Ezequiel 28:14c
“Y caminabas una y otra vez sobre piedras de fuego.”
Piedras de Fuego

He observado en las Escrituras la fascinación y el deleite de Dios en las cosas materiales y en especial, en la piedra que no ha sido alterada, la piedra cuya forma se debe únicamente a esas cuatro herramientas distintivas bajo Su mando: El paso del tiempo, el agua, el viento y el clima. Los celtas dijeron: “Estas cuatro herramientas Divinas dan forma a las rocas y a las piedras que están de pie, y al formar una interfase entre el reino material y el espiritual, ¡ellas excavan conductos poderosos, crean lugares de interacción y permiten que el cielo toque la tierra!”
De igual modo, queridos amigos, Dios toma el paso del Tiempo, el Viento de la adversidad, el Agua de Su santificación y el Clima de nuestro peregrinaje para dar forma, como ha de ser, a Sus piedras vivas, Sus santos actuales, la iglesia de Su amado Hijo, para volverlos ‘puestos de escucha’ e incluso, un lugar de proclamación del poder, donde el cielo pueda tocar la tierra una vez más. Cuando las piedras vivas de Cristo y los sacerdotes del Dios Altísimo se reúnan dentro del círculo de Su amor, en ese momento y desde el interior de ese lugar sagrado, y desde el verdadero Reino del Hijo, ¡todo será posible y todo podrá suceder! Desde ese lugar incluso, quizá los lobos empiecen a cuidar de las vacas gigantes una vez más y los reyes de la tierra puedan venir a nosotros nuevamente, buscando sanidad, protección, poder y provisión.
Una vez más se están realizando excavaciones en Stonehenge con la intención de sacar sus secretos a la luz, mientras que la iglesia en estas tierras antiguas y de estas tierras antiguas, continúa en su horrible y risible declive. ¡Ya es hora de que lo material y lo espiritual, se “encuentren” una vez más, en la iglesia del Dios vivo!
Reflexiona: “Pero él respondió: Les aseguro que si ellos se callan, las piedras gritarán.” Lucas 19:40
Ora: Enciende un fuego bajo Tus piedras firmes, Oh Dios, cuyo calor abrirá nuestras bocas cual almejas para declarar abiertamente la más dulce alabanza al más grande Nombre en la tierra, sobre la tierra, y debajo de la tierra; y en ese gran Nombre del cielo, oramos confiada y justamente, y clamamos esta noche: ¡Jesús!

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