Monday, March 14, 2011

Mar | 14 | Procedimientos de progenitor, ingenuidad piadosa y percusión permisiv

Palabra para meditar – PIDE

Números 27:1
“Majlá, Noa, Joglá, Milca y Tirsá pertenecían a los clanes de Manasés hijo de José, pues eran hijas de Zelofejad hijo de Héfer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés. Las cinco se acercaron.”

Procedimientos de progenitor, ingenuidad piadosa y percusión permisiva

No hay nada de malo en estirar la piel de la verdad sobre el tambor de la comprensión humana y luego, tocar en él ruidosamente el Evangelio. Mientras no rompamos esa piel de la verdad, mientras sólo toquemos el tambor para Su gloria, entonces esa percusión ruidosa, creo yo, se puede permitir.

Vivimos y nos movemos en una biblioteca de proporciones inconmensurables y las historias, por billones, se apilan hasta llegar a lo alto de los techos más elevados. Especialmente, hablo de las historias de redención, las cuales se encuentran desparramadas a nuestros pies de a miles, esperando ser vistas, recogidas, leídas y disfrutadas. Creo en eso y esa es la razón por la que siempre busco imágenes de la redención en las historias de nuestros días, ¡aún cuando el lado infernal de Hollywood sea el que las produce! Dios todavía pinta Sus cuadros de redención. Al menos por el momento.

Digo esto porque nuestro versículo de esta noche nos cuenta la historia de cinco vírgenes que se presentan ante Moisés reclamando la herencia que, usualmente, era reservada a los hijos varones. Es el gran y controvertido teólogo Metodista, Adam Clarke, quien en tono de burla, tacha de “ingenuidad piadosa” al “Misterio de las Cinco Vírgenes”. No obstante, yo narro sus dichos sin tono de burla, y al hacerlo soy bendecido por otra imagen redentora.

Estas cinco vírgenes se comportan como las cinco vírgenes sabias de Mateo 25:1-10, que mientras esperaban la llegada del novio, tomaron aceite para mantener sus lámparas encendidas. Sin duda, al actuar de esta forma, las vírgenes de nuestro versículo son como las que hacen una sabia provisión para su estado eterno. De igual manera, sus acciones deberían inspirar a los creyentes débiles y desamparados quienes, a pesar de ser huérfanos en este mundo, no serán privados de su herencia celestial. ¡Vayan, pídansela a Dios ahora!

Sus nombres son misteriosamente instructivos, pues el ahora padre fallecido, Zelofejad, quiere decir “la sombra del temor o miedo”. La primer hija, Majlá, significa “padecimiento”; la segunda hija, Noa, significa “errante”; la tercera, Joglá, significa “alegría danzante”; la cuarta, Milca, significa “reina”; y la última virgen, Tirsá, significa “muy agradable”.

Así pues, la historia de las cinco vírgenes sabias pudiera significar que “ya que todos nacemos de la sombra del temor (Zelofejad) nacemos en el pecado y nos hundimos en la muerte, y por este temor a la muerte, toda nuestra vida está sujeta a esclavitud, lo cual a su vez engendra (Majlá) padecimiento, una humanidad enferma de profunda pena en el corazón, por reconocer nuestra tan triste condición. Eso nos hace (Noa) andar errantes, deambulando en busca de ayuda y consuelo, el cual, por Su gracia, encontramos en Cristo que, a su vez, cambia nuestra tristeza en alegría (Joglá) impartiendo Su realeza (Milca) sobre nosotros, haciendo de nosotros reyes y sacerdotes para Dios, el Padre, para que finalmente, seamos presentados ante Él, gloriosos y sin mancha, siendo (Tirsá) muy agradables y aceptables a Sus ojos”.

¡Creo que esto es más que una ingenuidad piadosa! ¡Es una historia asombrosamente redentora, dentro de una narración también redentora y mucho más grande!

Mirando esta historia desde una perspectiva totalmente humana voy a ir más allá y decir que, al igual que estas cinco vírgenes, debemos ser muy confiados y tomar el Reino de Dios por asalto. La gracia está allí para que la tomemos y, sí señor, verdaderamente, ¡debemos ir a buscarla y pedir por ella! Seamos ingeniosos sobre esto, quiero decir, quitemos el techo del hogar de alguien para llegar a Jesús, coloquemos una escalera contra Sus paredes, y, aun si es tarde en la noche, arrojemos piedras a Su ventana. ¡Sí! Pidamos pan de Su panadería, aunque la hora de cierre esté pasada hace ya mucho y el fuego esté apagado. Y entonces, cuando tengamos ese Pan de Vida, ese Pan real que baja de los cielos, despertemos al resto de nuestros vecinos durmientes con una carga completa de diferentes clases de tambores y gritemos: “¡Hey, vengan a ‘cenar’ la vida eterna conmigo!”

¿Ven la imagen? ¡Entonces toquen el tambor! Aquel que tenga oídos para oír, que oiga.

Reflexiona: “Moisés le presentó al Señor el caso de ellas, y el Señor le respondió: Lo que piden las hijas de Zelofejad es algo justo, así que debes darles una propiedad entre los parientes de su padre. Traspásales a ellas la heredad de su padre. Además, diles a los israelitas: Cuando un hombre muera sin dejar hijos, su heredad será traspasada a su hija.” Números 27:5-8

Ora: Señor, que siempre se me pueda ver en Tu trono reclamando aquello que está dentro de mí, y que ni siquiera me corresponde mencionar; y que al hacerlo, todas las bendiciones compradas con la sangre de Tu Hijo mi Salvador, Jesucristo el Señor, sean vertidas sobre mi cabeza anhelante y expectante. Lo pido en Tu glorioso nombre. Amén.
 

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