Friday, March 18, 2011

Mar | 18 | El marketing de Dios

Palabra para meditar – CONVENCIDO

Juan 16:7-11
“Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; en cuanto al pecado, porque no creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme; y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.”

El marketing de Dios

Nosotros, en la era de la iglesia Laodicea, tenemos un sólo problema pero muy grande, en nuestro método Evangelístico: Dios no está con nosotros. Sé que es una declaración sorprendente, pero no creo que sea irracional.

Cuando una persona es convicta de pecado, muy en el interior de su ser, está convencida de que es pecadora, y pecadora en contra de Dios en particular; esta llena de un sentido de su propia falta de cumplimiento, de sus andrajos malolientes, de ese hedor bochornoso que, ellos saben, ha encontrado cobijo en las narices de un Dios Santo y puro. Están convencidos de su propia desnudez ante las huestes de un cielo Santo, el cual revela su gordo pecado. Están horriblemente obesos con su pecado, sin la menor idea de qué hacer; sintiendo el peso de la sombra del juicio que se acerca y está listo para caerles sobre sus cabezas con un golpe, para destrozarlos. En este estado de convicción, por primera vez, ellos se dan cuenta que se han vuelto cómplices con la oscuridad y el diablo, y están alarmados en gran medida, sabiendo que no hay nada que puedan hacer para rectificar lo que han hecho; y por eso, al estar tan desesperados, buscan la ayuda de un Salvador poderoso y misericordioso.

Ahora, si esto es convicción por el pecado, y creo que sí lo es, entonces seguramente estarán de acuerdo conmigo en que es bastante raro. Sí, nosotros en la era de la iglesia Laodicea tenemos sólo un gran problema en nuestro método Evangelístico: Dios no está con nosotros. Sé que es una declaración sorprendente, pero no creo que sea irracional.

La mayoría de las personas en nuestras iglesias están perdidas. Les hemos presentado algo muy sencillo y ellos, simplemente se han convertido a un Cristianismo cultural. Muchas de esas personas que no son salvas, pero que tienen al menos un poco de valor e integridad, algún día, con autenticidad y con ira, dejarán nuestras filas. Miles y miles de ellos lo hacen todos los años y con ellos se llevan su desconfianza y su desilusión y en realidad, ¿quién puede culparlos? Porque se les persuadió para que ingresaran a un Reino falso, en vez de convencerlos y convertirlos al verdadero Reino de Cristo.

Si vamos a publicitar el mensaje correctamente, entonces será mejor que primero abramos la puerta, enfrentemos al Hombre que ha estado tocando por tanto, tanto tiempo ¡y que compremos lo que ofrece! Sí, sorprendentemente, Jesús todavía nos ama y a pesar de que tal vez quiera vomitarnos de su boca, por la grandeza de Su silencio intuyo que todavía nos está invitando para que compremos el remedio para nuestra sanidad. Sí, tiene un costo, pero bien vale la pena pagar el precio. ¿Qué piensan ustedes?

Medita: “Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el soberano de la creación de Dios: Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. Dices: "Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada"; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. .” Apocalipsis 3:14-19

Ora: Señor, véndenos ese oro, véndenos esas vestiduras y luego, oh gran Oftalmólogo, ven a trabajar en nuestros ojos para que verdaderamente comencemos a ver. Por favor, vístenos con esas vestiduras de otro mundo, tan distintivas, limpias y maravillosamente blancas. Cumple aquella oración que hizo Moisés y haz profeta a todo Tu pueblo, y haznos verdaderos proclamadores del Evangelio; Oh Señor, ten misericordia de nosotros, pero envíanos persecución y haznos florecer como oro que se refina en el fuego. Finalmente esta noche, oh Dios, aunque miremos de reojo y nos alejemos de Ti, por favor atráenos a ti; abre nuestros ojos sucios y límpialos con Tu bálsamo de visión, para que la claridad llegue al fin; sí, para que la claridad y la convicción, finalmente, lleguen a nosotros. Amén.

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