Thursday, February 24, 2011

Feb | 24 | Anillos de oro y lechos de cumplimiento

Palabra para meditar – ORO

Números 30:1-2
Moisés les dijo a los jefes de las tribus de Israel: El SEÑOR ha ordenado que cuando un hombre haga un voto al SEÑOR, o bajo juramento haga un compromiso, no deberá faltar a su palabra sino que cumplirá con todo lo prometido.

Anillos de oro y lechos de cumplimiento

Los votos son promesas voluntarias que uno hace con Dios. Bíblicamente, se considera a los votos como deberes sagrados y vinculantes, los cuales, si son correctos al momento de hacerlos, de manera majestuosa y aterradora cambian su forma de voluntaria a obligatoria, y entonces, ¡deben ponerse en práctica a toda costa!
Bíblicamente, los votos nacían en su mayoría, de la aflicción o el deseo, y se expresaban como promesas a Dios a cambio de un favor. Los favores solicitados eran variados pero las promesas hechas, ya sea expresadas en términos de devoción, abstinencia o destrucción eran siempre de naturaleza sacrificial.

Los votos maritales también son promesas voluntarias, las cuales una vez pronunciadas, se vuelven deberes obligatorios, sagrados y vinculantes. Al final, estos votos requieren de la devoción de un hombre hacia una mujer, de una mujer hacia un hombre, con la abstinencia mutua de cualquier cosa y cualquier persona que pudiera deteriorar dicha devoción o pudiera convertirse en la destrucción del cumplimiento de dicha devoción. Aunque muchas veces es deleitable y codiciada, la consumación continua de esta devoción marital, el cumplimiento de estos votos siempre, repito, siempre, implica sacrificio.

Los votos maritales se pronuncian entre un hombre y una mujer ante Dios. Las promesas voluntarias hechas ante Dios son entonces misteriosa y poderosamente convertidas en un pacto vinculante de juramentos y promesas llamado ‘matrimonio’. El matrimonio es realizado y llevado a cabo por el hombre y la mujer que están casándose. ¿Comprendieron eso? El hombre y la mujer se casan con los votos que pronuncian delante de nuestro Dios Todopoderoso. Y es el privilegio de cualquier ministro, (¡y eso es todo lo que es!) un privilegio no un poder, el hacer un pronunciamiento sobre lo importante de esos votos cuando se hacen. Al momento de escribir esto esta noche, estoy aconsejando a una pareja que está en proceso de casarse y más adelante, en una playa de Florida, tendré el privilegio de pronunciar lo importante del matrimonio que realizarán uno con el otro. ¡Esposo y esposa, ustedes se casan el uno con el otro, tanto en el comienzo como en la continuación! Recuerden eso.

Hoy es el día de mi aniversario de bodas. En la actualidad llevo casado un poco más de 30 años. Al igual que todos los esposos, yo tengo la obligación, especialmente hoy, de examinar mi propio matrimonio y realizar algunos pronunciamientos, ya sea de corrección o de disfunción. Todos nosotros, los casados, tenemos una mezcla de ambas cosas en nuestra relación y aunque el balance de una en oposición a la otra puede cambiar positivamente con el paso de los años, no obstante, con los años, viene el peligro de acostumbrarse y hacer las cosas por hacerlas. ¡No debemos aceptar nada menos que lo mejor y debemos grabarlo como en una roca! Aunque, sin embargo, los votos que hacemos a Dios nunca se endurecen o se ponen mohosos. Ellos están tan frescos y son tan vinculantes, tan maravillosos y tan bellos como el día en que fueron pronunciados. La relación a la cual están unidos, por ende, debe ser lo mismo. Por lo tanto, en toda relación, siempre hay trabajo por realizar.

Esta noche me recuerdo a mí mismo y, al hacerlo, también les recuerdo a muchos de ustedes y les advierto, (eso espero), a muchos, muchos más, que el conseguir aquello que te quita la respiración y es bello, siempre demanda compromiso y sacrificio, pero ambos son un festejo continuo. Así pues, nosotros, los casados y los prontos a contraer matrimonio, comprometámonos esta noche: que en el mañana y en los tiempos por venir, cumplamos estos votos con alegría para que todas nuestros acuerdos sean hechos de diamantes de luz y todo lo que hemos arreglado sean como anillos de oro cuyo cumplimiento se da en el lecho matrimonial. Porque cuando el Juez de toda la tierra mira nuestros lechos matrimoniales, Él no viste una gorra negra y una toga, sino más bien luce un sombrero de papel de fiesta, un rostro sonriente, mirando con añoranza y riendo, mientras sostiene una corneta de fiesta en una mano y a varios aguafiestas en la otra. Por lo tanto, regocíjate en la esposa de tu juventud y en el esposo que se está volviendo anciano. ¡Regocíjense! ¡Es tiempo de fiesta!

Medita: “Moisés les dijo a los jefes de las tribus de Israel: El SEÑOR ha ordenado que cuando un hombre haga un voto al SEÑOR, o bajo juramento haga un compromiso, no deberá faltar a su palabra sino que cumplirá con todo lo prometido.” Números 30:1-2

Ora:- Oh Dios, escucha mi clamor y atiende a mi oración. Desde los confines de la tierra te invoco, pues mi corazón desfallece; llévame a una roca donde esté yo a salvo. Porque tú eres mi refugio, mi baluarte contra el enemigo. Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas. Tú, oh Dios, has aceptado mis votos y me has dado la heredad de quienes te honran. Concédele al rey más años de vida; que sean sus días una eternidad. Que reine siempre en tu presencia, y que tu amor y tu verdad lo protejan. Así cantaré siempre salmos a tu nombre y cumpliré mis votos día tras día. (del Salmo 61)


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