Wednesday, January 26, 2011

Jan | 26 | Entre mi dedo y mi pulgar

Palabra para meditar – CULTIVA
 

Eclesiastés 4:9-10
“Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante!”


Entre mi dedo y mi pulgar


Uno de mis buenos amigos, fundador y director de una organización de misiones multifacética, tiene un proyecto de larga trayectoria cuyos brazos alcanzan a la gente indigente de su ciudad natal, y me hizo mención no hace mucho, sobre su preocupación por el aumento del problema y en especial, del número de veteranos de guerra que se encuentran sin casa y viviendo en las calles.

Hay infinidad de razones por las que los veteranos no tienen hogar, pero estoy seguro de que una de ellas es la imposibilidad de seguir con su vida luego de ser retirados de una organización con un propósito, una dirección, un valor y, más que nada, una camaradería tan estrecha que sólo aquellos que han pertenecido a las fuerzas armadas pueden apreciarla completamente. Como marinero de submarino retirado, puedo atestiguar que uno nunca olvida el sentimiento de pertenecer a una unidad tan entrañable. Es raro encontrar una camaradería similar fuera de las fuerzas armadas, y esa es la razón por la cual la pérdida de tanta intimidad y unidad se siente muy profundamente, y siempre, se añora el regreso. Sin semejanza alguna de esta cercanía masculina en otra parte, muy frecuentemente un agujero negro de depresión, (y todas las enfermedades que ésta trae con ella), se forma en el centro del ser de un viejo soldado, y tarde o temprano extraerá toda la vida que hay en él y matará su capacidad de sentir esperanza y de hacer frente a la vida. Esa fue la suerte que corrió el soldado Voytek, del 2º Cuerpo de Ejército Polaco, 22ava División Aerotransportada de las Tropas de Provisión de Artillería.

Voytek, junto con su unidad, había sido dado de baja en Escocia al finalizar la Segunda Guerra Mundial, luego de haber permanecido hombro con hombro con sus camaradas en la batalla crucial de Monte Casino, en el Norte de Italia, cargando camiones con proyectiles, cuando ellos mismos estaban bajo fuego abierto. Cuando el ejército Polaco en el exilio fue dado de baja en 1974, Voytek, quien era iraní de nacimiento, encontró muy difícil encontrar un hogar. A medida que sus compañeros soldados iban desapareciendo uno a uno, la pérdida que Voytek sintió fue profunda y lo consumía totalmente porque añoraba la camaradería perdida, recordando las cosas que hacían juntos: marchas, dormir bajo lonas, manejar, la cercanía que había, los cantos alegres, los cigarrillos fumados alrededor del fuego nocturno, la cerveza, (¡sí, la cerveza y los cantos que la acompañaban!) y por supuesto, las luchas. Sí, él era bueno para las luchas, tan bueno era que en ocasiones luchaba contra cuatro de sus compañeros soldados al mismo tiempo. En ese entonces era difícil vencerlo, pero ahora, ¡cómo había caído ahora el poderoso! porque la soledad que cayó sobre Voytek luego de esta pérdida de sus compañeros lo abatió mucho y, finalmente, lo colocó detrás de barrotes en Edimburgo; se convirtió en un hombre hosco, resentido, barbudo, sin deseos de abrirse por nadie, ni siquiera por los niños que lo amaban y lo visitaban regularmente.

Voytek había pertenecido al ejército Polaco desde que lo habían encontrado, siendo un jovenzuelo, llevado en un costal por los caminos y las montañas de Hamadán en el Norte de Irán. Su madre había sido asesinada por cazadores y él había sido abandonado para defenderse por sí mismo aunque, para ser honestos, no había hecho un buen trabajo. Cuenta la historia que los soldados polacos de la unidad lo habían adquirido dentro de ese costal musulmán marrón, a cambio de una barra de chocolate, una lata de carne y una navaja de bolsillo. Una vez en su compañía, Voytek había sido abrazado, amado, adoptado y había formado parte de cada cosa que la unidad hizo, hasta que, finalmente, ¡fue enlistado! Estos soldados lo trataban como a cualquier otro en la unidad y, más que nada, hicieron que se sintiera parte de algo. Sí, ¡por fin se sintió parte de una familia! Y al fin, Voytek, el viejo veterano de la II Guerra Mundial, un iraní de 1.80 mts. de alto, 225 kg de peso y una barba oscura, murió en soledad y deprimido en el Zoológico de Edimburgo en 1963.

Después de haber discutido la situación de los veteranos, fuimos a un restaurant con este amigo Director de Misiones que mencioné. Un hombre estaba sentado en la mesa de al lado y comía solo. Una vez que lubricó su ineptitud social con algunas cervezas, comenzó abiertamente a buscar la compañía de otros, saludando exageradamente a cualquiera que pasara por su mesa, sonriendo como un loco, riendo fuertemente y llamando la atención sobre sí mismo, tratando de forzar una conversación, cualquier conversación, para conseguir una invitación a una discusión de cuya profundidad él nunca podría verdaderamente ser parte. Yo había visto a este hombre muchas veces, era un indigente agradable, pero también atemorizante, y estaba empleado como recolector de los carritos de supermercado. La soledad de la enfermedad mental es tan profunda y negra, como larga y triste. Era obvio que este hombre no tenía memoria de una camaradería cercana. Él era un veterano de la soledad. ¿Sería esa quizá, una bendición más amarga? Quizá, no.

¿Se sienten solos esta noche? Lamento mucho si es así. Es una posición terrible en la cual estar y es, de hecho, una condición que todos compartimos y a menudo experimentamos si nos permitimos llegar al centro de nuestro ser. No estás solo en esta experiencia, mi amigo. No estás solo.

Sin embargo, si ansías una cercanía y una camaradería de cuerpo, alma y espíritu, que sólo un grupo de hermanos y hermanas que piensen igual que tú puede proveer, entonces Cristiano, ¡la comunidad de santos es el único lugar en el que esto puede ser cultivado con la profundidad que tanto anhelamos! Tales grupos, con frecuencia, requieren de mucho trabajo también, pero amigos (¡y ustedes son mis amigos!), es todo lo que tenemos, así que ¡ayúdanos Dios!

Mañana entonces, comencemos este cultivo profundo de nuestro espíritu, convirtiéndonos en verdaderos amigos de algunos hombres, quizá de aquellos, “no tan buenos” en la comunidad de los santos, en la iglesia de Jesucristo, el Señor, porque yo creo que allí mismo, ¡muchos están muriendo de soledad detrás de los barrotes!

Medita: “El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano.” Proverbios 18:24 (Reina-Valera 1960)

Ora: Señor, gracias por el círculo de amigos y el nivel de amistad del cual disfruto. Ayúdame a ser un mejor amigo, cultivando el corazón y el alma de otros para que sean mejores y exista un acercamiento mutuo. Con todo, Señor, por favor sé mi amigo, todavía más que un familiar, más unido que las almas de hermanos, más pegado que el super pegamento que se siente entre mi dedo y mi pulgar. Te lo pido en Tu glorioso nombre. Amén.

 

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