Saturday, March 5, 2011

Mar | 05 | “El gran E” – las estrellas de ‘él’, las cicatrices de ‘Él’

Palabra para meditar – LUCHA

Juan 20:27-28
Luego dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino hombre de fe.” Entonces Tomás respondió y le dijo: “!Señor mío, y Dios mío!”

“El gran E” – las estrellas de ‘él’, las cicatrices de ‘Él’

Habiendo rechazado sus raíces Bautistas sureñas, el condecorado ex aviador del ejército y veterano de la 2ª Guerra Mundial, se embarcó en una carrera como guionista cinematográfico en Las Vegas, la cual culminó con la creación de una vasta conciencia cultural que alcanzó a varias generaciones. Luego de una vida tumultuosa, se convirtió en la primera persona en ser sepultada en el espacio. La génesis de sus ideas y el lugar de nacimiento de una nave cuyo número de identificación era NCC 1701, ha pasado por las mentes de miles de millones de fanáticos de Viaje a las Estrellas. Como habrán adivinado, estoy hablando del Crucero de Gene Rodenberry, mejor conocido como la Nave Insignia de los Estados Unidos: el USS Enterprise.

“El gran E” un carguero Clase Yorktown lanzado en 1936, fue el séptimo buque de la Marina de los EE.UU. en llevar ese nombre, el cual sobreviviría a la 2ª Guerra Mundial y se convertiría en el buque más condecorado en la historia de la Marina Norteamericana. Su tripulación ganó alrededor de veinte estrellas distintivas por batallas sangrientas. Sin duda, fue el buque más condecorado de la 2ª Guerra Mundial ya que incluso recibió la presea más prestigiosa que la Marina Real de Su Majestad ofrece: la Insignia del Almirantazgo Británico.

Nuestro gran Comandante en Jefe en persona, Jesús, el Rey de Reyes Eterno, (el verdadero ‘Gran E’) y Señor de Señores, ocupa los vastos y variados mares sin límites, está rodeado por un trillón de estrellas brillantes y resplandecientes, y ostenta la más preciosa de todas las cicatrices, esas heridas de victoria obtenidas en la más devastadora de las derrotas de nuestro gran enemigo, la Cruz del Calvario. Sí, nuestro Jesús lleva las marcas de Su victoria en su cuerpo resucitado.
Yo creo que habrá cicatrices nacidas en la tierra que perdurarán en el cielo. Cicatrices que aquí son grotescas por su deformidad y que en el cielo se volverán marcas palpables adornadas con joyas y hermosos colores. Yo creo que las cicatrices que se ganan aquí en las batallas del Señor, serán lo único que llevaremos al cielo y ellas, junto con los que las poseen, serán recordados, honrados y muy amados.

Hermanos, ¿dónde están hoy, entonces, los poderosos hombres del gran David? ¿Dónde están los Cristianos cuyos nombres navegarán con gloria traspasando las puertas del Cielo hacia los victoriosos mares celestiales? ¿Dónde están los hombres con cicatrices de batallas?

Esta pobre y muy lamentable condición nuestra no puede continuar. En el Occidente, las fuerzas de las tinieblas están apurando sus planes, alistándose para levantarse rápidamente contra nuestra aletargada iglesia, que al igual que hacía Jonás, duerme en las entrañas del barco durante la más terrible de las tormentas. Se avecinan tiempos difíciles, y no estoy contento por ello, pero como observador del clima de los tiempos, les digo que vienen tiempos difíciles y superan en mucho lo que hayamos visto jamás.

¿Quien sabe? Quizá desde nuestro propio Pearl Harbour el cual se aproxima con rapidez, algunos buques reconocidos navegarán los mares una vez más, pues como les digo, las cicatrices obtenidas en las batallas del Señor, ¡son lo único que llevaremos al cielo con nosotros!

Medita: “Proclamen esto entre las naciones: ¡Prepárense para la batalla! ¡Movilicen a los soldados! ¡Alístense para el combate todos los hombres de guerra! Forjen espadas con los azadones y hagan lanzas con las hoces. Que diga el cobarde: «¡Soy un valiente!» Dense prisa, naciones vecinas, reúnanse en ese lugar. ¡Haz bajar, SEÑOR, a tus valientes! Movilícense las naciones; suban hasta el valle de Josafat, que allí me sentaré para juzgar a los pueblos vecinos. Mano a la hoz, que la mies está madura. Vengan a pisar las uvas, que está lleno el lagar. Sus cubas se desbordan: ¡tan grande es su maldad!¡Multitud tras multitud en el valle de la Decisión! ¡Cercano está el día del SEÑOR en el valle de la Decisión!” Joel 3:9-14

Ora: Dios sabe que nuestras cicatrices nos ayudan a forjar nuestro carácter y que no importa cuánto se aflija nuestro corazón, siempre hay belleza en el quebrantamiento. Belleza en el quebrantamiento, Señor, y bendiciones en el surgir de heridas y cicatrices, y estrellas de batalla diseminadas por nuestras insignias azotadas por los vientos. Señor, danos fortaleza y valor, y nosotros te daremos nuestra gloria. Sí, toda la gloria para Dios en las alturas, y alabanzas para nuestro gran Rey, quien de los labios de los ángeles hace cantar dulces hosanas. Señor, el pueblo judío fue hacia Ti con palmas; nosotros presentamos ante Ti nuestras oraciones, nuestras alabanzas y nuestros cantos. A Ti, magnífico Dios, elevamos nuestra canción. ¡Recibe nuestra alabanza y deléitate en ella, nuestro Dios y gran Rey! Amén.

(Algunas palabras, adaptadas de la canción ‘Broken’, de Lyndsey Horn y de Theodulph de Orleans, quien alabó a Dios en la prisión y murió en el mismo lugar de su alabanza).


No comments:

Post a Comment