2 Crónicas 35:20-24
“Tiempo después de que Josías terminó la restauración del templo, Necao, rey de Egipto, salió a presentar batalla en Carquemis, ciudad que está junto al río Éufrates, pero Josías le salió al paso. Necao envió mensajeros a decirle, ‘No te entrometas, rey de Judá. Hoy no vengo a luchar contra ti, sino contra la nación que me hace la guerra. Dios, que está de mi parte, me ha ordenado que me apresure. Así que no interfieras con Dios, para que él no te destruya.’ Josías no le hizo caso a la advertencia que Dios le dio por medio de Necao; al contrario, en vez de retirarse, se disfrazó y fue a la llanura de Meguido para pelear con Necao. Como los arqueros le dispararon, el rey Josías les dijo a sus servidores, ‘Sáquenme de aquí, porque estoy gravemente herido.’ Sus servidores lo sacaron del carro en que estaba y lo trasladaron a otro carro, y lo llevaron a Jerusalén. Allí murió, y fue sepultado en el panteón de sus antepasados. Y todo Judá y todo Jerusalén hicieron duelo por él.”
El caos en Megido, o el consumo de la presunción

Pienso que las reformas de Josías fueron hechas en parte con la esperanza y el deseo justo de que Dios pudiera cambiar de opinión. Sin embargo, Dios sabía que los pecados de Israel eran más profundos e incluso no habían desaparecido sino que ardían rebeldemente en sus corazones. Y por eso ahora, con fuerza sangrienta, en la tempestad furiosa, en el temblor, en el hambre y en el fuego, Jehová vendría arrasando por la corona de Su Majestad en sus corazones alimentados por el pecado, y cual bull terrier enloquecido, Sus fauces gigantes se fijarían alrededor de estos judíos tan pecadores, triturándolos hasta dejarlos hechos pedazos y devorándolos en su bien merecida confusión. Dios no tendría compasión al hacerlo.
Creo que Josías pensó que sí lo haría.
Y así, en nuestro texto para esta noche, Josías se inmiscuye para intentar abrir a la fuerza las ‘fauces’ cerradas de Jehová, y a pesar del aviso vehemente de Necao, sí, a pesar del disfraz de Josías, éste es aplastado en Megido por la muela derecha de Dios. No fue la esperanza la que le causó la muerte a Josías. No. Fue la presunción. Sí, fue la presunción la que ocasionó la muerte al gran reformador.
Hay dos observaciones terribles aquí: la primera es que los juicios más certeros e inamovibles de Dios, toman a veces mucho tiempo en llegar. Me pregunto si la fuerza de su aterrizaje no será directamente proporcional al tiempo que tardan en llegar. Creo que sí. Entonces que Dios nos ayude aquí en éstas, nuestras tierras de occidente.
La segunda es que el ardor justo y el amor celoso de los buenos reformadores, pueden hacerlos cruzar los límites de su responsabilidad. He visto muy a menudo en mi vida este principio. Es algo que se yergue seguro de sí mismo y centelleante como un poste luminoso en un cruce peatonal, gritándonos durante la noche que tengamos cuidado con el juicio y la muerte, que están cruzando incluso ahora mismo delante de nuestro auto presuntuoso y veloz. Reformador ¡ten cuidado!
La pérdida para Israel de este Rey reformador fue profunda. No obstante, la verdad es que el péndulo imparable de la ira de Dios ya había empezado a balancearse. Josías debía haber aprendido que en algunas ocasiones no podemos detener el juicio; lo único que podemos hacer, es estar preparados para él.
Medita: “Jeremías compuso un lamento por la muerte de Josías; además, hasta este día todos los cantores y las cantoras aluden a Josías en sus cantos fúnebres. Estos cantos, que se han hecho populares en Israel, forman parte de las Lamentaciones.” 2a Crónicas 35:25
“También cayó en sus redes el ungido del Señor, que era nuestra razón de vivir. Era él de quien decíamos, ‘¡Viviremos bajo su sombra entre las naciones!’” Lamentaciones 4:20
Ora: Señor, concédeles a Tus cantores, cantos de lamento verdadero, para que otros puedan escuchar y así preparen sus corazones y enmienden sus caminos delante de Ti, para cuando vengas con tu juicio justo. Ten misericordia de nosotros. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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