medio en el que los depredadores habitan. La segunda, ¡vuelan sencillamente porque pueden! Y quién puede culparlos, porque ¿quién de nosotros se atrevería a prohibirle a un pez que volara? Es que por favor… ¡tiene que ser aburrido tener que estar nadando todo el tiempo!

Nosotros los cristianos, desde nuestros inicios más primitivos, hemos estado clasificándonos y haciendo de nosotros imágenes de peces, lo que supongo que se percibe especialmente con el uso difundido del símbolo del ictus. De manera similar al pez volador, en Cristo hemos podido habitar ambos medios: el del mundo material y el del mundo espiritual. Con seguridad, en algún momento todos nosotros levaremos nuestras anclas corporales y remontaremos vuelo hacia mundos desconocidos, pero incluso entonces, no será sino hasta la adopción, incluso hasta la resurrección de nuestros cuerpos, que una vez más podremos habitar plenamente el mundo material, para respirar una vez más y también para estar más capacitados para a la vez habitar mejor el mundo espiritual. Es que somos creados para ocupar varios medios en al menos dos dimensiones muy diferentes.

Sin embargo, esta noche quiero sugerir que nosotros somos como el pez volador, en esas mismas dos razones tan claras por las cuales ellos también vuelan. Es decir, primero para escapar de nuestros depredadores y segundo porque podemos.

Primero, nosotros los peces volamos para escapar de nuestros depredadores. Estoy hablando a nivel espiritual en este punto. Porque en su mayoría (aunque no completamente), nuestros depredadores habitan el ámbito espiritual. Justo por encima de la superficie del mundo material, las fuerzas oscuras del enemigo se manifiestan en la locura, las mentiras, los engaños, las depresiones, las dolencias, las debilidades, las enfermedades de toda clase, y esclavitudes en abundancia aguardan con estas mismas cadenas, cubiertas de raptores demoníacos y con garras, que quieren amarrarnos una vez más. Sí, con enormes ojos enfurecidos y rojos como la sangre, se arrastran expectantes, pasando esos grillos maníacos de una garra a la otra, esperando que se abra una puerta para entrar y encadenar una vez más a los hijos de Dios, después de haber estado libres durante tanto tiempo. Entonces hay ocasiones en las que nosotros, pececitos, al encontrarnos con estas miradas hambrientas y furiosas y al escuchar el tintineo de esas cadenas de hierro pesadas y ganchudas, tenemos que batir rápidamente nuestras colitas y deslizarnos por la superficie de esta interfase material y espiritual, huyendo de estas sirenas de la locura hambrientas de avaricia, y planear hacia la seguridad que nos ofrece la mano justa de Dios.

Porque allí y solamente allí, sobre el trono de misericordia bañado de sangre, todas las acusaciones, imposiciones y maldiciones del enemigo son enviadas a la tumba y enterradas en lo más profundo de la fosa, donde pertenecen. Cristiano, cuando te encuentres en las garras del enemigo, huye y busca a Jesús.

Segundo, nosotros los peces volamos porque podemos. Hay un gozo al estar en la presencia consciente de Jesús. En mi caso sin embargo, debo confesar que en el momento presente no soy uno de esos peces de esa permanencia contínua y consciente, sino que más bien soy uno de esos pequeños pececillos, que la mayor parte vuelan para vencer ese temor a los depredadores y que solo en ocasiones, a través del deseo, sí, sólo en ocasiones a través del deleite y del anhelo sincero, de vez en cuando se desliza por la interfase del mundo material y espiritual para estar conscientemente con Jesús. No lo hago lo suficiente. ¿Y ustedes?

Como la mayoría de los peces, necesito estar en una escuela. Necesito estar con otros peces que vuelen, para que en comunión podamos disfrutar juntos de la hazaña. Quizá después de semejantes vuelos públicos y comunitarios, yo mismo podría volar mucho más en privado. Seguramente entonces, nuestros tiempos de adoración conjunta en la iglesia de Jesucristo, serían como las playas soleadas de Barbados, la tierra de los peces voladores, en donde el cielo azul está lleno de escamas destellantes de plata, todas brillando con la luz del Hijo. Cuéntenme, ¿cómo es su adoración comunitaria en el Día del Señor? ¿Es usted “llevado” a las playas de Barbados o se quedan para comer panqués en Bridlington? (Sin ofender). Pero el asunto es éste: en nuestras iglesias ¿nuestra oración, alabanza y predicación nos motivan a deslizarnos por este medio y volar hacia Jesús? ¿Son nuestras iglesias lugares en donde los peces podrán volar, o tan solo se sacudirán dentro del bote? A mí me parece que tenemos que tener más iglesias parecidas a Barbados, de las que ahora tenemos parecidas a Bridlington (sin ofender). La pregunta es, dentro de nuestras iglesias, la oración, la alabanza y la predicación ¿nos anima a salir de este medio y volar hacia Jesús? ¿Están nuestras iglesias donde los peces pueden volar libremente o simplemente donde pueden revolotear dentro de un bote? Me parece que necesitamos tener más iglesias como las de Barbados, que las que actualmente tenemos como las de Bridlington (sin ofender).

Medita: “¡Cómo quisiera tener las alas de una paloma y volar hasta encontrar reposo! Me iría muy lejos de aquí; me quedaría a vivir en el desierto. Presuroso volaría a mi refugio, para librarme del viento borrascoso y de la tempestad.” Salmos 55:6-8

Ora: “...Y con el último latido de mi corazón, me despediré del mundo con un beso y me iré en paz, y reiré junto a la Gloria, y volaré hacia Jesús, volaré hacia Jesús, volaré hacia Jesús ¡y viviré! (Tomado de un “Himno desconocido” – Chris Rice).



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