Thursday, March 17, 2011

Mar | 17 | El último hombre en pie

Palabra para meditar – ESPERANZA

Jueces 1:1
“Después de la muerte de Josué, los israelitas le preguntaron al Señor:¿Quién de nosotros será el primero en subir y pelear contra los cananeos?”

El último hombre en pie

Luego de la muerte del general Josué, una nueva generación se levantó en Israel para conquistar la tierra prometida. Toda la gente de la generación anterior quienes habían vivido en Egipto como esclavos y habían abandonado Egipto bajo la mano redentora y victoriosa de Dios, ahora estaban muertos. Todos menos uno, y él es literalmente, el último hombre que queda en pie: Su nombre es ‘Perro’.

¡Soy amante de los perros y con esto me refiero a perros reales, perros de trabajo; sí, por supuesto que me refiero a los Border Collies! Esta raza de perros es, realmente, la mejor amiga del hombre y esto se ve principalmente por su compañerismo, su fuerza y su humilde lealtad. Así era Caleb, hijo de Jefone, de la tribu de Judá.

Este último hombre en pie es uno de espíritu admirable. Él brilla en Israel; su fuerza tiene origen en una relación personal con el Altísimo y en su vida personal santa y comprometida. Hay vida en este perro viejo, y mucha. Lo puedo ver ahora tirando de la correa: su hocico recto y verdadero, de cabello gris; sus ojos enfocados y fijos en el galardón; sus patas listas para la acción, su cuerpo tenso en expectativa, alerta y a la espera. Cabeza reverenciada de su familia, jefe de su clán y reconocido entre la tribu de Judá. Cuando la oración solicitando guía es ofrecida a Dios, la respuesta de labios del Padre es rápida y segura. Fíjense cómo dice: Después de la muerte de Josué, los israelitas le preguntaron al SEÑOR: “¿Quién de nosotros será el primero en subir y pelear contra los cananeos? El SEÑOR respondió: Judá será el primero en subir, puesto que ya le he entregado el país en sus manos”. Jueces 1:1-2

Dios no ha olvidado a este perro viejo y recompensa su fuerza y su valor. Más aún, ¡observa con regocijo cómo los perros jóvenes se cohíben ante el enemigo, y cómo este perro viejo, persigue al más grande y más malvado hasta la cima de las elevadas montañas sin ningún temor y lo toma para sí mismo! ¡Sí, así es, Judá será levantado! Caleb puede ser viejo, Caleb puede ser el último hombre que queda en pie, pero él se ha estado alimentando de la Palabra y amigos, aun a edad avanzada, ¡eso hace que cualquiera, a pesar de sus años, esté tan en forma como el perro de un carnicero! ¿Cómo piensan pasar sus últimos años? ¿En alguna casa para ancianos al lado del mar, saboreando mentitas y bebiendo tés? ¿O en lo alto de una montaña, matando gigantes y cantando “más cerca de Ti, yo estoy, mi Dios”?

Medita: “Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor hizo la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto; aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con vida! Y todavía mantengo la misma fortaleza que tenía el día en que Moisés me envió. Para la batalla tengo las mismas energías que tenía entonces. Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido. Entonces Josué bendijo a Caleb y le dio por herencia el territorio de Hebrón. A partir de ese día Hebrón ha pertenecido al quenizita Caleb hijo de Jefone, porque fue fiel al Señor, Dios de Israel.” Josué 14:10-14

Ora: Señor, quiero ser un perro viejo, ¡y que la boca de mi espíritu esté llena de dientes que mastican con fuerza! No estaré sin dientes y cojeando entre los lisiados con artritis reumatoide, y quizá patizambo y anémico. No permitas que engorde y que mi panza arrastre hasta el suelo. Tampoco permitas que mi respirar se vuelva dificultoso, o que mi boca abierta babee sobre mi pelo entrecano apenas cubriendo mi carne carcomida y cansada. ¡No! ¡prefiero ser un perro viejo como Caleb! Listo, en forma y fuerte, todavía tirando de la correa, incluso en mis últimos años. Señor, dame un espíritu diferente y así, prepárame en mis días de juventud, para que cuando llegue a ser un perro viejo, siga peleando. Sí, restitúyeme la sanidad de aquellos años que se comieron las langostas. Lo ‘ladro’ en el nombre de Jesús. ¡Guau y guau otra vez! Amén.

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