Thursday, January 20, 2011

Jan | 20 | Atrévete a probar una ‘sopa del propio chocolate’ del generoso Robertson

Palabra para meditar – DESGÁSTATE

2 Corintios 12:15
“Así que de buena gana gastaré todo lo que tengo, y hasta yo mismo me desgastaré del todo por ustedes. Si los amo hasta el extremo, ¿me amarán menos?”

Atrévete a probar una ‘sopa del propio chocolate’ del generoso Robertson

No hace mucho, estaba caminando por una calle de Brighton cuando me encontré con otra placa histórica colocada en una vieja casa. La placa decía: “Robertson de Brighton – Filósofo y Predicador”. Ciertamente, este gran predicador Anglicano, de fines del período de la Regencia, sabía con exactitud qué era la predicación belicosa, porque él amaba la Palabra, él amaba la enunciación pública de la verdad y así la proclamó, a un alto costo personal.

En su belicosidad, no obstante, Robertson no tendía a la denuncia burda de otros que no estuvieran de acuerdo con sus creencias. Tampoco tendía a diseminar sus doctrinas favoritas sino, más bien, haciendo gala de un gran amor y espíritu práctico, tendía a la proclamación de la verdad, ¡toda la verdad y nada más que la verdad! Robertson era un hombre de gran elocuencia, un hombre con fuego, y un hombre compasivo. Predicando sobre ‘La Lengua’ el 28 de abril de 1850, destaca en su magnífico sermón que “La Iglesia de Roma arroja sus truenos contra los Protestantes de cualquier denominación: los Calvinistas casi no reconocen a los Arminianos como Cristianos – aquél que se considere como el verdadero anglicano, excluye de la Iglesia de Cristo a todos, excepto a los que se adhieren a su propia ortodoxia; cada ministro y congregación tiene su círculo pequeño, fuera del cual todos son herejes”. Sí, Robertson estaba interesado en la flor compuesta tanto de verdad como de gracia que brota de las semillas del espíritu práctico y la bondad. Su estilo de predicación belicosa era el estilo del Evangelio, de proclamar la verdad revelada, en lugar de incentivar la denuncia de los otros credos. El celo de Robertson por esta clase de prédica, y todas las arduas demandas y consecuencias, al final, le costaron la vida.

Su padre era Evangélico además de ser oficial del ejército, y Robertson ingresó al ministerio con el celo de un soldado y una fuerte auto-disciplina. Por ejemplo, cuando se encontraba en Oxford, memorizó el Nuevo Testamento en griego y en hebreo; para entonces, ya había dañado su salud en el servicio y con los estudios previos a su llegada a Brighton. En los últimos seis años de su vida y de su ministerio aquí, llenaba su iglesia cada vez que predicaba, atrayendo a los ricos, pero especialmente a la clase trabajadora, sí, especialmente a los pobres; y prestó un servicio monumental al ayudar a fundar la ‘Organización Obrera’ de Brighton. Sus ideas políticas prácticas lo llevaron al ostracismo por parte de muchos de sus colegas, y su celo fervoroso y sus ardientes tareas lo llevaron a desgastarse con su trabajo. Al final, enfermo, sufriendo dolores, solo y deprimido, pensando que el trabajo de su corta vida era un desperdicio sin importancia, falleció, con sólo 37 años de edad. Sin embargo, alrededor de 1500 personas, principalmente pertenecientes a esa clase social de pobres que tanto había ayudado, formaron una columna de casi ochocientos metros de largo para caminar acompañando su ataúd hasta el cementerio, y casi todos los negocios en el camino cerraron, como señal de respeto.

Mientras escribo estos pensamientos esta noche, ‘Holy Trinity’ (La Santa Trinidad), la iglesia desde donde este gran predicador ejerció su ministerio, en la calle Ship, en Brighton, hace mucho que ha cerrado sus puertas como lugar sagrado y es, de momento, una curiosa galería de arte contemporáneo. Un par de placas y un autobús de doble piso, que lleva el nombre una vez respetado y reverenciado de Robertson, hace su recorrido por estas calles sin Dios, y es todo lo que queda de todas las grandes predicaciones y las buenas obras que este hombre realizó en la capital de este Reino nuestro, ahora caído.

Debemos animar y desafiar a nuestros predicadores para que prediquen la verdad completa. Luego, debemos pararnos junto a ellos, hombro con hombro, en todo lo que esto demanda y en las consecuencias que pudieran venir con ello. Díganme esta noche, ¿están listos para hacer esto? ¿Están listos para pagar ese precio? ¿Están listos para probar una “sopa del propio chocolate” de Robertson?

Me pregunto si algunos otros predicadores, de similar sustancia y valor, bajarán de ese autobús un día, imbuídos del espíritu de Robertson, se instalarán, servirán durante seis años y, al fin, salvarán el día.

Medita:
Ve, sigue trabajando: gasta y desgástate,
Gózate al realizar la voluntad del Padre:
Es el camino que el Maestro tomó;
¿No debería el siervo seguir el mismo?
Ve, ‘¡sigue trabajando! ’No es en vano.
Tu pérdida en la tierra, es ganancia en el cielo;
Los hombres te escuchan, te aman, pero no te alaban;
El Maestro dice: ¿qué son los hombres?
Ve, ¡sigue trabajando! Suficiente, mientras estés aquí,
Si, Él te alaba, si Él se digna
Al corazón deseoso marcar y alegrar,
Ningún trabajo para Él será en vano.
Ve, ¡sigue trabajando! Tus manos son débiles,
Tus rodillas desmayan, tu alma se abate;
Pero no desmayes; el premio que buscas
Está cerca—un Reino y una corona.
Ve, sigue trabajando cuando aún es de día:
La noche oscura del mundo se acerca;
Apura, apura tu obra, quita la pereza;
No es así que se ganan las almas.
Los hombres mueren en tinieblas, a tu lado,
Sin una esperanza, para llevarse a la tumba;
Toma la antorcha y hazla brillar—
La antorcha que ilumina la mayor desesperanza de los tiempos.
Trabaja, no desfallezcas, mantente vigilante y ora,
Sé sabio para el alma errada ganar;
Ve adelante en los caminos del mundo,
Apremia al perdido a venir.
¡Trabaja, y en el trabajo regocíjate!
Pues para el trabajo habrá descanso, y para el exilio, hogar;
Pronto escucharás la voz del Novio,
El estruendo de medianoche que dice, “¡He aquí, yo vengo!”

Horatius Bonar

Ora: Dame fortaleza en esta noche, y también, ven Señor Jesús. Amén.

 

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